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Editorial Jueves 14 de Julio de 2011

La deuda social

Crudo y fuerte contenido con relación a la pobreza y la exclusión social tuvo la homilía de monseñor Franzini en ocasión del tedéum por la Independencia.

Redacción

Por Redacción

"Con vistas al Bicentenario 2010-2016 creemos que existe la capacidad para proyectar, como prioridad nacional, la erradicación de la pobreza y el desarrollo integral de todos. Anhelamos poder celebrar un Bicentenario con justicia e inclusión social. Estar a la altura de este desafío histórico, depende de cada uno de los argentinos. La gran deuda de los argentinos es la deuda social... No se trata solamente de un problema económico o estadístico. Es primariamente, un problema moral que nos afecta en nuestra dignidad más esencial y requiere que nos decidamos a un mayor compromiso ciudadano. Pero sólo habrá logros estables por el camino del diálogo y del consenso a favor del bien común, si tenemos particularmente en cuenta a nuestros hermanos más pobres y excluidos". Este párrafo, que podría llegar a pensarse que se encuentra fuera de contexto por la fecha anterior referida, en realidad corresponde al documento que los Obispos de todo el país hicieron público en el año 2008, previo al Bicentenario y formulando una exhortación para solucionar el tema de la pobreza y de la marginación social, si bien fue proclamado como parte del fuerte contenido de la homilía pronunciada por monseñor Carlos María Franzini -el obispo de nuestra Diócesis- el sábado anterior en ocasión de la conmemoración del 195 aniversario de la declaración de la Independencia nacional en 1816, durante el tedéum oficiado en el templo Nuestra Señora de Itatí, en el barrio Monseñor Zazpe, que justamente distingue con esa denominación a quien fue el primer titular de la Diócesis Rafaela, recordado como un religioso de alta calificación en la lucha por los derechos sociales.

En realidad, el mensaje de Franzini, frente al gobernador Hermes Binner, el intendente Omar Perotti, además de otras autoridades de ambas administraciones y de la propia ciudad, fue especialmente crítico en cuanto al diagnóstico de una situación que viene extendiéndose poco menos que indefinidamente, sin que aparezcan los esbozos de solución que se requieren para que tantos argentinos excluidos vuelvan a insertarse dentro del circuito de la formalidad, el cual incluye vivienda, salud, educación y por sobre todas las cosas la posibilidad de un trabajo que permita la dignidad de poder sostener a la familia.

"Basta con mirar los rostros concretos de niños poco o mal alimentados, de jóvenes tomados por el flagelo de la droga y el alcohol, de hombres y mujeres que anhelan un trabajo honorable que los realice como personas y les permita sostener a sus familias, de ancianos que después de toda una vida de trabajo no pueden contar con la merecida previsión social". El breve párrafo constituye sin dudas un pensamiento que hoy anida en gran parte de los argentinos, con el cual desde aquí coincidimos en plenitud, desarrollándose una descripción más que ajustada a este tiempo de tantas diferencias, de tan pronunciados desequilibrios sociales, donde algunos tienen tanto, en exceso, y otros muchísimos deambulan por una situación de pobreza que en altísima cantidad de casos conforman situaciones miserables.

La fotografía descripta por monseñor Franzini es de amplísima elocuencia, incluyendo un repaso sobre jóvenes, adultos y ancianos, enmarcados dentro de algunas de las delicadas situaciones que son hoy la triste imagen que brinda nuestra sociedad, reclamando que todo el conjunto debe buscar las necesarias e indispensables respuestas, ya que -como se ha dicho tantas veces- la pobreza es un problema de absolutamente todos.

Aunque sin menciones ni referencias, aunque encontrándose como destinataria a la clase política y más aún la que tiene responsabilidad de gobernar, el Obispo reclamó que se debe "rechazar con toda firmeza el fácil recurso al discurso verborrágico pero descomprometido", como así también las promesas falaces o el uso bastardo de la pobreza y de los pobres, ya que "la cultura de la dádiva, el clientelismo especulador y la manipulación de las personas y grupos deben ser definitivamente desterrados" si en verdad se pretende darle la gran batalla al flagelo de la pobreza, señalando como posibles soluciones "la educación, la cultura del trabajo y el empeño perseverante por el bien común".

Franzini cerró la homilía recordando que la celebración patria se enmarcó "en el año de la vida", propuesto por los Obispos, pidiendo el compromiso firme y perseverante con la vida en todas sus etapas como la mejor manera de afianzar la independencia.

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