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Editorial Lunes 9 de Noviembre de 2020

La confianza en las vacunas

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REDACCION

Por REDACCION

Con más de 50 millones de contagios en todo el mundo en este 2020, de los cuales 1.254.000 casos terminaron en fallecimientos, el coronavirus mantiene en jaque a la humanidad porque sus consecuencias no solo impactan en la salud sino en la economía y la forma en la que hacemos cualquier cosa. Es que ante la falta de una cura para el Covid, los gobiernos han debido recurrir a una batería de medidas que van del uso de barbijos y la adopción de la distancia social hasta los confinamientos. Y eso significó un cambio radical en la forma en que estudiamos, que de repente pasó de ser presencial a virtual. O en la que trabajamos, ya que muchos también ya no volvieron a su lugar de tareas habitual sino que se conectaron remotamente. Ya no se pudo viajar para disfrutar lo que afectó la industria del turismo, desde la hotelería hasta las aerolíneas o restaurantes. Ni siquiera se permitieron reuniones afectivas o sociales con familiares o amigos. A ese nivel hemos llegado en la lucha contra el virus, a la espera de una vacuna que sea efectiva y controle la letalidad que hasta ahora exige este invisible enemigo. 

El debate, entonces, gira en torno a las vacunas y a cuánto tiempo estamos dispuestos a esperarlas. La ansiedad por la cura es cada vez más elevada, por lo que se corre el riesgo de tomar malas decisiones. Es decir, que no se cumplan los plazos mínimos para las pruebas de esas vacunas, es decir tener en claro si pueden o no causar daños colaterales indeseados. Desde esta perspectiva, el apuro por inocularnos puede transformarse en una trampa. Quizás hasta se les brinden argumentos más firmes a los polémicos movimientos antivacunas, ese colectivo de personas que por diferentes motivos (sanitarios, religiosos, científicos, políticos, filosóficos) creen que las vacunas y en definitiva el acto de vacunarse supone un mayor perjuicio para su salud que el posible beneficio que puedan aportar.

La Argentina asiste por estos días a una situación con ribetes de cuento fantástico. Es que mientras un Presidente anuncia que para fin de año estaría disponible la vacuna rusa, en las redes sociales crecen los memes -esos modernos soportes de ideas muchas graciosas y creativas- en los que se muestra la desconfianza hacia la solución al Covid que proponen los rusos. La cuestión ha tomado niveles de discusión inverosímiles aunque podría concluirse que nadie estaría dispuesto a elegir la vacuna rusa hasta tanto se demuestre que es segura, que solo brindará protección contra el coronavirus sin provocar efectos no queridos. 

Por eso una faceta de los acuerdos que discuten gobiernos y laboratorios debe abordar, quizás en letra chica, quién se hace cargo de los eventuales perjuicios a la salud de las personas si algo sale mal. Ya lo decía un ilusionista: puede fallar. Si hay una catarata de juicios de las víctimas de estos daños colaterales, se debe resolver quién se hace cargo de pagar los costos. 

En tanto, la empresa farmacéutica AstraZeneca anunció la firma de un acuerdo con el Gobierno argentino para suministrar más de 22 millones de dosis de su vacuna Covid-19 AZD1222, desarrollada en alianza con la Universidad de Oxford. Se espera que las entregas comiencen durante el primer semestre de 2021, en caso de que los ensayos en curso resulten exitosos y posteriores a la aprobación correspondiente por parte de las autoridades regulatorias.

La agencia Télam destacó el fin de semana que el Gobierno argentino mantiene negociaciones con cinco de los diez productores de vacunas candidatas contra el coronavirus que se encuentran en fase 3, última etapa de los estudios clínicos, lo que permitiría conseguir millones de dosis a partir de diciembre que se podrán aplicar en cuanto sean aprobadas por las entidades regulatorias. Se trata de las vacunas de AstraZeneca, Pfizer, Sinopharm, Janssen y del Instituto de Investigación Gamaleya (Sputnik V), tres de las cuales realizan estudios clínicos en el país. Estas dosis se sumarían a las más de 9 millones que se obtendrán a través del Covax (mecanismo de compra colectiva impulsado por la OMS) que llegarían a fines de febrero. 

En el mundo se han desarrollado hasta la actualidad 219 vacunas candidatas, de las cuales casi 40 ya se están probando en humanos (fase clínica) y diez están en la última etapa de prueba, lo que significa que han superado las fases anteriores demostrando niveles aceptables de seguridad (no provocaron efectos adversos graves) y de generación de anticuerpos. Detrás de estas empresas decididas a cuidar la salud se esconden buenos negocios para algunos. 

La cuestión será crear confianza en las vacunas y eso se logra con buenos resultados. Siempre se puede sospechar que algunos por llegar primeros al mercado lanzan productos que impliquen un riesgo. Ahí será crucial el rol de los organismos regulatorios, donde trabajan personas, que también pueden caer bajo las garras de la corrupción. 







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