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Editorial Martes 5 de Junio de 2018

Terror en Nicaragua

Otro país latinoamericano que vive en esta ola de violencia y desesperación.

REDACCION

Por REDACCION

Nicaragua está viviendo bajo el terror, a lo cual se llegó como consecuencia de la situación de desborde y desesperación que vive la gente de ese país, tras tantos años estar bajo el régimen dictatorial del Frente Sandinista, el que llegó al poder bajo el disfraz liberador y proclamando principios de igualdad, pero que después -en la práctica- hizo todo lo contrario. Desde hace semanas se viene reclamando la renuncia del presidente Daniel Ortega y de su vicepresidenta, que no es otra que su esposa Rosario Murillo. 

Como forma de sostenerse en el poder, Ortega mandó a la calle a escuadrones de la muerte, francotiradores y bandas parapoliciales que se desplazan en automóviles y motocicletas por las calles reprimiendo cualquier clase de intento de protesta, sembrando la muerte y la violencia en la que está sumido este país centroamericano desde hace un tiempo. Todo, muy parecido a lo que viene ocurriendo en Venezuela con Nicolás Maduro, quien fraguó una elección, pero le es casi imposible contener a la gente que vive en total desesperación, sin alimentos, sin remedios y sin esperanza, lo que es todavía peor.

La situación es explosiva, y así fue alertado por una delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que visitó Nicaragua a a mediados de mayo pasado, advirtiendo de la posibilidad de ejecuciones extrajudiciales a cargo de francotiradores en varias zonas del país, con gravísimas violaciones a los derechos humanos, que son prácticamente inexistentes.

Ante tal desborde, la Iglesia Católica había promovido un acercamiento al diáĺogo entre el gobierno sandinista y los manifestantes, pero fue abruptamente interrumpido, volviéndose a un nivel de violencia total, señalándose desde fuentes opuestas al sandinismo que los escuadrones de la muerte están asolando en varias ciudades, incrementándose la cantidad de muertos y desaparecidos, agregándose que por el tipo de armamento que utilizan se tiene la casi certeza que se trata de policías disfrazados de civiles, o de lo contrario, que cuentan con la protección de las fuerzas policiales, ya que nunca se ha logrado aprehender a ninguno de estos violentos, quienes se movilizan con absoluta impunidad.

El disparador de la crisis se produjo a mediados de abril cuando el gobierno intentó una reforma del seguro social, que dejaba al desamparo a gran parte de la población, la cual reaccionó con furia con toda clase de reclamos y manifestaciones que se fueron intensificando a medida corrieron los días, incluso activada más aún por la violenta represión de fuerzas policiales y parapoliciales contra manifestantes exaltados pero al fin y al cabo desarmados.

Todo fue creciendo de volumen hasta comenzar a exigirse la renuncia de Ortega y Murillo, quienes encabezan un régimen de enorme corrupción y desde hace tiempo con fuerte autoritarismo, a lo cual ahora se le suman estas acciones violentas contra la gente, que ni siquiera tiene la posibilidad de formular sus reclamaciones.

Hasta ahora, desde el comienzo de las refriegas hay alrededor de un centenar de muertos, la mayoría de ellos jóvenes estudiantes, quienes aparecen con disparos en la cabeza, cuello o tórax, según revelan las crónicas que llegan de ese convulsionado país centroamericano que está bajo una fuerte dictadura. Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos las víctimas fatales eran 97, pero otros organismos llevan esa cifra a 107.

Hasta tanto llega el desborde de la violencia y prácticamente sin control por parte del gobierno, caído en la desesperación para sofocar a la población, que días atrás fue atacada con morteros y cañonazos la sede de la Universidad Centroamericana, donde se dice estaría el foco estratégico de las reclamaciones.

Según algunos dirigentes de derechos humanos las bandas que se mueven por las noches en los barrios de Managua, con autos y motocicletas y fuertemente armados, son una especie de sicarios que actúan para intimidar a los ciudadanos para que no salgan de sus casas y evitar de tal manera no sólo las manifestaciones sino también algunas acciones de destrozos en edificios públicos que han comenzado a observarse.

Lo cierto es que Nicaragua vive bajo el terror.

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