Por REDACCION
La inflación estructural atraviesa décadas de la economía argentina y tal lo comprobamos por estos días es inmune a las distintas recetas aplicadas. Ni los médicos de aquí ni los del Fondo Monetario Internacional con sus manuales de política económica han podido desarrollar la cura para esta enfermedad que impide una vida normal tanto a la gente como a las empresas, comercios o instituciones. Esa sensación se imprevisibilidad que domina al país lo torna un desafío permanente para los más audaces que quizás se motivan con tantas dificultades que acostumbran a avanzar con a pura adrenalina pero al mismo tiempo se convierte en una carga, o una sobrecarga para el resto al que le gana el desaliento.
En cada elección la promesa de campaña se basa en un compromiso para cambiar, controlar la inflación y luchar contra la pobreza. Sin embargo, se suceden los gobernantes y el país parece siempre caminar en una cinta de gimnasio, en el mismo lugar. Ahora se insiste en que se han dado pasos hacia adelante aunque todavía no se pueden advertir en la superficie. Ojalá que así sea, en este país siempre hay que esperar, es decir desde el poder se reclama paciencia y sacrificio para darle tiempo a actuar a las medicinas aplicadas. La empírica muestra que los resultados son generalmente los mismos, no hay demasiadas diferencias.
Dado el fresco recuerdo de la campaña anterior, ¿por qué esta vez hay que creer en el discurso político y su decálogo de acciones para mejorar la Argentina? La palabra esta tan devaluada como el peso, y quizás la de los dirigentes políticos más todavía. ¿Cómo recuperar credibilidad? Cumpliendo lo que se promete, respondería incluso un niño de 6 años. No hay secretos, simplemente se trata de hacer lo que se dice, las palabras y luego los hechos.
El cambio a entrado en crisis, el liderazgo de Mauricio Macri está en duda más allá de los impulsos por demostrar firmeza en las acciones. Como también había hecho eclosión el modelo gestionado por Cristina Kirchner hasta 2015 que ya no tenía nada para darle a los argentinos, saturados de la verba y de un horizonte oscuro en ese momento por la falta de acceso al dios dólar ante la caída de las exportaciones, la imposibilidad de recurrir a los mercados financieros tradicionales y el agobio de la crisis energética. Lo bueno es que funcionaban las paritarias y por tanto la sensación de que la carrera entre el salario y la inflación era más pareja que en la actualidad, eso es lo que recuerda la mayoría de los argentinos por estas horas para tener una mejor imagen de aquellos días que del presente que nos toca.
Sin más respuestas en el botiquín de primeros auxilios ni en la farmacia, el Gobierno nacional no quiso pero debió recurrir a la curandera del barrio para que al menos intente un par de movimientos contra la inflación. Así recobraron protagonismo paliativos como precios cuidados que solo por la lógica del capricho del cambio maquilla su nombre con el de "precios esenciales", y el programa de financiamiento Ahora 12. ¿Funcionarán? Difícil anticiparlo, pero no hay mucho para confiar más allá del intenso deseo de que realmente de resultados.
La canasta limitada de 64 productos esenciales ya es un comienzo poco esperanzador. Y después que fabricantes y supermercados cumplan el acuerdo es otro cantar. El pacto de caballeros en un país de palabra devaluada no es prometedor. ¿Será creer o reventar? Para controlar el programa, la Secretaría de Comercio Interior, Ignacio Werner pidió a las organizaciones de defensa del consumidor que alerten por faltantes o subas de precios no pactadas. Actualmente esta secretaría cuenta con 350 inspectores para controlar los 2.415 puntos de venta del programa Precios Cuidados, donde está incluido el Precios Esenciales de Cambiemos.
Al menos estas acciones del Gobierno le permite ganar tiempo: si bien son una respuesta a los reclamos de la gente que exigía medidas contra la inflación a un equipo de funcionarios paralizados, resignados (y quizás aterrorizados). Hay que determinar si este pobre kit de herramientas que desempolvó el Gobierno fue por la presión popular o ante el creciente temor de perder las elecciones presidenciales que se avecinan. Quizás una mezcla de ambos factores.
Lo cierto es que en este escenario revuelto de la Argentina de 2019 el acuerdo en torno a precios esenciales ya está en marcha, aunque sea en forma parcial. Y parece mentira pero detrás de estas poquitas acciones parece librarse en modo aún silencioso cómo será el país en los próximos cuatro años. Es que si estas medidas mejoran la salud del paciente, es decir la economía, es probable que Macri se asegure gobernar otros cuatro años y el tiempo para ver los frutos de los esfuerzos que le pidió hacer a los argentinos -que es aguantar, nada menos, nada más-. En definitiva, cosechar su siembra, que hasta ahora solo dio algunos brotes verdes en el pasado cercano pero que no lograron superar con éxito la primera tormenta.
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