Por REDACCION
Cuando la crisis socioeconómica afecta los derechos básicos, como el de la alimentación, entonces puede haber consecuencias en la salud de las personas. Y en la Argentina, con tantos problemas periódicos que afectan la economía, los ingresos de las familias y por tanto la capacidad de comprar alimentos no es extraño que puedan darse consecuencias en el ámbito de la salud pública. ¿Qué pasa cuando un niño o una niña no come todo lo que necesita para garantizar su normal crecimiento y desarrollo? En el futuro, su desempeño físico e intelectual dependerá de cómo se alimente cada día del presente. Uno de los tantos interrogantes que surge, en este contexto, cuando se trata de una niña que el día de mañana será mujer y tal vez se convierta en madre: ¿una deficiente alimentación de niña podrá tener algún efecto en su bebé?
En este contexto se inscribe un reciente informe elaborado por profesionales de la salud del Hospital de Niños "Juan Garrahan" de la Ciudad de Buenos Aires, en el que se aborda esta cuestión. En tal sentido, concluye que uno de cada 14 bebés nace con bajo peso en la Argentina, y el 10% de ellos no recupera espontáneamente la talla durante los primeros años de vida. Al participar en las Jornadas de Actualización en Endocrinología Pediátrica, endocrinólogos pediatras de ese centro de salud advirtieron que el retardo de crecimiento se da en todo el mundo y en todos los niveles socioeconómicos. Al citar un ejemplo, en madres de bajos niveles socioeconómicos predomina la nutrición inadecuada, anemia o mayor prevalencia de infecciones, mientras que en los niveles medios y altos se da por técnicas de reproducción asistida, tabaquismo o exceso de estrés, explicó Marta Ciaccio, jefa del Servicio de Endocrinología del Garrahan en declaraciones publicadas por la agencia Télam. Para la especialista, el retardo de crecimiento intrauterino se produce cuando un bebé deja de crecer durante la gestación, lo que puede dar origen a un niño con bajo peso de nacimiento (BPN). Las causas pueden ser ambientales, insuficiencia placentaria, maternas (como la edad o nutrición) y de origen genéticas o epigenéticas del propio feto, puntualizó.
Según datos de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), 7,3% de los niños presenta BPN, lo que significa una proporción de uno cada 14 recién nacidos. De ellos, un 10% no recupera espontáneamente la talla y debe ser controlado por un endocrinólogo pediatra para evaluar la causa del retraso de crecimiento y decidir el tratamiento necesario. Mientras que el 90% restante deberá ser controlado clínicamente aún cuando resuelva el problema de altura, ya que tiene más riesgo de presentar en la adultez alteraciones metabólicas y enfermedades cardiovasculares. Por esto último, es muy importante que estos niños lleven una vida saludable en cuanto a alimentación, actividad física regular, evitando aumentos bruscos de peso y consumo de sustancias tóxicas en la adolescencia (alcohol, tabaquismo).
Un trabajo reciente, de nuestro país muestra en espejo cómo aumentó la incidencia de BPN luego de la crisis económica de 2001, cuando bajó el Producto Bruto Interno. Luego, cuando se recupera el PBI, vuelve a los niveles habituales. La crisis socioeconómica afecta la nutrición, la calidad de vida y las prestaciones médico-asistenciales de prevención y protección de la salud, que son tan importantes durante el embarazo y lactancia, consignó la Dra. Ciaccio. Además, consideró que nacer con BPN no es una enfermedad, sino una condición de la que pueden esperarse problemas a corto y largo plazo. La profesional explicó que los niños con BPN tienen una prevalencia mayor de complicaciones a corto plazo como exceso de glóbulos rojos, hipoglucemia e infecciones neonatales, que pueden requerir internación y cuidados especiales. Entre las consecuencias a largo plazo puede haber talla baja en la infancia y adultez, mientras que en la edad adulta son más frecuentes las alteraciones metabólicas e hipertensión arterial, detalló.
Ante la consulta sobre la respuesta al tratamiento hormonal, la endocrinóloga pediatra apuntó que en líneas generales se traduce en 8 centímetros más de ganancia de talla adulta para las niñas y entre 9 y 10 para los varones. Para Nora Saraco, doctora en Biología Molecular y Bioquímica del Laboratorio de Endocrinología Molecular del Garrahan, quien también participó del encuentro, está descripto que en algunos casos de retardo de crecimiento intrauterino está modificada la expresión de genes, y eso está relacionado con la epigenética.
Por su parte, el sociólogo y economista de las universidades Católica Argentina y de Buenos Aires, Juan Llach, señaló que predominan las evidencias de que, junto a los factores genéticos, el nivel socioeconómico es determinante de la altura de las personas vía la nutrición de los progenitores (especialmente de la madre) y las prácticas de crianza. Sin embargo, el especialista señaló que todavía no está claro si esos determinantes pueden compensarse a posteriori con estimulación, nutrición y educación ni tampoco están claros los roles de los factores genéticos y su interacción con los socioeconómicos.
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