Por REDACCION
Un desastre tendría que ser suficiente, pero la pandemia está provocando otro, también preocupante.
El daño colateral a la salud pública mundial se está extendiendo de una manera incontrolable desde que apareció en el centro de la escena el Covid-19.
La principal dificultad es que no se tratan otras enfermedades. Especialmente alarmante es la interrupción de las campañas de vacunación que se observa en varios países contra el sarampión y la poliomielitis.
Históricamente, las campañas que se llevaron a cabo en los últimos años para erradicar el sarampión y la poliomielitis tuvo un gran éxito, estimándose que la inoculación contra el sarampión evitó nada menos que 23,2 millones de muertes entre 2000 y 2018.
Durante ese período, ochenta y tres países fueron certificados como libres de sarampión. Pero la enfermedad comenzó a repuntar después de 2016, según la Organización Mundial de la Salud y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos.
El número de casos de sarampión reportados aumentó de tal manera en 2019 que alcanzó el registro más alto en 23 años. Las muertes por sarampión en todo el mundo, se incrementaron en casi un 50 por ciento desde 2016, cobrando un estimado de 207.500 vidas solo el año pasado.
De acuerdo a las informaciones surgidas de distintos estudios, la razón principal del repunte fue que no se vacunó a los niños en los tiempos previstos.
Ahora, la pandemia de coronavirus se sumó a estos males. Los bloqueos y las interrupciones del transporte han contribuido a posponer las vacunas y los temores de contraer el virus han impedido que las personas reciban las respectivas dosis.
"Esto se vio reflejado en una caída en picada de la adopción de la vacunación en muchos países, que llegó hasta un 50 por ciento durante la crisis", consignó el informe de la OMS y UNICEF.
Además, las campañas de vacunación contra el sarampión y la poliomielitis se detuvieron inicialmente durante la pandemia para prevenir la infección de los trabajadores de salud y las comunidades.
"El resultado de esa pausa es que más de 94 millones de niños no recibieron la vacuna contra el sarampión solamente", aseguraron diferentes organismos sanitarios.
Desde que el Covid-19 se convirtió en la mayor y casi excluyente preocupación se detuvieron más de 60 campañas de vacunación contra la poliomielitis que estaban planificadas en 28 países.
Esa situación respondió a la preocupación por la seguridad de los trabajadores y la necesidad de utilizar la infraestructura existente para responder a la pandemia.
Ahora, lamentablemente, hay crecientes brotes de polio. La transmisión del poliovirus salvaje está aumentando en los dos países restantes donde es endémica, Afganistán y Pakistán.
"Si no se controla, esta situación plantea un riesgo cada vez más alto de brotes explosivos y una posible mayor propagación internacional de la poliomielitis y el sarampión", aseguran los profesionales.
Mientras tanto, la OMS y UNICEF están pidiendo a los países que reanuden la inmunización, con precauciones, y que respondan a los brotes urgentes.
Pero al mismo tiempo, solicitan a los donantes 255 millones de dólares adicionales para el sarampión y 400 millones de dólares para el apoyo de la campaña de vacunación contra la poliomielitis en países de ingresos medios que no son elegibles para recibir ayuda de la Alianza de Vacunas.
Pero también la pandemia también afectó a los programas de VIH, tuberculosis y malaria.
El tratamiento de enfermedades no transmisibles, como diabetes, cáncer, hipertensión y ataques cardiovasculares, también genera preocupación por la escasez de personal, camas de hospital y los siempre imprescindibles equipos de protección, entre otras cosas.
Si se constata entre tantas preocupaciones una buena noticia en esta sombría perspectiva, es que las largas batallas contra la poliomielitis y el sarampión produjeron redes capacitadas y conocedoras de trabajadores de la salud y personas que están facultadas para contrarrestar una siempre destructiva desinformación.
El desafío prioritario que la salud tiene por delante es luchar contra el Covid-19, pero ello no implica desatender las necesarias campañas de vacunación contra otras enfermedades al mismo tiempo.
Pero no solamente deben tenerse en cuenta las aplicaciones masivas de las vacunas tradicionales, a la que se agregará próximamente la tan ansiada que estará destinada al coronavirus.
También es importante que los pacientes crónicos realicen las consultas que eran habituales antes de la pandemia. Es una obligatoriedad en estos tiempos, donde se les resta importancia a ese tipo de seguimientos.
Los números atormentan a la gente cuando la referencia está destinada al coronavirus, pero no hay que perder de vista lo que ocurre con otro tipo de patologías, que no deben obviarse.
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