Por REDACCION
Por ahora es prematuro sacar conclusiones definitivas sobre el daño que nos está provocando la pandemia de Covid aunque está claro que el más costoso y doloroso está vinculado con las vidas que arrasa: hasta el momento más de 115 millones de personas se han contagiado y más de 2,5 millones han fallecido en algo más de un año. Mientras las vacunas que se desarrollaron -y aún están en proceso de investigación- en tiempo récord traen esperanza, quizás algo opacada porque las urgencias no entienden las demoras en la producción y la logística, la protección de la salud se apoya en medidas de restricción que disponen los gobiernos, uso de barbijos y el distanciamiento social.
Recientemente, en coincidencia del inicio de la Cuaresma, los obispos europeos invitaron rezar a lo largo de este tiempo hasta la celebración de Pascuas por las víctimas de la pandemia, sus familias y por todos los que luchan contra la enfermedad. Si bien es cierto que es período de reflexión quizás teñido de gris por la pandemia, también representa una nueva esperanza para la humanidad toda, en especial para quienes sufren el virus y sus consecuencias económicas y sociales.
Todavía no está claro que secuelas puede dejar el Covid en la salud de las personas en el mediano y largo plazo, será la ciencia y la medicina las herramientas para vigilar esta cuestión. Tampoco es posible cuantificar el impacto sobre el sistema educación y en particular sobre los niños y adolescentes que dejaron de ir a las escuelas o participaron de clases virtuales que para nada reemplazaron la presencialidad en grupos etáreos que se encuentran en pleno desarrollo de la personalidad y el establecimiento de sus lazos sociales.
En este contexto, más de 168 millones de niños y niñas en edad escolar en todo el mundo perdieron el aprendizaje en clase, y nueve de los 14 países donde la mayoría de las escuelas permanecieron cerradas durante casi un año a raíz de la pandemia de coronavirus se encuentran en América Latina y el Caribe, informó el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Según la agencia, nueve de los 14 países donde la mayoría de escuelas permanecieron cerradas entre marzo de 2020 y febrero de 2021, se encuentran en América Latina y el Caribe, lo que afecta a casi 100 millones de estudiantes, indicó el sitio de noticias de la ONU.
De estos países, Panamá mantuvo las escuelas cerradas la mayor parte de los días, seguido de El Salvador, Bangladesh y Bolivia. Además, alrededor de 214 millones de niños, uno de cada siete alumnos en todo el mundo, se perdieron más de las tres cuartas partes de su aprendizaje presencial, mientras que más de 888 millones continúan enfrentando interrupciones en su educación debido al cierre total y parcial de escuelas, según datos de la ONU.
Según Unicef, el cierre de escuelas tiene consecuencias devastadoras para el aprendizaje y el bienestar de los niños. Los menores más vulnerables y aquellos que no pueden acceder al aprendizaje a distancia se ven aún más afectados, ya que corren un mayor riesgo de no regresar nunca al aula, y a veces se ven forzados al trabajo infantil e incluso al matrimonio infantil. Los escolares de todo el mundo también dependen de sus escuelas como un lugar para interactuar con sus compañeros, buscar apoyo, acceder a servicios de salud e inmunización y una comida nutritiva.
De este modo, cuanto más tiempo permanezcan cerradas las escuelas, más tiempo los niños están separados de estos elementos críticos de la infancia, agregaron desde el organismo. Por eso se habla de una catastrófica emergencia educativa a partir del cierre de los establecimientos escolares, porque cada día que pasa los niños que no pueden acceder a la educación presencial se quedan cada vez más rezagados, y los más marginados pagan el precio más alto.
Unicef también instó a los gobiernos a centrarse en las necesidades únicas de cada estudiante, con servicios integrales que cubran el aprendizaje correctivo, la salud y la nutrición, y las medidas de protección y salud mental en las escuelas para fomentar el desarrollo y el bienestar de niños y adolescentes.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, describió con crudeza el momento límite que se vive por estos días al calificar la asombrosa cantidad de niños que se pierden una educación valiosa como una tragedia. Y advirtió que es una tragedia para los propios niños, una tragedia para sus países y una tragedia para el futuro de la humanidad.
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