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Información General Viernes 19 de Junio de 2020

Adiós del Grupo de Teatro Piamontés al “pare” Luis Peretti

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Orlando Pérez Manassero

Por Orlando Pérez Manassero

Llegó una tarde y dijo “quiero ser parte de este elenco de teatro, no soy actor pero sé hablar muy bien el piamontés”. Tuvo su primer papel protagónico, hubo lecturas, correcciones, ensayos, discusiones y más ensayos. Llegó el debut y desde ese mismo momento fue nuestro indiscutido primer actor… y lo siguió siendo por casi veinte años. Dejó de ser don Luis y pasó a ser el “Pare” (Padre) del grupo. Un día nos dijo que no estaba actuando, que lo que hacía tan bien sobre el escenario era nada más que imitar aquello que había visto hacer a su abuelo… y que aprendió el piamontés hablando desde niño con su abuela. Era el primero en llegar a los ensayos, el que le contaba al escritor de las obras teatrales y al director como era la vida de campo en su juventud, lo que se hacía en la chacra, que se decía, que palabras piamontesas se usaban y como se pronunciaban, como pensaban los “gringos” de aquellos tiempos, que vestían y que comían. Con esos aportes - mechados con graciosas anécdotas - lográbamos una real puesta en escena de aquellas épocas pasadas, tan real como la botellita de buen vino que siempre debía figurar en alguna de las escenas de las obras para que él brindara con un sonoro ¡salute! dirigiendo su mirada a los cientos de espectadores que siempre nos supieron acompañar. Y así fueron desfilando los personajes a los que supo dar vida. Fue Pinót Tanaro, aquel gringo recio que, escopeta en mano, ponía orden en la familia discutiendo por la herencia. Y fue Giusep “Pin” Grand el cerrado padre que no admitía un marido criollo para su rubia hija. Después fue el “Pare” Carleto, el mismo que traía a sus hijas a Rafaela, al baile del Salón Pinerolo. Otra vez su personaje se llamó “Pin” Brunass, el que vino de Italia para hacer la América arando, sembrando y cosechando. Luego fue el “Barba” Pinoto, el piamontés que trajo un baúl cargado de semillas para el barrio de los repollos. Y fue Vigiót Campagna, furioso chacarero con problemas de límites y alambrados con su criollo vecino de campo. También se puso la ropa de Pascualín Vignareul, el campesino que nunca pudo acostumbrarse a vivir en la ciudad. Y actuó como Lorens, un padre preocupado por “avivar” a sus hijas casaderas criadas en la chacra. Pero, como en toda obra de teatro, llegó ese momento que llamamos epílogo. Para nuestro grupo los finales de obras fueron siempre con sonrisas y aplausos; estamos seguros que ese es el afecto que le hubiese gustado recibir el “Pare” al hacer su último mutis por el foro. Para irse asumió el papel de Giacomin Columba, (“transpurtista” como él decía) un gringo piamontés que, luego de tomar su vasito de vino y tras ese sonoro ¡salute! de siempre, cargó sobre su chata tirada por dos caballos a todos los que fueron sus personajes y se los llevó con él… quizás para mostrárselos a sus abuelos piamonteses. Y aquí, sobre el escenario de la vida, quedamos sus compañeros viendo alejarse por ese camino sin retorno al “Pare”, reprimiendo una lágrima, sonriendo y aplaudiendo.




 

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