Por REDACCION
Los niños y las niñas tienen derecho a tener derechos en estas tierras latinoamericanas y caribeñas de desigualdades y esperanzas, de entusiasmos y violencias, escribió María Cristina Perceval, Directora Regional de UNICEF para América Latina y el Caribe en un documento publicado a finales del año pasado en homenaje a este gran logro firmado el 20 de noviembre de 1989 que se conoce como la Convención de los Derechos del Niño. A casi 30 años de aquel que bien podría calificarse como "un pequeño paso para el hombre pero un gran salto para la humanidad" y en este Día del Niño que se celebra en la Argentina, bien vale la pena repasar el estado de situación en la materia.
En efecto, la Convención sobre los Derechos del Niño es un tratado internacional aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas que se firmó en 1989, mediante el cual se enfatiza que los niños tienen los mismos derechos que los adultos, y se subrayan aquellos derechos que se desprenden de su especial condición de seres humanos que, por no haber alcanzado el pleno desarrollo físico y mental, requieren de protección especial. El texto contiene un conjunto de normas para la protección de la infancia y los derechos del niño. Esto quiere decir que los Estados que se adhieren a la convención se comprometen a cumplir los 54 artículos que consagran el derecho a la protección de la sociedad y el gobierno.
La Convención se estructura en tres fundamentos o principios básicos: los derechos son universales, por lo que deben ser garantizados y protegidos para todos los niños por igual; los derechos son indivisibles, en tanto no existe jerarquía entre ellos y por último los derechos son interdependientes, es decir que, para garantizar el cumplimiento de uno es necesario garantizar efectivamente los demás. Además de estos postulados, la Convención establece principios orientadores que guían la interpretación de lo establecido: el interés superior del niño, el derecho a la no discriminación, el derecho a la vida, la sobrevivencia y el desarrollo y, por último, el derecho a la libertad de expresión y a ser escuchado.
Todos los países de América Latina y el Caribe han ratificado la Convención, asumiendo así el compromiso de garantizar, proteger y promover los derechos de niños, niñas y adolescentes, así como de generar las condiciones para que estos puedan exigir su cumplimiento.
A casi 30 años del hito histórico de la aprobación de la Convención, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) publicaron recientemente un documento en el que se sintetizan algunos elementos destacados del contexto de aplicación de la Convención en la región y se presentan los avances y desafíos pendientes respecto de los principales indicadores para una selección de derechos. Se han analizado el derecho a la educación, a la salud, a la alimentación y a la vivienda, a la vida y a un desarrollo saludable desde los primeros años, a vivir una vida libre de violencia, a la protección frente a la explotación comercial y el trabajo infantil, a un nivel de vida digno, a la seguridad social, a la identidad y a la participación y el bienestar adolescente.
Los desafíos que la región enfrenta con relación al cumplimiento de los derechos de todos los niños, niñas y adolescentes se enmarcan en la aspiración de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible y de que, hacia 2030, sea posible afirmar que se ha avanzado de forma sostenida hacia la consecución de la meta de no dejar a nadie atrás.
¿Qué pasa en la Argentina? La pobreza afecta a casi la mitad de la población infantil, según el último informe de Unicef. El 46,8 por ciento de los chicos de menos de 14 años vive en situación de pobreza. Dentro de ese universo el 10 por ciento vive en la indigencia. De acuerdo con el último informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, el riesgo alimentario en la infancia se incrementó un 35 por ciento en el último período interanual. En total, son 1.6 millones de niños y adolescentes quienes se ven privados de al menos una comida diaria en la Argentina. Se trata de estadísticas dolorosas de asumir y que deben impulsar a la acción porque evidentemente la política, las instituciones y la sociedad en general no hay logrado avanzar hacia un modelo de crecimiento y desarrollo sustentable que garantice una vida digna de todos sus habitantes, especialmente los más chicos.
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