Por REDACCION
La economía plantea variados dilemas, pues no termina de reactivarse de la manera que no sólo aguarda el gobierno -sostenido a través de los diversos anuncios que ha venido haciendo en tal sentido, desde aquél tempranero "segundo semestre"-, sino todos los argentinos, para de tal manera poder comenzar a dejar atrás esta situación de asfixia que agobia a casi todo el conjunto de la sociedad, en especial a los asalariados, que como siempre son los más castigados cuando hay recesión, inflación y debilidad del empleo.
Uno de los últimos informes sobre política monetaria difundido por el Banco Central, desde donde Federico Sturzeneger libra una dura batalla contra la inflación, sostiene que "la baja de la inflación mejora la distribución del ingreso", siendo calificado como una reflexión más que sorprendente, pero además, debiéndose recordar que justamente la inequitativa distribución del ingreso ha sido una de las grandes deudas pendientes de casi todos los gobiernos de las últimas décadas, incluso en tiempos en que hubo muy importantes situaciones favorables en el país, como sucedió durante la docena de años de la administración kirchnerista.
Queda claro entonces que reducir la inflación además de económica tiene una dimensión social, por lo cual que lo que se resuelva en tal sentido marcha en esa dirección. Incluso, el propio ministro de Hacienda Nicolás Dujovne termina de admitir en estos días que la fijación de un tope de 17% para el nivel inflacionario del presente año será muy difícil de alcanzar, lo que exigirá la implementación de nuevas medidas en la búsqueda de ese objetivo.
Una de las decisiones más cuestionadas de estos últimos días fue la suba de tasas de las Lebac por parte del Banco Central, ya que -según se razona- a mayor costo del dinero menor crecimiento, en un escenario ya limitado por la escasa participación del crédito. Hoy, los préstamos explican apenas el 15% del PBI, una cantidad muy pequeña cuando se compara con las economías desarrolladas, y también con las de países vecinos, ya que por ejemplo Brasil tiene 67% de su PBI y Chile el 111 por ciento, quedando claramente expuestas las grandes diferencias.
Pero además de lo dicho, nada asegura que con tasas bajas haya crecimiento económico, existiendo un antecedente no demasiado lejano, cuando en el segundo mandato de Cristina Kirchner (2011-2015) la tasa de referencia era 12 puntos menor que la inflación, sin conseguirse expansión de la actividad económica.
La baja de la tasa no tiene tampoco una influencia importante en el crecimiento económico, habida cuenta de lo escaso que es el acceso al crédito por parte de las empresas privadas, siendo el más sencillo el crédito de sus propios proveedores y las utilidades, dejando el préstamos bancario como la última alternativa.
Según lo plantea el economista Diego Falcone, ¿cómo implementar un régimen de metas de inflación como el de Chile o Nueva Zelanda? "La teoría explica que el primer paso para el correcto funcionamiento del régimen de metas de inflación es que el Banco Central anuncie el objetivo de inflación de manera explícita, luego ajuste la tasa de interés para regular la cantidad de crédito disponible en la economía hasta que el nivel de actividad disminuya a fin de reducir de esa forma las presiones inflacionarias observadas. Este proceso de sintonía fina, tal como lo denominara el ex presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan, es un eufemismo para descubrir un ejercicio de prueba y error en el que incurren las autoridades monetarias hasta dar con el nivel de tasas que cumple con el objetivo de inflación".
De tal manera la posibilidad de éxito de un sistema de esta naturaleza depende de que el Banco Central tenga confianza ganada en cuanto a su credibilidad para perseguir las metas fijadas, sin ceder a las presiones, tanto internas como externas, contando además con un sistema financiero orientado al financiamiento esencialmente de la actividad económica y no a lo transaccional, como ocurre actualmente en nuestro país.
Queda entonces planteado, que el control inflacionario es determinante para alcanzar la estabilidad social.
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