Por REDACCION
El mundo entero parece haber ingresado en un tiempo de inestabilidad en todos los ámbitos, en el que una inconformidad creciente desestructura, amenaza el orden establecido y desafía a las instituciones de la gobernanza global. A la continuidad de las presuntas guerras religiosas que derivan en un terrorismo que en algunos momentos se suaviza aunque en otros golpea con toda su furia, se le agregan brotes de violencia en países donde la situación era normal más allá de tensiones lógicas.
La aparición del movimiento de los chalecos amarillos, que se moviliza incluso con niveles de violencia que tienen su pico en las calles de París, en una Francia que constituye una de las economías más importantes del planeta puede ser un llamado de atención. Lo que sucede en varios países sudamericanos como Ecuador, Chile, Bolivia e incluso Colombia demuestra que los estados alterados están en franco aumento y que cualquier chispa enciende la llama de la confrontación.
Este nuevo escenario de desconfianza y volátil donde la violencia está a la vuelta de la esquina se contrapone con la creencia que había ganado espacio a medida que los avances de la tecnología y la ciencia nos ilusionaban con un mundo en el que la prosperidad para todos era posible. Lo cierto es que las desigualdades prevalecen y a veces explican los estallidos sociales, como el de Chile, que estaba disimulado bajo un sistema aparentemente justo.
Un reciente reporte de Grupo del Banco Mundial advierte que la fragilidad, el conflicto y la violencia constituyen un problema fundamental para el desarrollo que pone en peligro los esfuerzos por poner fin a la pobreza extrema y afecta tanto a los países de ingreso bajo como a los de ingreso mediano. En este sentido, prevé que el porcentaje de personas en situación de pobreza extrema en lugares afectados por conflictos alcanzará más del 50 % para 2030. Los conflictos también generan el 80 % de todas las necesidades humanitarias y, en promedio, reducen el crecimiento del producto interno bruto en dos puntos porcentuales al año subraya el informe del organismo.
Los conflictos violentos se han incrementado drásticamente desde 2010, y el panorama respecto de la fragilidad se está tornando cada vez más complejo, concluye el estudio que incorpora las preocupaciones actuales. El cambio climático, el aumento de la desigualdad, los cambios demográficos, las nuevas tecnologías, los flujos financieros ilícitos y otras tendencias mundiales también pueden crear riesgos de fragilidad alerta el informe.
Tanto los países de ingreso bajo como los de ingreso mediano se ven afectados por estos riesgos. El Grupo del Banco Mundial enfoca su atención en abordar la fragilidad, el conflicto y la violencia, y para ello pone énfasis en la prevención y en la adopción de medidas en forma temprana. Además, con la premisa de morigerar daños, mantiene sus actividades cuando existen conflictos activos, así como en los países en proceso de transición a la paz. Una colaboración más estrecha con asociados de los ámbitos humanitario, del desarrollo, de la promoción de la paz y de la seguridad es fundamental para lograr resultados en entornos difíciles, como es el caso de la respuesta del Banco frente a las hambrunas, sugiere en un llamado a la solidaridad global y una exhortación a no bajar los brazos.
En este sentido, el informe sostiene que el desplazamiento forzado es una crisis del mundo en desarrollo que debe abordarse mediante una acción colectiva. A fines de 2015 había 65 millones de refugiados y personas desplazadas internamente, de los cuales el 95 % vivía en países en desarrollo y más de la mitad se encontraban desplazados por más de cuatro años, lo cual recorta cualquier posibilidad de planificar un futuro junto a una familia echando raíces en un lugar. La causa de esta crisis son los mismos 10 conflictos que han dado cuenta de la mayoría de las personas desplazadas forzosamente cada año desde 1991, las cuales han sido acogidas sistemáticamente por unos 15 países, en su gran mayoría también pertenecientes al mundo en desarrollo, agrega.
Con cierto pesimismo pero con un llamado a la acción implícito, el reporte advierte que el panorama mundial de la fragilidad ha empeorado significativamente: en la actualidad hay más conflictos violentos que en los últimos 30 años; asistimos a la mayor crisis de desplazamiento forzado desde la Segunda Guerra Mundial; la violencia interpersonal y de pandillas alcanza niveles elevados; los conflictos son el factor causante del 80 % de todas las necesidades humanitarias, y la falta de seguridad se está convirtiendo en la norma en muchas regiones.
En este escenario inquietante, no hay otro remedio que sostener los esfuerzos para promover la paz y la prosperidad.
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