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Editorial Sábado 24 de Diciembre de 2011

Navidad del espíritu

Que disfrutemos una Navidad para reconfortar nuestro espíritu, alejada del materialismo que suele distraernos de los verdaderos objetivos de la vida.

Redacción

Por Redacción

La Navidad, con la presencia de Jesús, es el símbolo más trascendente y reconfortante que tenemos los católicos y creyentes en el espíritu, que es justamente el que tiene la capacidad de mostrarnos la línea más recta para conducirnos hacia valores como la comprensión, la solidaridad, la generosidad y la austeridad que imponen determinadas circunstancias, para transportarnos a una mayor grandeza espiritual. Es decir, en pocas palabras, y como forma de síntesis, la Navidad debe inspirarnos esencialmente para ser mejores, para elevarnos en la búsqueda de nuestra propia paz, que es la mejor y más trascendente participación que podemos hacer para el bien general.

Estamos sólo a horas de este acontecimiento, siempre renovado en esperanza, con una Nochebuena de especial propuesta para la reflexión, sostenida en la sinceridad y en la búsqueda de la necesaria renovación espiritual, lejos de lo material y del consumismo que suele subvertir tantas otras circunstancias de muchísimo mayor trascendencia. Tiempo de comprender y de comprendernos a nosotros mismos, que es la mejor manera de superarnos, de integrarnos con totalidad al prójimo, especialmente ese más cercano a nuestros mayores afectos.

Que no sean entonces estas jornadas de Nochebuena y Navidad los momentos del festín para el cuerpo, pero sí y muy fuertemente para el gozo del alma, motivando la elevación de los pensamientos más puros y positivos. Aprovechando también para desviar la mirada hacia otros horizontes, aquellos que contienen a tantos desvalidos y necesitados, a quienes podemos proporcionarles alivio, tanto en la asistencia material como en la espiritual, ya que muchas veces comprendiendo desde el pensamiento, podemos hacer un bien impensado. Pero también, y por sobre todas las cosas, para ser solidarios con los que menos tienen, para asistirlos en la provisión de sus mesas de Nochebuena, ya que cómo podemos ser felices y plenos, sabiendo que tantos hermanos deambulan mezclados en grandes carencias.

Justamente, son estas cuestiones, las que en fechas como esta deben ser motivo de profunda reflexión, para luego incorporarla y desarrollarla por siempre, para que tenga un valor realmente sólido y se proyecte hacia el futuro. Que no sea sólo en nacimiento de Jesús, sino esencialmente su vida, signada por la humildad, la que nos inspire, y que sea su figura la que nos motive en la participación y presencia de la única y excluyente revolución que conoció la historia humana.

Recordemos entonces que muchas situaciones son mucho más sencillo de superar con la generosidad y amplitud de espíritu, pero también con nuestro bolsillo, recordando que la satisfacción que proporciona el haber dado una ayuda, es siempre muchísimo mayor que el haberla recibido. Así de simple, pero igualmente valioso en su concepción.

Marcados algunos conceptos fundamentales en cuanto a su contenido, reiteremos entonces que esta celebración en la cual se mezclan sabiamente la fe, el amor y la esperanza, tenga una recepción de plenitud verdadera, dejando atrás las mezquindades y ofensas que a veces suelen alterarnos, para de esa manera abrir nuestros corazones hacia la unidad absoluta con todos nuestros hermanos, tal como lo somos. Es verdad que todo esta suena como conceptos hechos y repetidos en cada oportunidad de esta clase de fiestas del espíritu, y tal vez lo sean, pero es ahora cuando debemos rescatarlos en la dimensión de sus valores, para con toda nuestra energía, llevarlos a la práctica y alejarlos definitivamente como compartimientos vacíos de contenido, a cuyas escalas los llevaron justamente la falta de ejercicio en los mismos.

Se trata sin dudas de una senda en que debemos encaminarnos, ya que una vez transitándola, todo será mucho más sencillo y a la vez reconfortante.

Que esta medianoche en el brindis, cuando la familia alcance el momento de mayor plenitud en la espera de la Navidad, nada menos que el día del nacimiento de Jesús, nuestras miradas se eleven al cielo, pero especialmente se alborocen nuestros corazones, en la búsqueda de la inspiración que moviliza esa gigantesca figura de bondad, humildad, perdón y esperanza, para que se transforme en nuestra guía. Nada menos que vivir en el amor del Niño Dios, ese mismo que alumbró en Belén y aún con el tiempo transcurrido, es cada vez un manantial de agua más pura y cristalina para servirnos de ejemplo.

¡Feliz Navidad para todos!

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