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Editorial Domingo 8 de Agosto de 2021

La fe, el pan y el trabajo

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REDACCION

Por REDACCION

Cada vez que el almanaque marca el 7 de Agosto, surge en nuestra castigada Argentina una movilización silenciosa de fieles que siente la obligación de agradecer por el pan y el trabajo que tienen. O también pueden tener la necesidad de pedir pan y trabajo. En cierta forma, bajo el antiguo y popular refrán que dice "la fe mueve montañas" surge y crece la esperanza de conseguir y conservar el trabajo como herramienta para cubrir al menos nuestras necesidades básicas. La fiesta de San Cayetano sintetiza de alguna manera la situación de las personas que están ocupadas y agradecen por ello, también de aquellas que teniendo trabajo no perciben una remuneración digna y claro, la de aquellas que directamente no disponen de un empleo. 

En un país saturado de contrastes, en el que el discurso político se torna demagógico al enarbolar las banderas de la cultura del esfuerzo y el trabajo para recrear una sociedad más justa y con bienestar para todos, lo cierto es que son los planes sociales los que han germinado prolíficamente. Si bien emergieron en tiempos de crisis socioeconómicas profundas y generalizadas como una solución temporal para miles de familias sin ingresos permanentes, las ayudas sociales han echado raíces: incluso hay generaciones de niños ya adolescentes que no han visto trabajar a sus padres. Así, el valor del trabajo y el esfuerzo propio como medio para alcanzar una vida plena se ha desdibujado para una franja de la población, vaya a saber con qué resultados. 

En este marco, miles de argentinos no tienen más remedio que pedirle a San Cayetano lo que los políticos y funcionarios no pueden o no quieren hacer: crear las condiciones para que el país crezca con inclusión e igualdad, garantizando reglas claras para la inversión y la creación de trabajo de calidad. Como se suele remarcar en esta columna, los indicadores socioeconómicos desmienten cualquier relato de los funcionarios de turno, es decir la única verdad es la realidad como supo decir uno de los protagonistas de la historia nacional. Unos seis millones de chicos menores de 14 años viven en hogares pobres en la Argentina, y fueron los más golpeados por el deterioro social impulsado por la inflación y la recesión en medio de la pandemia, según los datos frescos difundidos esta semana por el INDEC. En esa franja etaria el índice de pobreza alcanzaba al 53,6% al finalizar el primer trimestre del año. Entre adolescentes y jóvenes de 15 a 29 años, llegaba al 47,5%, según esa medición.

El organismo ya había informado que la pobreza subió del 34,6% al 39,5% entre el primer trimestre de 2020 e igual período de 2021, pero ahora se conocieron las bases de microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares, que brindan información más detallada. La suba de la pobreza se fundamenta en que se aceleró la inflación con la caída del poder de compra de buena parte de la población.

Los menores de 14 años son los más golpeados por la pobreza, ya que en esa franja de edad subió en un año del 51,2% al 53,6%. Pero los datos del INDEC reflejan que ese flagelo aumentó aún más entre los mayores de 65 años. En esos adultos mayores la pobreza en un año casi se duplicó, ya que subió del 7,8% al 15,1%. Hay unos 800.000 abuelos que están en situación de pobreza, en buena medida por la caída del poder de compra de las jubilaciones y pensiones, de acuerdo con esos datos oficiales.

El aumento de la pobreza entre los más chicos habría sido aún más fuerte si no fuese por la Asignación Universal por Hijo, que ya alcanza a 4,4 millones de chicos y adolescentes menores de 18 años. A esto se suman la tarjeta alimentaria y otras ayudas sociales. Entre los chicos, la pobreza viene subiendo desde el segundo semestre de 2017, cuando se ubicó en 39,7%. En la segunda mitad de 2019 saltó al 52,3% (5.700.000 chicos pobres), y al 57,7% en el segundo semestre de 2020.

En el marco del Día de San Cayetano, la Iglesia advirtió sobre la "situación casi desesperante" que se vive en el país por los "enormes problemas de desocupación, de pérdidas de trabajo". Esa es la imagen que devuelve el espejo de la Argentina del 2021. 

El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Oscar Ojea consideró que la angustia que ha creado la pandemia de poder perder los trabajos también va generando que este año más que nunca pongamos delante ante el intercesor San Cayetano para que prime el trabajo. Rafaela y todas las poblaciones de la Argentina han dejado en evidencia, una vez más, que se busca a través de la fe acceder a lo que deberían ofrecer los gobiernos. 

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