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Información General Viernes 24 de Abril de 2020

Apreciaciones acerca del libro “Palabra incesante”, de Oscar Agú

“El árbol sólo emergió como hierba en la vastedad. Y quiso altura. Quiso y dejó crecer su vastedad preñada en la semilla. Y se hizo referencia en el horizonte. Desde su fragilidad, fortaleció su estar.

Agrandar imagen TAPA./ Presentación de la nueva obra.
TAPA./ Presentación de la nueva obra.
REDACCION

Por REDACCION


Por Liana Friedrich


Oscar Agú crea una fantasía escrituraria donde los signos lingüísticos empleados para referir objetos y cosas –como lo lograra Borges con espectacular eficacia estética- toman en cuenta su personalidad interior, donde en al caso de “Palabra incesante”, transfiguran prioritariamente su yo poético en la estatura del árbol. Por eso, consideramos que el carisma poético de Agú adquiere un tono panteísta, pero se trata de un panteísmo que reviste un sentido de ubicuidad, porque a pesar de que refleja un inmanentismo que recuerda la personalidad de los poetas románticos, conserva plena conciencia de su entorno auténticamente santafesino.


“Sí, ese árbol habló.” (…)

“Habló en el lenguaje maderamen,

que llena los fogones de quien fuere sin preguntar.

Habló desde la quilla de un bote pescador

desde el silencio creciente de sus raíces.

Habló desde el mirador fortinero de las pampas”(…)


Su alma lírica representa el alma litoral, porque no sólo es un “canto así mismo” (a la manera de Whitman) sino que se consustancia con el alma vegetal que le sirve de impulso creativo, de tal manera que contrariamente a lo que filosóficamente pueda considerarse, su panteísmo no niega la transcendencia del ser, sino que la reafirma, cantándole desde su yo poético, con admirable vehemencia y pasión.


“La percepción de estos dos aspectos, si así se los puede llamar,

no tiene el significado de la soledad, entendida como

angustia existencial, sino la captación de un estado de ser,

del “uno mismo” desnudo de atavíos. Y esto es lo que, de

diversas maneras, intentamos los humanos descifrar. Unas

veces con relativo éxito; otras, sólo rozamos su presencia y

nos vamos aullando sin saber qué fue lo que rozamos.”

Ya lo dijo Octavio Paz sobre Pessoa: “La mejor biografía del poeta es su obra”.


“Somos toda esta posibilidad

toda esta cantera de palabras incesantes

todo este andar entre sílabas y sonidos

todo este querer decir.”


Por eso intenta, a través del espacio poético, hacer de su cuerpo –tristemente humano, porque como dijera Mallarmé: “Toda carne es triste”- un ser de savia vital, y lograr hacer de su carne, maderamen que trasciende útilmente en la vida de todos, pues la carne dura poco: “Cacho” Agú se eterniza centrando su yo a través de un animismo trascendente hacia el mundo. Y entonces aparece el fantasma de Whitman con sus enumeraciones caóticas (ésas que tanto admirara Borges):


(…)”desde los altares de los dioses diseminados en el hombre

desde todos los teatros del mundo

desde todas las mesas, cucharas, ruedas, cascos de roble

durmientes ferroviarios, barcazas, flechas cautivas, bancos

de plaza y de los otros.”


Esa traslación animista constante, ¿es acaso una manera de desconocerse?, ¿o más bien de reconocerse en el otro, a la manera de Rimbaud, cuando dijo: “Yo soy otro”? Por eso más que un recurso prosopopéyico, en el “ars poética” de Oscar, funciona como mecanismo de desdoblamiento o desocultamiento, en la que su yo lírico, actúa como una máscara: su yo se transforma , se transfigura… Y la palabra adquiere un aspecto semántico especial:


“Toda palabra se desdibuja en el cansancio del día.

Su presencia se hace brumosa y lenta. Si a todo

ello le sumamos el dolor, la dureza de su sonido

parte en dos, en cuatro, en partículas infinitas

todo atisbo de cantar con ella.”


No obstante, O.A.A. no puede dejar de lado su raíz genéticamente humana, para aprovechar –en medio de su magistral decurso poético – a cuestionar los actos de crueldad e injusticia en la humanidad, a través de todos los puntos cardinales y de todos las épocas:


(…)”¿Quién jaló el gatillo, en New York, sobre J. Lenon?

¿Quién, sí, quién al Mahatma Gandhi queriendo acallar su

testimonio?

¿Quién, el ejecutor de Martín Luther King?

¿Quién clavó la lanza en el costado de Jesús o el primer clavo

en una de sus manos?

¿Quiénes fueron los cuatro jinetes que azuzaron sus caballos

para descuartizar al inca?” (…)


Estas preguntas retóricas sólo merecen una respuesta final:


“Desde la cobardía, sólo sordos y oscuros ejecutores de la luz.”


Por esa razón es que quizás Agú buscó la trascendencia de su ser, como elegía de su yo, desde lo telúrico:


“Fui semilla, dijo el árbol.

Fui semilla adormecida y germinal.

Fui semilla de bolsillo, de agujerito, de pico de pájaro

y del viento, de la nube y de la hormiga.

Fui semilla rodando por doquier

adormecida en el tiempo, lo necesario, para que

esa preñez de árbol creciera en mí.

No soy más que esto. Y no es poco serlo”


Porque como dijera J P Sartre: «No hay naturaleza humana... El hombre no es otra cosa que lo que él mismo hace de sí. Ese es el primer principio del existencialismo».





 

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