Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Editorial Viernes 9 de Junio de 2017

Mundo amenazado

Los atentados del terrorismo islámico se reiteran aprovechando la sorpresa.

REDACCION

Por REDACCION

Gran parte del mundo occidental, especialmente Europa y Estados Unidos, aun cuando nadie se encuentre en absoluto resguardo, vive bajo la permanente acechanza del terrorismo islámico, que sistemáticamente viene llevando adelante atentados que tienden un manto de zozobra generalizada. El más reciente de estos episodios fue en Manchester (Inglaterra), donde en un recital destinado a adolescentes, un hombre-bomba se hizo explotar  para provocar la muerte de 23 personas y dejar heridas, muchas de ellas con muy severas lesiones, a medio centenar.

Tal como vino ocurriendo en los últimos episodios terroristas de esta naturaleza, fueron cometidos por denominados "lobos solitarios", que aún contando con alguna clase de apoyo logístico, actúan solitariamente, sin conexiones ni movimiento previos que puedan despertar alguna sospecha y poder de tal manera evitar las nefastas consecuencias que están llevándose la vida de tantos inocentes, por el solo hecho de pertenecer a la civilización occidental.

Las organizaciones islámicas ISIS, Al Qaeda -ahora reactivada al asumir la conducción el hijo de Bin Laden-, el Hezbolá, los talibanes y los Hermanos Musulmanes.

El Islam, como religión semítica junto con el judaísmo y el cristianismo, no solo proclama la defensa de la vida humana sino que condena todo acto de violencia en contra de seres humanos; a diferencia de las posturas integristas o extremistas de carácter islámico, que solo usan el Islam como un método para garantizar el éxito de la propia organización y la consecución de sus objetivos, habitualmente relacionados con la obtención de poder local o regional.

La guerra y el terrorismo en cualquiera de sus manifestaciones son incompatibles, así que cualquier acción o reacción encaminada a la política del “ojo por ojo y diente por diente”, traerá sin duda resultados terribles. No resulta extraño pensar que sembrar violencia solo genera más violencia. El fenómeno del terrorismo, íntimamente vinculado con el poder, juega un papel en el intrincado mundo de la geopolítica global, donde las diversas potencias mundiales y regionales –ya sean occidentales, asiáticas o árabes– mueven sus piezas para conquistar el poder, reforzar su soberanía, imponer su ideología o incluso dominar un territorio ajeno en el complejo tablero global. La ciudadanía, en la era de la hiperinformación, tiene la enorme responsabilidad de trascender el papel de consumidores de información y buscar los análisis de mayor contraste, profundidad y argumentación para poder formarse una opinión mucho más contrastada con la realidad.

Estas nuevas metodologías terroristas, con actuaciones solitarias y sin conexión con otras células, han hecho que los servicios de inteligencia de los diversos países, en especial aquellos más amenazados, hayan perdido casi toda efectividad. Incluso las fuerzas de seguridad también han quedado a la descubierta, actuando con rapidez para esclarecer luego los episodios, pero imposibilitados de anticiparse a los mismos. En tal sentido tenemos aquí en la Argentina el tristemente recordado atentado contra la AMIA en 1994, que provocó 85 muertes y 300 heridos, sobre el cual hace unos días la Cámara correspondiente le debió reclamar al juez Canicoba Corral que "ponga empeño" en apresurar las diligencias que investiga sobre ese acto terrorista. Ni cabe siquiera recalcar que pasaron ya 23 años y todo sigue igual que entonces, dentro de una gran confusión, que incluso dos años y medio atrás le costó la vida al fiscal Alberto Nisman, que también quedó sin esclarecer debidamente.

Musulmanes viven en todo el mundo, tal como el caso reciente en Manchester donde el joven suicida era hijo de una familia libia, aunque en este caso con antecedentes de militancia extremista tanto él como su grupo familiar. Ello no puede despertar una cacería de brujas, tal como intenta hacerlo el presidente estadounidense Donald Trump, ya que el sólo hecho de pertenecer a esa raza no indica absolutamente nada, sirve en cambio para las organizaciones islámicas -hoy el ISIS es la principal en tal actividad- lo utilicen como un manto para ocultarse, aprovechándose de la facilidad del reclutamiento de jóvenes de todo el mundo que son seducidos por falsos discursos.

Seguí a Diario La Opinión de Rafaela en google newa

Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.

Te puede interesar

Teclas de acceso