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Editorial Viernes 4 de Junio de 2021

Ni la pandemia logró frenarla

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REDACCION

Por REDACCION

La pandemia de Covid-19, originada en noviembre de 2019 y que desembarcó con una fuerza devastadora en el primer trimestre del año pasado en nuestro continente, sigue incrementando de una manera alarmante su número de contagios y víctimas fatales.

Los primeros números aterradores se conocieron en varios países europeos, pero una vez que el virus cruzó el Atlántico, todas las estadísticas pasaron a ser lideradas por Estados Unidos.

El coloso del Norte reportó una cantidad impresionante de casos en ambos rubros durante varios meses, hasta que una eficiente campaña masiva de vacunación, desde la asunción de Joe Biden, cambió la tendencia.

Mientras tanto, en la mayoría de los países latinoamericanos, el coronavirus no daba tregua, con Brasil claramente al frente y con un panorama sanitario desolador, de manera especial en su mayor urbe: San Pablo.

La situación no cambió demasiado en ese territorio, donde los informes, recién en los últimos días, son medianamente alentadores, pese a que las cifras se mantienen en rangos muy altos.

Toda esta introducción viene a cuento de la decisión que se conoció el pasado martes, de trasladar la sede de la Copa América... justamente a Brasil.

En principio, la competencia de selecciones más antigua del planeta debía ser organizadas, en forma conjunta, por Argentina y Colombia, pero hace ya un tiempo el país cafetero quedó desafectado por los conflictos sociales que ocurrieron en los últimos meses, con enfrentamientos que arrojaron un lamentable saldo de muertos en diferentes manifestaciones.

Toda la responsabilidad, entonces, iba a ser asumida por nuestro país, al menos, hasta la semana pasada, cuando se produjo un giro impensado, aunque en una buena medida justificado por los efectos de una segunda ola que no afloja.

Un comunicado emitido por la Conmebol anticipó la resolución, que después se encargó de oficializar el propio Gobierno argentino, sin oponer reparos a lo dispuesto por el ente rector del fútbol en este rincón del mundo.

A partir de ese momento, las especulaciones se sucedieron y las alternativas se empezaron a mencionar, con fundamentos, o sin ellos, porque fueron más las especulaciones que las certezas.

Se habló de Chile, también de Ecuador y hasta de Uruguay, aún cuando en esos tres países no existe una cantidad suficiente de estadios como para dar lugar a una programación futbolística que requiere de varias sedes.

Hasta que finalmente apareció Brasil, el gigante sudamericano, para instalarse en el centro de la escena y anunciar la realización del evento, luego de varias opiniones encontradas, que motivaron fuerte discusiones políticas y claros desacuerdos, especialmente de algunos Estados.

Hubo protestas masivas y reclamos ante la Justicia, pero ninguno prosperó. El presidente Jair Bolsonaro terminó imponiendo su postura y se encargó de comunicarla a la entidad con sede en Asunción.

Brasil, el país con mayor cantidad de títulos mundiales en su haber, volverá a constituirse en el organizador de una Copa América en la que el deporte de mayor popularidad no será el protagonista excluyente.

El fútbol, obviamente, despertará la misma pasión de siempre, pero la cuestión sanitaria deberá ser tenida en cuenta a lo largo de todo el certamen. Y en ese sentido, los protocolos no admitirán ni siquiera una mínima falla.

Contra las presunciones mayoritarias, en esta oportunidad, solo habrá de jugarse en cuatro sedes, en una nación que tiene una oferta excepcional de estadios en sus ciudades más importantes, varios de ellos reacondicionados para la Copa Mundial que se disputó en 2014.

Río de Janeiro, con su imponente y emblemático "Maracaná" se constituirá en la sede principal del campeonato, que además se desarrollará en Goiania, Mato Grosso y la capital Brasilia.

No es casualidad que el Gobierno de Bolsonaro haya marginado a San Pablo, la ciudad más populosa, a raíz de concentrar a la mayor cantidad de personas afectadas por la enfermedad que sigue tiene en vilo al mundo entero.

Ante la gravedad de la situación que se vive en el país como consecuencia de la pandemia y con la intención de minimizar los riesgos, la totalidad de los encuentros se jugarán sin público.

Además, se determinó que cada una de las delegaciones participantes tendrán que estar integradas por un máximo de 65 miembros y que cada uno de ellos tendrán que vacunarse antes del inicio del evento, que lugar de tantas idas y vueltas se podrá realizar, aunque muchos sostengan que hoy no es la mejor elección hacerlo en Brasil.

Una vez más se privilegió el aspecto comercial por sobre el deportivo. Todos vamos a estar cruzando los dedos para que nada empañe una fiesta que por historia y vigencia, generará repetidas ilusiones entre los protagonistas y renovadas expectativas entre los aficionados.

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