Por REDACCION
Miriam Becker para LA NACION
El oficio. En el paisaje urbano de los barrios quedan pocos almacenes. Ser almacenero era un oficio que se ejercía con compromiso hacia los clientes que llegaban con la libretita que registraba las compras adeudadas para pedirles un plazo más. Las estanterías llegaban hasta el techo, los cajones de madera contenían alimentos que se fraccionaban y todo olía a limpio de lavandina. En algunos, la mano de la dueña –la señora del almacenero- aportaba algo casero y especial para la picada del fin de semana. El tiempo y la modernidad se fueron llevando costumbres, avanzaron los supermercados y autoservicios, quienes nunca podrán aportar la respuesta que los clientes, especialmente los más jóvenes, siguen necesitando en tiempos de cambios: ¿y a usted qué le parece? Los almaceneros se dispersaron y agruparon en diferentes entidades. Algunos continúan en el Centro de Almaceneros, la más antigua, la Liga de Almaceneros y la Federación de Autoservicios, almacenes y polirubros.
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