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Editorial Jueves 16 de Julio de 2020

Un país de crisis en crisis

2002 y 2020, ¿más coincidencias que un anagrama?, plantea un análisis de la consultora Ecolatina.

REDACCION

Por REDACCION

Las estimaciones de consultoras económicas y organismos internacionales coinciden en que la economía argentina caerá este año más del 10 por ciento. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe ( CEPAL) actualizó a la baja sus proyecciones respecto a la contracción del PBI de la región esperado para este año, a partir de la pandemia de coronavirus. De acuerdo al organismo, el producto de la Argentina caerá un 10,5% y será el tercer país más afectado de los relevados, sólo superada por Venezuela y Perú.

En este escenario, la consultora Ecolatina trazó un paralelismo de las crisis económicas que afectaron a nuestro país en el 2002 y en el 2020. Su análisis parte del hecho de que el PBI global caerá casi 5% según las proyecciones del FMI, experimentando la mayor contracción desde la Gran Depresión que comenzó en 1929. Sin embargo, habrá comportamientos muy heterogéneos entre países. Lamentablemente, la economía argentina será una de las que más sufrirá a nivel global (la sexta, según el Fondo), incluso a pesar de no ser uno de los países más golpeados por el Covid-19 a términos sanitarios -al menos hasta ahora-.

El reporte adjudica este pobre desempeño a la fragilidad económica previa a la pandemia: dos años seguidos en recesión, inflación en la zona del 50% y una caída del salario real cercana al 20%. Como resultado, la crisis del coronavirus nos llevará a un retroceso del PBI de dos dígitos en el promedio anual. Para peor, con el dato del EMAE de abril, que refleja un baja de 26,4% interanual, el piso de actividad de la crisis 2018-2020 ya superó al de 2001-2002. Con este dato, se reavivaron algunos fantasmas de aquel momento. Ahora bien, ¿tienen asidero? Comparar ambos períodos nos ayudará al respecto, sobre todo para entender similitudes y diferencias y la posible forma de la recuperación, subraya. 

En lo que hace a los puntos en común, Ecolatina destaca que serán las dos recesiones más profundas de los últimos cien años (según nuestras estimaciones el PIB caerá este año aún más que en 2002). Sin embargo, al comparar las trayectorias aparecen más diferencias que semejanzas. En la crisis anterior, la caída del PBI empezó en la segunda mitad de 1998, durando cuatro años y agravándose progresivamente. Si bien el deterioro se aceleró a fines de 2001 producto del colapso de la Convertibilidad (default y devaluación), el declive fue paulatino a lo largo de los años. En cambio, en 2020, la recesión se profundizó abismalmente producto del coronavirus y las restricciones a la producción y a la demanda para contener los contagios. 

El informe de la consultora sostiene que por las características propias de una economía sin inflación -el nivel general de precios incluso retrocedió 3,4% entre 1998 y 2001-, el ajuste recayó en la crisis anterior casi íntegramente sobre las cantidades, algo que no pasó en la situación actual, donde el mismo también incluyó a los precios. Por tanto, la crisis anterior comenzó por el lado de la demanda y se agravó constantemente por problemas vinculados al consumo y la inversión, mientras que en esta coyuntura se sumaron los problemas de oferta: empresas que producirían más pero que por la cuarentena y sus restricciones no lo están pudiendo hacer. En consecuencia, la caída esta vez será mucho más heterogénea a nivel sectorial -ramas esenciales, exceptuadas y no esenciales, por caso-, mientras que a comienzos de siglo el deterioro fue más homogéneo (menos dispar). Así las cosas, se observa que no hay tantas semejanzas entre la crisis de 1998-2002 y la que comenzó en 2018 y se agravó este año, ¿pasará lo mismo con la recuperación?

La consultora sugiere que para diagramar la reactivación, hay que pensar en sus posibles motores. Desde 2002, las exportaciones fueron uno de los pilares de la recuperación, impulsadas por la mejora del tipo de cambio real y un contexto externo favorable, que apuntalaba también la recaudación vía retenciones. En este sentido, un sector público con superávit primario y sin pagos de deuda por el default fue un driver esencial, impulsando la inversión y el consumo por el lado estatal. Sumando la elevada capacidad ociosa del aparato productivo, pudimos crecer sin tensiones por el lado inflacionario, al menos hasta 2006-2007.

Pero en la actualidad la situación es distinta. Por un lado, porque el sector público tendrá un déficit muy elevado, de mínima superior al 6% del PBI en 2020. En consecuencia, si el mayor déficit fiscal producto de la pandemia/cuarentena no se ajustara rápidamente, se reactivarían las tensiones cambiarias (suba de las cotizaciones paralelas, mayores expectativas de devaluación y menores excedentes de dólares en el mercado oficial).

Superar la pandemia y la negociación de la deuda son condiciones necesarias, pero no suficientes para volver a crecer; lamentablemente, estas últimas todavía son signos de interrogación concluye el informe.






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