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Editorial Jueves 21 de Mayo de 2020

Límites de la educación virtual

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REDACCION

Por REDACCION

En marzo, cuando las clases se habían iniciado en los tres niveles educativos obligatorios en tanto las universidades se encontraban poniendo a punto para el comienzo de la actividad en sus aulas, la pandemia del coronavirus llevó al Gobierno nacional a instaurar una cuarentena estricta que detuvo la marcha de medio mundo y forzó a elegir otro camino. Se cayeron rutinas familiares, laborales, de ocio y de entretenimiento. Se aceleró la transformación en áreas de producción, comercio y servicios con el trabajo a distancia, un proceso que en realidad irrumpió hace años aunque ahora se impone porque no hay otro remedio ante la necesidad de reducir la circulación de personas como receta para bajar la velocidad de contagio de la enfermedad. El confinamiento en los hogares canceló las salidas a clubes, cines, paseos recreativos y la práctica de actividades físicas al aire libre, potenciando el acceso al entrenamiento a través de las ofertas virtuales: la televisión e internet pasaron a un primerísimo plano. 

Y la educación también debió echar mano de la virtualidad para evitar un tiempo improductivo y perdido justo a la salida de las vacaciones de verano. Hace dos meses que los alumnos dejaron ir a las escuelas para ampliar sus saberes y, al igual como los docentes, debieron adaptarse a los nuevos tiempos de vinculación no presencial. En Buenos Aires, los colegios privados pujantes ya venía desarrollando sistemas de enseñanza a través de entornos virtuales, por lo que se dio casi naturalmente este cambio, más allá de que la velocidad fue más alta por las circunstancias. 

En Santa Fe, docentes y estudiantes tuvieron que buscar las formas, algunos con mayor entusiasmo y otros con grandes dificultades porque cuesta familiarizarse de un día para otro con el manejo de programas de enseñanza nuevos. Todo esfuerzo vale la pena en pos de la educación de las futuras generaciones, sin embargo los límites se hacen presente generando o ampliando desigualdades. 

El primero está dado por la falta de relación directa entre maestros y alumnos. La implementación de las nuevas tecnologías en las aulas educativas de América Latina no reemplazará el papel de los maestros, que deben convertirse en guías para el uso de toda la información generada con esos recursos, afirmó la directora de la Unesco para América Latina, Cecilia Barbieri en una entrevista de julio de 2017 con la agencia de noticias española Efe. 

La otra problemática ligada al desarrollo de los procesos pedagógicos a través de plataformas digitales reside en el acceso a los servicios en un país donde casi la mitad de su población vive en la pobreza. A esto hace referencia uno de los últimos estudios del Instituto de Desarrollo Social Argentino (Idesa), en el que se señala que en la mayoría de los países, la educación es la actividad que más implacablemente sufrió la disrupción. Las clases fueron discontinuadas y los niños y jóvenes confinados en sus hogares.

El reporte diferencia lo que sucede en los países del hemisferio norte, donde la discontinuación fue transitoria ya que los niños y jóvenes están volviendo a la escuela luego de dos meses de suspensión, de lo que pasa en Argentina, donde la situación es mucho más complicada porque todavía no experimentó el pico de contagio y le queda todavía atravesar el invierno. Las autoridades descuentan que recién en agosto se evaluará la posibilidad de volver a las aulas mientras el Consejo Federal de Educación ya acordó que no habrá calificaciones numéricas mientras dure la cuarentena.

En tanto, se propone que las clases se sigan desarrollando de manera virtual, es decir, a través de computadora e internet con los docentes a distancia. Para evaluar las implicancias de este tipo de metodología pedagógica se puede apelar a algunos datos del INDEC, que muestran que en Argentina, el 63% de los hogares con niños tiene computadora. Además, reflejan que en el 40% de los hogares más pobres, sólo el 49% tiene computadora. Y que en el 40% de los hogares de mayores ingresos, el 94% tiene computadora.

Ante este orden de cosas, Idesa advierte que los datos muestran que la afirmación de que la educación sigue funcionando con las escuelas cerradas es falsa. Esto puede ser cierto entre los niños y jóvenes de los hogares de mayores ingresos, pero para una alta proporción de alumnos que habitan los hogares pobres no es posible porque no cuentan con los medios para hacerlo. Por eso, plantear que las escuelas pueden seguir cerradas hasta agosto o setiembre implica una enorme discriminación en desmedro de los niños más humildes, es ampliar la brecha social.

Las evidencias también señalan que no tener clases tiene efectos negativos en los niños cuando son adultos, plantea el estudio, que además considera que el sistema educativo argentino ya estaba en crisis antes del coronavirus. En las pruebas PISA 2018, Argentina calificó por detrás de Chile, Uruguay, Brasil y Colombia e igual que Perú, cuando hace 20 años Argentina lideraba la región y se ubicaba muy por encima de Perú. El confinamiento potenciará esta decadencia, concluye.





 

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