Por REDACCION
Cada caso de violencia de género causa una mezcla de sensaciones amargas que van de la impotencia a la indignación. Conocer los detalles de cada hecho estremece, nos paraliza y puede resultar una misión insoportable que termina con la frase "esto no puede pasar más". Las estadísticas son escalofriantes: en diez meses, 216 femicidios se registraron en el país, y el 93% de los casos fue cometido por personas del círculo íntimo de la víctima, según datos del Registro Nacional de Femicidios del Observatorio del Colectivo MuMaLá difundidos el pasado lunes.
Además, en el informe se indica que el 22% de las mujeres que fueron asesinadas entre el 1 de enero de este año y el pasado 10 de noviembre había realizado denuncias contra su victimario y el 12,5% tenía alguna medida judicial de protección, que muchas veces se revelan insuficientes e inútiles. Un papel con una advertencia y una prohibición se transforman en un frágil obstáculo para los violentos.
Del total de casos relevados en los medios gráficos y digitales del país, Mumalá señaló que 191 correspondieron a homicidios de mujeres, mientras que hubo 21 femicidios vinculados de mujeres, hombres, niñas y niños, y cuatro de personas trans, es decir travesticidios.
Asimismo, de las 191 mujeres asesinadas, 14 eran niñas y adolescentes menores de 15 años, y el 78% de ellas fue abusada, mientras que el 42% estuvo desaparecida por varios días. Y destaca que el 71% de esos femicidios fue
cometido por miembros de la familia. Según el colectivo que elaboró el documento, a pesar del sostenimiento de la violencia machista en el país, el Gobierno Nacional sólo destinará en el Presupuesto 2019 la suma de 234,3 millones de pesos al Instituto Nacional de las Mujeres (INAM), organismo encargado de la aplicación de la Ley 26.485, es decir, sólo $ 11,36 por mujer. En tal sentido, este presupuesto, con la inflación proyectada, implica una retracción del 18% con respecto al asignado en 2018.
Entre otros de los datos que se dieron a conocer en el informe, se detalló que el 44% de las víctimas tenía entre 21 y 40 años al momento de ser asesinada; el 11% tenía entre 0 y 15 años; y el 10% entre 16 y 20 años. En cuanto a las armas y la modalidad con la que se cometieron los crímenes, se pudo saber que el 28% fue asesinada con arma blanca, el 23,5% con arma de fuego, el 19% a golpes, el 17% por asfixia, y el 6,5% fue quemada.
Del trabajo realizado por el Colectivo de mujeres se desprende que el 53% de los agresores tiene entre 19 y 40 años, mientras que el 22% entre 41 y 60 años. Además, el 22% de los agresores se suicidó luego de cometer el femicidio, el 7% pertenece a una fuerza de seguridad y el 6% se encuentra prófugo.
Entre los meses que se analizaron los femicidios ocurridos en el país se determinó que el 67% de los casos ocurrieron en la vivienda de la víctima, mientras que el 11% fue en la vía pública y el 6% en un descampado. Del total de las mujeres asesinadas, el 45% tenía hijos, por lo que un total de 220 niños y adolescentes perdió a sus madres.
Las cifras de este relevamiento reflejan que aún hay mucho trabajo por hacer para que la problemática de violencia de género comience a ceder terreno. Si bien en la última década la sociedad y las instituciones reconocieron como tal a este flagelo que mutila familias, las acciones desplegadas todavía no son suficientes.
Otra perspectiva de este drama tiene que ver con la forma en la que se encaran las investigaciones de los femicidios. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) que desde hace más de una década trabaja en casos de femicidios en el país promueve que la investigación de esas causas judiciales se realicen desde una perspectiva de género.
A los jueces, fiscales, funcionarios judiciales, criminalistas y miembros de las fuerzas de seguridad, que participan en las capacitaciones que realiza el EAAF, les recomiendan que realicen un trabajo científico para reconstruir los elementos que no aparecen en la escena del crimen, pero que están en la historia clínica de la víctima, o en la historia de abusos anteriores, o en otros signos de violencias implícitas, indicó Sofía Egaña, antropóloga e integrante desde hace 17 años del EAAF.
En los seminarios de capacitación se les insiste a los concurrentes que en la escena del crimen de un femicidio hay que buscar datos también sobre la violencia simbólica, económica y social, para poder entender por qué fue creciendo la violencia del victimario hacía su víctima, hasta terminar en la muerte violenta de la mujer. De todos modos, lo ideal sería que la sociedad en su conjunto genere los anticuerpos para prevenir los femicidios.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.