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Editorial Sábado 25 de Enero de 2014

¡Siempre Francisco!

El Papa no termina de dar pruebas al mundo del aire fresco que llevó a la Iglesia católica con su llegada. Formuló una cruda admisión de la pederastía.

REDACCION

Por REDACCION

En el caso que alguien aún tuviese alguna duda respecto a la nueva corriente renovadora, y por cierto muy refrescante, impuesto a la Iglesia católica desde la llegada del papa Francisco a la conducción de la misma, es él mismo quien se encarga de despejarla con sus expresiones y acciones de casi todos los días. 

Lo que antes siempre se mantuvo bastante calladamente, tratando de disimularlo en ciertos casos y directamente ocultarlos en otros, aun cuando fue prácticamente imposible no admitirlos cuando en el mundo entero se produjo una oleada de denuncias sobre religiosos acusados de pedofilia, ahora el papa Francisco deja sentada esa admisión con muchísima claridad -como es todo lo suyo- y además frente a organismos internacionales. Así sucedió la semana anterior cuando el Papa dijo respecto a los pederastas "son una vergüenza para la Iglesia", expresándose de esa manera luego de haber sido la Santa Sede puesta en el banquillo de los acusados en la sede que las Naciones Unidas tiene en la ciudad suiza de Ginebra, responsabilizando a la Iglesia de la poca diligencia puesta en afrontar los miles de casos de pederastía del que fueron parte miembros del clero.

Frente a este episodio concreto, sobre los cuales hasta no hace mucho tiempo los curas rehuían hablar o se escabullían con referencias vagas e imprecisas, el Papa fue contundente y fiel a su estilo: "¿Nos avergonzamos? Tantos escándalos que no quiero mencionar singularmente pero que todos sabíamos cuáles son. Escándalos en los que algunos han tenido que pagar caro. ¡Y eso está bien!", para luego en la homilía de la misa ofrecida en la Casa de Santa Marta calificar a estos episodios como "¡La vergüenza de la Iglesia!", calificando de tal modo de una forma durísima los escándalos de pedofilia que durante tanto tiempo envolvieron a la Iglesia, y que junto a otros aspectos -como el aprovechamiento del lujo y el alejamiento de los pobres, como en reiteradas ocasiones lo señaló el Papa en estos meses- fueron el núcleo de las críticas de Jorge Bergoglio hacia adentro de su propia comunidad, lo cual tuvo como respuesta casi inmediata, el comenzar a recuperar la credibilidad que se encontraba tan cuestionada y un firme posicionamiento frente al mundo entero.

La admisión oficial del Vaticano sobre los casos de pedofilia, frente al Comité de la ONU de los Derechos del Niño, estuvo dada por parte de su representante monseñor Silvano Tomassi al declarar: "Se encuentran abusadores entre los miembros  de las profesiones más respetables del mundo y, lamentablemente, incluso entre los miembros del clero y otro personal de la Iglesia". 

Todo muy contundente. Lo que se advierte es que las denuncias sobre abusos sexuales han disminuido, pero que todavía continúan. El Papa lamenta que la Iglesia se haya convertido en el mundo en un emblema de corrupción y en motivo de "burla" de la gente. Es por eso que hace muy poco nombró una comisión de protección al menor, para tratar de contrarrestar los abusos sexuales por parte de integrantes del clero, religiosos y docentes católicos.

Tan perjudicial como los casos en sí mismo, y en especial para las víctimas que fueron en definitiva las más perjudicadas en todo este asunto, la Iglesia resultó más afectada aún por adoptar una posición de ocultamiento, en lugar de esclarecimiento y admisión, que en cierto modo había sido ya comenzado por el anterior papa Benedicto XVI, pero que ahora reforzó al máximo el papa Francisco, sin lugar a dudas ni medianías. 

Ante las Naciones Unidas, la Santa Sede reconoció la gravedad del problema, refiriéndose que ya durante el papado de Joseph Ratzinger se había proclamado la "Tolerancia cero", aunque los resultados no fueron tan contundentes como lo determinaba ese título, ya que en realidad los curas acusados de abusos sexuales durante mucho tiempo, en lugar de las severas sanciones que corresponde aplicarles, sólo eran trasladados de un lugar al otro, como forma de mantenerlos activos y además, restar repercusión al episodio. Evitar o limitar el escándalo era invariablemente el objetivo mayor frente a los casos de pedofilia, aunque en algunos casos fueron tan tremendos que excedieron toda clase de comprensión, impactando muy negativamente en la credibilidad de la Iglesia en su conjunto.

Como dato adicional, digamos que en El Vaticano se siguen recibiendo alrededor de 600 denuncias anuales sobre curas abusadores, sobre hechos cometidos en la mayoría de los casos entre 1960 y 1980.

¡Ojalá la actitud del papa Francisco pueda continuar adelante tal como se viene perfilando!

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