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Editorial Viernes 29 de Abril de 2011

Llamado por la paz

En su mensaje de Pascua, el Papa pidió que el diálogo reemplace a las armas en los países del norte de Africa.

Redacción

Por Redacción

El mensaje del Papa Benedicto XVI en ocasión de la celebración de Pascua, estuvo cargo de un fuerte contenido político, dirigido esencialmente al reclamo para que se ponga punto final a la guerra que se libra en Libia y Costa de Marfil, como así también que se produzca una acogida solidaria con los prófugos y refugiados de otros países, donde las condiciones de violencia y persecución están haciendo estragos en la población. Teniendo esto último una práctica muy concreta y directa en la misma plaza de San Pedro, en esos momentos de la festividad de la cual participaron 150.000 fieles, ya que allí se había refugiado un centenar de gitanos rumanos muy pobres, quienes habían sido desalojados por la comuna de Roma, lo cual hizo vivir un difícil momento por el partido que en favor de ellos tomó gran parte de los fieles, lográndose finalmente distender la situación cuando el mismo Papa intervino en la cuestión.

Concretamente, el Sumo Pontífice en su mensaje "urbi et orbi", el cual fue cerrado con el tradicional saludo de augurios pascuales pronunciado en 65 idiomas, pidió por la paz y la libertad en el norte de Africa y Oriente Medio, dos regiones del mundo que hoy se encuentran bajo un fuerte estado de conmoción debido a guerras y convulsiones sociales. Con relación a Libia, donde las vidas humanas son barridas de un plumazo sin ninguna clase de contemplación, reclamó que el uso de las armas sea reemplazado por la diplomacia y el diálogo, sosteniendo que "el aleluya pascual contrasta aún con los lamentos y los clamores que provienen de tantas dolorosas situaciones debido a la miseria, el hambre, las enfermedades, las guerras y la violencia".

Justo en el escenario que hace 6 años Benedicto XVI salió por primera vez al Balcón de las Bendiciones tras ser ungido Papa, en esta ocasión y portando la tradicional vestimenta dorada en señal de fiesta, a bordo de un vehículo blanco recorrió la plaza San Pedro saludando a la multitud allí reunida, instantes antes del inicio de la ceremonia durante la cual -y luego de las diversas instancias que se fueron sucediendo- pronunció el aludido mensaje con los reclamos referidos más arriba.

La preocupación del jefe de la Iglesia quedó claramente expuesta en el contenido de su mensaje, ya que las crisis aludidas en lugar de mostrar alguna perspectiva de solución, están cada día que pasa agravándose más y por lo tanto alejándose de la posibilidad de arreglo, justificando entonces sus palabras en el sentido de "en nuestro mundo se abran las vías de la libertad, la justicia y la paz".

Muy directamente, y sin recurrir a generalidades, el Papa pidió que tanto en Libia como Costa de Marfil, dos países que viven en medio de una cruenta y descarnada guerra civil, se permita el ingreso a los mismos de socorros humanitarios para asistir a quienes más sufren las consecuencias de la confrontación, y que su permanencia en el lugar pueda extenderse hasta que se reponga la convivencia entre la población, hoy enfrentada por cuestiones políticas, sociales y étnicas.

Justamente, esta situación ha derivado en la dramática situación que deben afrontar decenas de miles de refugiados, huyendo de la miseria, la pobreza, el hambre y las enfermedades que existen en esos país, buscando en Europa la esperanza de poder recomponer sus vidas. Por ellos afirmó el Pontífice "que llegue la solidaridad de todos a los numerosos prófugos y refugiados de los países africanos".

No dejó tampoco de lado el difícil momento que vive Japón, azotado con una catástrofe de magnitud inusitada, como así también de todos aquellos países que se han visto afectados por este tipo de calamidades naturales.

El mundo entero aguarda que la solicitud del Papa en el domingo de Pascua se pueda hacer efectiva, ya que en el caso de Libia participaron fuerzas de otros países, mientras allí se desangran las del bando regular del dictador Kadafi y los opositores a su régimen de 40 años que reclaman poder vivir en libertad. La intervención de organizaciones mundiales, como la OTAN por ejemplo que dispuso la asistencia de los rebeldes que estaban siendo aplastados, puede resultar decisiva en cuanto a la aspiración del restablecimiento de negociaciones pacíficas.

"Que la diplomacia y el diálogo reemplacen a las armas", fue el reclamo directo del Sumo Pontífice, tanto en el caso de Libia como el de Costa de Marfil, aunque también puede ser extendido a otros países del convulsionado norte africano, como el caso muy preciso de Siria, donde la violencia es cosa de todos los días, con un saldo altísimo de vidas.

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