Por REDACCION
Tanto se habló del hambre en la Argentina en los últimos tiempos, como directa consecuencia de la pobreza, que hemos perdido de vista lo que ocurre en el resto del mundo con ese flagelo, que es imposible de erradicar.
En su último informe del año recientemente finalizado, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se refirió a los escasos avances que se concretaron para minimizar esa preocupante realidad global.
La malnutrición es un problema que afecta a muchísimos países y a millones de personas. El evidente retraso que se observa en el crecimiento infantil por un lado y la obesidad por el otro, están muy lejos de encontrar una solución.
Se menciona, concretamente, a dos extremos en materia de alimentación, que como tales, no son buenos, pero que reflejan la complejidad del tema.
Al margen de lo consignado por la FAO, se expresaron en términos similares otros organismos internacionales, como el Programa Mundial de Alimentos (PMA), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF.
Africa muestra los índices más altos y preocupantes en la gran mayoría de sus países, aunque están aquellas naciones donde las dificultades alcanzan otros registros, que si bien preocupan, no son demasiado considerables.
No le va en zaga Asia, donde la superpoblación genera inconvenientes lógicos, de manera especial en los países con mayor cantidad de habitantes, que ni siquiera pueden autoabastecerse y deben recurrir a la importación de los alimentos básicos.
En líneas generales, son los continentes más castigados, seguidos por América Latina, donde el hambre afecta a los sectores más carenciados, que hoy están sumergidos, en algunos casos, en una pobreza extrema, justamente por las necesidades elementales de la población en materia alimentaria.
Venezuela vive desde hace un buen tiempo esa falencia, lo que motivó en los últimos tiempos un éxodo masivo de quienes emigraron a otros países de la región en busca de nuevas oportunidades.
Las fronteras de Colombia y Brasil, vieron cómo los caribeños se trasladaron hacia otros destinos en interminables y extenuantes peregrinaciones, tras desprenderse de afectos y pertenencias.
Además de las inestabilidades económicas, deben tenerse en cuenta distintos factores a la hora de justificar por qué el hambre es una de las mayores problemáticas que necesitan resolverse de manera imperativa.
Las cifras que se proporcionaron en Argentina y que tienen una relación directa, entre la pobreza y el hambre, se incrementaron porcentualmente de manera notable y dan cuenta de un panorama también alarmante.
La precariedad laboral y la falta de trabajo calificado, son apenas dos factores que aumentaron los números, que no pararon de crecer por los desaciertos económicos.
Retomando un análisis global, hoy está claro que todas las políticas que se están implementando no son suficientes para avanzar hacia el denominado Objetivo de Desarrollo Sostenible de Hambre Cero para el año 2030, como se viene pregonando desde los organismos internacionales.
Pero entre tanta oscuridad, se puede visualizar una luz de esperanza y algunos temas puntuales. Si bien debe aceptarse que los datos son elevados, se pudo advertir una baja alentadora en el retraso del crecimiento infantil.
De los 165 millones de niños menores de cinco años que estaban afectados por la malnutrición en el año 2012, se pasó a los 151 millones en todo el mundo.
La cifra, obviamente, de todos modos, es demasiado elevada y el mayor aporte lo realizan los dos continentes más pobres, Africa y Asia.
Hoy se está hablando de una reducción importante, que adquiere una mayor relevancia si se tiene en cuenta el aumento poblacional en el segmento comprendido entre los niños de cero a cinco años.
Los valores más altos se dan en los países asiáticos, donde uno de cada diez menores de cinco años tiene bajo peso en relación a su estatura, muy lejos de América Latina, donde se da esa dificultad en uno de cada 100 casos.
Todos los datos que se están manejando sobre el tema son tan preocupantes como los que se dieron a conocer en materia de obesidad, a tal punto que uno de cada ocho adultos tiene sobrepeso. En este caso específico, se mencionó que forman parte de ese segmento, nada menos que 672 millones de personas.
A diferencia de lo señalado en el informe precedente, ese fenómeno se observa con mayor frecuencia en América del Norte y en particular en los Estados Unidos, por la comida "chatarra", que es muy típica en ese país.
Es un hecho que nadie desconoce, porque los ciudadanos norteamericanos son adictos a las comidas rápidas y tienen una muy especial predilección por las cadenas multinacionales que atienden esa demanda.
Lamentablemente, esa costumbre alimentaria se ha extendido últimamente a otros lugares del mundo, a raíz del desembarco de esas franquicias, como Africa y Asia, donde la tendencia alcista ya empieza a observarse.
Los estudios, realizados con una precisión casi absoluta, arrojan un balance que no se puede explicar de una manera sencilla, toda vez que dentro de un mismo hogar, en un elevado porcentaje de los relevamientos efectuados se llegó a la conclusión que están conviviendo el hambre y la obesidad.
El mayor desafío de la FAO es lo suficientemente preciso como para despertar la ilusión de quienes vienen trabajando en el proyecto de erradicar el hambre antes del año 2030. Una tarea difícil, pero no imposible, aseguran desde el organismo, en un análisis cargado de optimismo si se tiene en cuenta una complejidad de alto grado, como la que estamos planteando.
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