Por REDACCION
Con la inesperada irrupción del coronavirus, el 2020 está lejos de ser lo que todos esperábamos: no hubo plan que pueda resistir a la pandemia y a los confinamientos desesperados dispuestos por decenas de países como única herramienta para desacelerar la curva de contagios. El ciclo lectivo se modificó por completo obligando a los estudiantes de todos los niveles a quedarse en casa y conectarse con la escuela y sus docentes a través de una computadora o un teléfono celular siempre y cuando tuvieran conectividad. Hoy todavía no tienen certeza de como seguirá la historia y si podrán volver a las aulas en lo que resta del año. En Estados Unidos, donde ya culminó el año escolar, los que terminaban la secundaria pasaron por los establecimientos educativos y sin descender del vehículo recibían el título, resignando esa fiesta de fin de curso que tanto anhelan y tanto promociona el cine de ese país.
En otro orden, millones de trabajadores vieron alterar sus rutinas laborales. Muchos se quedaron en sus hogares de brazos cruzados sin poder cumplir sus tareas habituales, otros sin alternativa debieron explorar el teletrabajo mientras tantos otros fueron considerados esenciales, por lo que continuaron haciendo las cosas de siempre, aunque con cambios, es decir en el marco de estrictos protocolos de seguridad y protección de la salud. No pocos empleados ya quedaron sin ocupación a raíz de la cuarentena y la paralización de la actividad económica en distintos sectores productivos. Muchos otros tienen ante sí un panorama incierto, cobran mal sus salarios y no tienen certezas sobre su futuro. Porque miles de empresas que emplean a muchos argentinos tampoco saben que será de ellas en pocos meses. Algunas ya han caído para siempre, empobreciendo a empresarios y trabajadores por igual.
Ni hablar del estress que soportan quienes se desempeñan en los sistemas de salud, desde médicos hasta enfermeros, personal administrativo o colaboradores. Es que los centros sanitarios constituyen uno de los escenarios de la batalla contra el Covid-19.
Cuando se dispuso el aislamiento social, preventivo y obligatorio, pareció surgir inicialmente una sensación ambigua,
que era mezcla de una cierta algarabía porque debíamos quedarnos en casa y un creciente temor a una enfermedad en ese momento tan desconocida como mortal. En ese contexto, al no saber bien qué se acercaba desbordamos los supermercados para aprovisionarnos más de la cuenta. Había pánico a que se produzcan faltantes de alimentos y artículos básicos.
Ahora que la cuarentena cumplió 100 días en la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano bonaerense -en Santa Fe ya transcurre otra fase con ciertas flexibilizaciones-, el debate gira en torno a la capacidad de resistencia de las personas para vivir confinados, con las salidas puntuales para ir a trabajar o a abastecerse de alimentos o remedios. La salud física y mental entonces quedó en el centro de la discusión ante la decisión de las autoridades de continuar con el aislamiento estricto ante el aumento de contagios que se registran principalmente en AMBA. En este sentido, cabe consignar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que "la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades".
En este clima de anomalías en la que todos nos sentimos extraños por los tiempos que estamos viviendo, y que no terminamos de asimilar en algunos casos, llamó la atención el aumento en el consumo de sustancias prohibidas o lícitas que generan adicciones. Al respecto, días atrás la Iglesia católica advirtió que aumentó "significativamente" el consumo de drogas durante la cuarentena en el país a causa de la pandemia de coronavirus y consideró que "no alcanza" el acompañamiento del Estado para luchar contra esa problemática. Así lo planteó en un comunicado la Comisión Nacional de Pastoral de Adicciones y Drogadependencia del Episcopado, un día antes de que se celebre el Día Internacional de la Lucha Contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas. Durante este tiempo de aislamiento social obligatorio -debido a la pandemia- aumentó significativamente el consumo de sustancias, remarcó la Iglesia. ¿Qué vemos en esto? se preguntó. Que en este lapso de desconexión de los otros, como seres humanos afrontamos la dificultad de estar bien con nosotros mismos, afirmó en un comunicado.
Por otra parte, una encuesta de investigadores e investigadoras del CONICET en el Instituto Gino Germani advirtió que el 45 por ciento de las personas toma más alcohol que antes del aislamiento. Según el relevamiento, que circuló de manera online entre el 4 y el 8 de mayo, durante la cuarentena crecieron los dos polos de la frecuencia de consumo: se duplicó el número de quienes no toman bebidas alcohólicas y se triplicó la cantidad de personas que toma todos los días. Se viven tiempos totalmente distintos y se nota.
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