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Editorial Miércoles 21 de Septiembre de 2011

Salvar a Europa

La Unión Europea sigue pendulando, sin que aparezcan soluciones a largo plazo, como se necesita. La integración está en juego.

Redacción

Por Redacción

Las quiebras de las empresas o de los pequeños negocios, incluso de las grandes compañías, pueden terminar de diversas maneras, pero los acreedores de alguna manera cuenta con alguna posibilidad de cobrar -aunque sea en parte- sus acreencias. En cambio con los países no sucede de esa manera, pues ellos no quiebran, no cierran sus puertas, pues de alguna u otra manera continúan funcionando. El default, en el cual alguna clase de experiencia tenemos en la Argentina, significa otro desenlace: el alejamiento del crédito, la marginación comercial, la desconexión de los grandes centros financieros, en fin, el aislamiento, que es la manera en que se hacen pagar el costo de llegar a una determinación tan drástica como la referida.

Mucho de esta situación es lo que está viviendo el mundo de este tiempo. Estados Unidos está en serios problemas, pero su condición de potencia mayor lo preserva, incluso sigue contando con la fortaleza del dólar, que en el 65% del mundo sigue siendo utilizada como divisa de intercambio. Otro tanto sucede con Europa, donde la situación es mucho más complicada, ya que allí funciona la Unión Europea, una integración de naciones que ha comenzado a tambalear por la comprometida y dudosa perspectiva de algunos de sus miembros.

La UE viene a los tumbos desde hace tiempo, demasiado como para que no se haya tomado alguna medida realmente drástica y precisa para comenzar a subsanar los males que la afectan. Hubo tibieza, falta de decisiones, y a la vista y con sus consecuencias están los resultados. Hoy Europa necesita de firmeza, pues tanto la eurozona como su economía están en exceso comprometidas, muy debilitadas.

Para hacer una muy gráfica descripción, hasta ahora los gobiernos europeos han estado desempeñando el rol de "bomberos", es decir, apagando un fuego tras otro, pero sin implementar mecanismos que realmente se adelanten para evitar la siguiente crisis, que continúan sucediéndose como si nada. Se optó por los parches, y así se sigue a los tumbos.

Grecia tiene hoy todas las miradas, y mientras se le siguen reclamando ajustes, está como espada de Damocles la posibilidad del default y su extensión hacia otros países, tal reguero de pólvora. Es que además de la nación helénica, hay que otros países como Portugal, España, Italia e Irlanda prácticamente prendido de alfileres, mientras que otros que aún no salieron a la superficie con sus parecidos problemas, tienen situaciones de manifiesta inestabilidad financiera.

Una de las salidas que se menciona, es a largo plazo, con la aplicación inmediata de medidas de corto plazo, pero que tengan credibilidad y respaldo. Apresurar las soluciones es quizás acelerar la desintegración, sin que ello suene a exageraciones. Es lo que se considera de parte de casi todos los analistas.

Surge como evidente que la unión monetaria, sin el respaldo de un federalismo fiscal y una política económica coordinada, es poco menos que imposible que pueda funcionar, por lo cual todos los Estados necesitarán compartir ciertos y determinados aspectos de soberanía con un ente central europeo, que disponga de la autoridad y autonomía suficientes para proveer de bienes públicos a toda Europa.

Un sistema de controles, muy estricto y efectivo, es lo que se impone como primer paso para ir enfilando hacia soluciones de cierta estabilidad. Aunque la rigidez del mismo, al menos en un comienzo, deberá tener una cierta flexibilidad habida cuenta del estado diverso en que se encuentran las economías europeas, ya que no todas pueden soportar esta clase de medidas, pues en tanto algunas deberán prestar auxilio, otras sin esa ayuda no podrán recuperarse.

Así Europa quiere preservar su integración en forma completa y continuar compitiendo en el mundo globalizado, requerirá de una combinación de ingenio y esfuerzo, apuntando a una agenda ambiciosa en materia de crecimiento y empleo, apuntando al afianzamiento de la competitividad y la productividad a largo plazo.

De síntesis, desde hace varios y meses y aún en este momento, en Europa se viene actuando en lo inmediato, salvar el hoy sin mirar al mañana, y ahí estuvo el error, pues las situaciones de insolvencia se han seguido generando, sumando problema tras problema, ignorándose hasta donde Alemania y Francia por ejemplo, podrán continuar concurriendo en el salvataje. La solución definitiva y estable que Europa reclama sólo aparecerá cuando se apunte mucho más hacia adelante.

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