Por REDACCION
Antes de la pandemia del coronavirus, al menos cuatro de cada diez argentinos vivían en una situación de pobreza, una cifra preocupante entonces y que ha crecido notoriamente después de la paralización de la actividad economía, aunque los números no son concretos.
La asistencia social que está brindando el Gobierno a los sectores de mayor vulnerabilidad, sólo pueden maquillar una realidad que ya nadie puede desconocer.
El aislamiento social, que ya superó el centenar de días, resquebrajó muchas estructuras, hasta virtualmente derrumbarlas.
La batalla para tratar de evitar la propagación del virus, que dio resultados satisfactorios durante un buen tiempo, hoy muestra algunos flancos débiles, obviamente aprovechados por la pandemia, que está golpeando con fuerza en diferentes regiones, pero especialmente en Capital Federal y en la provincia de Buenos Aires, causando miles de contagios diarios y una cantidad de muertes impensada hasta poco tiempo atrás.
A la emergencia sanitaria ya indiscutida en busca de mejorar las defensas del sistema de salud ante el avance del coronavirus, le sucederá una dramática situación económica, que desde el Gobierno se intenta minimizar con los mensajes optimistas, que de todos modos, no transmiten confianza.
La cuarentena estricta, que se extenderá hasta el próximo 17 de julio, parece no haber respondido a las expectativas sanitarias, aunque vale la pena aclarar que el brusco descenso de las temperaturas atentó contras las buenas intenciones.
Las últimas mediciones económicas, son definitivamente alarmantes. Las caídas se advierten claramente en todos los sectores de acuerdo con esas estadísticas, que son aceptadas por el propio Gobierno.
Los subsidios públicos deben interpretarse como un parche, que no alcanzan a cubrir las necesidades elementales para sus destinatarios, que por estos tiempos intentan sobrevivir con dignidad.
Hoy, millones de personas están aguardando el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) como un sorbo de agua en el medio del desierto. Esos 10.000 pesos, que se vienen otorgando desde abril, tienen un valor mínimo y casi insignificante para contribuir a las economías familiares.
La mayor preocupación, hoy no es diferente a la que se viene manifestando desde que se ordenó la primera cuarentena, en el ya lejano mes de marzo. La gente quiere trabajar, pero esa necesidad sólo encuentra respuestas favorables en algunos sectores, que pudieron retomar sus actividades.
Otros, en cambio, siguen implorando por las reaperturas de sus comercios, que a esta altura de las circunstancias ya es muy problemático que se recuperen.
Así las cosas, el panorama es bastante desalentador como para ilusionarnos con una reactivación en el corto o aún en el mediano plazo.
Mientras tanto, sigue avanzando la cuenta regresiva hacia el 17 de julio, pero nadie está en condiciones de garantizar que luego de esa fecha se pueda comenzar a transitar la "nueva normalidad".
Una definición que no es demasiado tentadora, de manera especial, para quienes habitan en los lugares más afectados.
Por el contrario, en algunos lugares ya vuelve a mencionarse un término que se había utilizado en el inicio de la pandemia y que últimamente había quedado relegado: flexibilización.
Córdoba dio el puntapié inicial en ese sentido y el gobernador Schiaretti ya habló de la reapertura de algunos servicios, no solamente para favorecer a los sectores más relegados, sino también para que la gente pueda salir del encierro.
Después, se verá si la medida fue adecuada o si por el contrario habrá que dar marcha atrás, como ya ocurrió en oportunidades no tan lejanas.
El tema de la circulación comunitaria del virus es lo más preocupante y ayer los cordobeses tuvieron un llamado de atención con un importante números de contagios. Este repunte mantendrá en firme la resolución de Schiaretti?
Es una de las tantas preguntas que se realizan por estas horas. También en los dos centros donde se registran los mayores focos, que son Buenos Aires y Capital Federal.
Kicillof y Larreta, cada uno a su turno, reconocieron que podría disponerse una medida no tan estricta como la que estará vigente hasta dentro de poco más de una semana, aún cuando íntimamente reconozcan que asumirán un riesgo que hoy es impredecible.
Obviamente, que nada es sencillo por la situación que se está viviendo, pero también está claro que la paciencia de quienes la pasan mal se continúa deteriorando.
Será cuestión de esperar que esta nueva cuarentena llegue a su fin para tener mayores precisiones sobre el futuro que se viene. Lo que debe quedar en claro, es que la historia cambiará y que tendrá que dar un giro de 360 grados para que la tan ansiada reactivación pueda darse en el menor tiempo posible.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.