Por REDACCION
A esta altura, el mundo se asemeja a un gran rompecabezas desarmado con todas sus piezas desparramadas y no tenemos seguridad de encontrarlas a todas para intentar una reconstrucción. Todavía hay muchas más preguntas que respuestas, y detrás de eso incertidumbre mezclada con amargas sensaciones, como angustia y miedo. Millones de trabajadores desconocen si conservarán su empleo en esta coyuntura de crisis que se extenderá un largo tiempo en la economía mundial. Porque más allá de que en pocos meses comience una recuperación, vaya a saber uno a qué velocidad avanzará, el daño profundo ya está hecho. Miles de empresas desaparecieron, están a punto de hacerlo o lo harán en los próximos meses incapaces de levantar las deudas que acumulan por estos días.
En Rafaela cerraron jardines de infantes, gimnasios, bares y otros comercios ante la imposibilidad de pagar los gastos mínimos más importantes, como alquileres y sueldos, sin tener seguridad sobre la asistencia gubernamental de cualquier nivel. Quedaron abandonados sin espalda para soportar una paralización total de un día para otro, sin poder reaccionar. Como ya se dijo, funcionarios que cobran muy buenos sueldos decidieron que empresas y comercios detengan su marcha para después ver cómo ayudarlos, sin plan y con una imperfecta improvisación.
El transporte de pasajeros es uno de los sectores más afectados, en todas sus modalidades. Las empresas de colectivos de toda la región se encuentran sin actividad, con un oscuro horizonte. Ni hablar de las aerolíneas de cabotaje o internacionales, teniendo en cuenta que todavía falta mucho para la normalización de los vuelos comerciales. Más allá de que en Europa se redujeron las restricciones, por ejemplo en la Argentina la actividad está suspendida al menos hasta fines de agosto. Al menos Aerolíneas Argentinas, la empresa estatal, no va a desaparecer pero le saldrá carísima a todos los contribuyentes argentinos. Como casi todos los años debido a que la empresa aérea del Estado argentino tiene como común denominador el déficit operativo.
Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo, titulado "Transporte en América Latina y Caribe: ¿será sostenible después del Covid-19? aborda la problemática de este sector clave para cualquier economía. Con la firma de Daniel Torres, el reporte afirma que mientras el coronavirus avanza, el transporte en todos sus distintos modos, servicios, infraestructuras y medios que conocemos, sufre una semi parálisis sin antecedentes.
El gran desafío, según plantea, es qué hacer para tener un transporte sostenible en la etapa post pandemia considerando tres dimensiones esenciales para la sostenibilidad de la actividad: la ambiental, la económica y la social.
Para el BID, un transporte ambientalmente sostenible contribuye a reducir la contaminación ambiental y las emisiones de gases de efecto invernadero, minimiza el uso de recursos naturales no renovables, preserva la integridad de los ecosistemas y mejora la resiliencia climática de sus servicios, modos e infraestructuras. En este contexto, destaca que el freno de la circulación de vehículos, producto de la cuarentena generalizada, ha derivado en una reducción de hasta de 50% en los niveles de contaminación del aire en ciudades como New York, con situaciones similares en China, Italia, España y el Reino Unido.
Si antes de la pandemia una posible solución para reducir la contaminación causada por el tráfico vehicular se orientaba al reemplazo de unidades que utilizan combustibles tradicionales por eléctricas, con la caída de la demanda del transporte en cientos de ciudades y el auge del teletrabajo surgen preguntas asociadas. ¿Se podrán estandarizar programas de teletrabajo en la empresas con más empleados y oficios donde la presencia física no sea esencial?, ¿Cómo acelerar el desarrollo de energías alternativas para una movilización limpia del transporte aéreo, el transporte marítimo y la cadena logística de distribución?.
Según el informe del BID, además de la rentabilidad socioeconómica de sus proyectos, un transporte económicamente sostenible debería dar mayor movilidad y accesibilidad, vía reducción en costos que perciben los usuarios por usar los servicios de transporte; reducir el costo de operación del transporte de bienes y los sistemas de transporte; mejorar la calidad y confiabilidad de los servicios y sistemas de transporte, reducir costos asociados al transporte para los contribuyentes del sistema fiscal y generar beneficios económicos amplios.
El documento remarca que un transporte socialmente sostenible debería generar suficiente cohesión social, como para facilitar el acceso a nuevas oportunidades de los grupos más vulnerables; la pandemia ha evidenciado la total dependencia de dichos grupos, al acceso universal, económicamente sostenible y seguro a través de los servicios de transporte, a la salud, la educación y, la fuente de ingreso/empleo diario.
Finalmente, señala que más que soluciones únicas para contextos económicos, sociales y, ambientales tan diversos como se observan en América Latina y el Caribe es necesario empezar desde ahora el diálogo colectivo que empujé la palanca de respuestas para el día después.
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