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Editorial Miércoles 12 de Enero de 2011

La casa propia

La posibilidad de acceder a la vivienda propia está cada vez más lejana para la clase media. Según los salarios medios, hacen falta 126 meses completos para alcanzar la adquisición de una casa.

Redacción

Por Redacción

La casa propia

En estos días, el intendente de la ciudad, Omar Perotti, dio a conocer el dato sobre las 3.500 familias que se encuentran anotadas en el Registro Unico de Viviendas aguardando turno para poder acceder a una vivienda de las calificadas de "tipo social", es decir, las que se hacen mediante el sistema público, sea con fondos del FONAVI, mediante planes que bajan de la Nación como el Federal, o bien por la intervención del Instituto Municipal de la Vivienda. Si tal sector cuenta con ese número de aspirantes, fácilmente debe estimarse en el doble la necesidad de unidades, si ampliamos al escenario a toda la comunidad, ya que existen muchos otros sectores de la misma que exceptuados de la posibilidad de estos planes, tampoco cuentan con otras alternativas.
La aspiración de la casa propia está cada vez más lejana de los sectores medios, ya que en la actualidad se necesitan 126 salarios -estimados en este caso de 3.319 pesos por el INDEC para el sector privado de nuestra Provincia- para poder comprar una vivienda, profundizándose la diferencia ya que los inmuebles aumentan mucho más que los salarios.
Pero además, se trata sin dudas de un cálculo imposible de cumplir bajo estas condiciones, que de todos modos marcan una realidad en vigencia, pues sería incumplible que alguien destine íntegramente sus ingresos durante diez años y medio para la compra de una casa. Es que toda persona debe destinar una gran parte -cuando no toda y aún así sin que alcance- para poder vivir, por lo cual un asalariado de algo mas de tres mil pesos mensuales cuenta con una capacidad de ahorro estrecha, casi inexistente, por lo cual como vemos, aunque esclarecedora de la situación la planteada se trata de una meta inalcanzable.
Pero la cuestión salarial no es la exclusiva razón que entorpece la posibilidad que los trabajadores accedan a una casa, ya que cuando de familias de trata, los ingresos se suman y en muchos casos una parte de ellos puede alcanzar para afrontar el pago de una cuota que permita iniciar la construcción o bien la adquisición de una vivienda. Aunque claro, esa alternativa se desvanece por la falta de créditos hipotecarios a largo plazo y por supuesto con tasas accesibles, ya que de lo contrario, este tipo de endeudamientos terminan transformándose en desventajosos. Y si bien se comprende que las entidades financieras tienen sus propias metas y objetivos, también debe existir una finalidad social en la cual las ganancias deben ser resignadas en parte, algo que especialmente debería darse -y con mayor magnitud- en los bancos públicos.
Tenemos entonces una amplia franja de la población que se encuentra casi totalmente desprotegida en materia de viviendas, ya que no alcanza con sus ingresos y carece de posibilidades de un crédito que le permita encarar el proyecto del techo propio, viéndose además perjudicada por una inflación que corroe los ingresos, y que finalmente se convierte en otro de los obstáculos de evidente significación dentro de toda esta problemática.
Para tener una idea aún mucho más contundente, digamos que del total de operaciones inmobiliarias que se realizan, el 95% de las mismas se cumplimentan con dinero en efectivo y con la entrega de otro inmueble de menor valor, mientras que sólo el 5% se hace mediante la utilización de créditos hipotecarios. Queda bien claro entonces, que la posibilidad mediante facilidades hipotecarias, a largo plazo y con tasas bajas es mínima, y por lo tanto queda en evidencia la falta de políticas en el rubro. Es que, además, tampoco se cubren las necesidades de quienes componen el sector de aspirantes a viviendas sociales, ya que si bien se construyen en cierta cantidad, lejos se está de poder satisfacer los requerimientos. Ahí tenemos el ejemplo de Rafaela, que aún habiendo sumado estos últimos años unos miles de viviendas de estas características -con cuotas de bajo monto-, la cantidad de nuevos aspirantes crece mucho más que lo construido, quedando en evidencia con los 3.500 inscriptos en el Registro Unico de Viviendas.
Aun cuando la construcciòn no se ha detenido, y desde hace varios años el sector se encuentra en expansión, tampoco aquí se logra cubrir las necesidades de un amplio sector que no cuenta con posibilidades económicas -marginado de los créditos hipotecarios- de poder acceder a este tipo de compras inmobiliarias. Es que, los valores de la construcción aumentaron mucho más que los salarios, con lo cual la diferencia cada vez es más grande y, en este caso, el sueño de la casa propia mucho más lejano.

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