Por REDACCION
La inseguridad vial continúa siendo en la Argentina una de las principales causas de muerte. A pesar de que pasan los años y de que hemos reconocido que los accidentes de tránsito constituyen un mal crónico de nuestro país que explican la muerte de más de siete mil argentinos cada año, poco se ha avanzado más allá de algunas iniciativas para mejorar. En la búsqueda por lograr mayores índices de seguridad en nuestras calles, rutas y autopistas, debería priorizarse un idioma común por sobre los intereses partidarios. Gobierne quien gobierne autoridades nacionales, provinciales, municipales y comunales deberían planificar una verdadera y consistente política de estado para que las normas sean iguales en todo el territorio nacional, para que la educación vial sea similar para grandes y chicos de Ushuaia a La Quiaca, para que los controles sean estandarizados al igual que el régimen de sanciones.
Lamentablemente nuestro país no se caracteriza por establecer políticas sostenibles que trasciendan intereses partidarios e incluso individuales. De todos modos, los problemas a veces ni siquiera son solamente argentinos. Hay, por supuesto, señales contradictorias: nos venden autos que pueden superar los 250 kilómetros por hora pero pese a que es una velocidad no permitida en ninguna ruta del planeta. Se percibe un discurso evidentemente hipócrita de la industria automotriz, tan importante en la generación de fuentes de trabajo, pero que al mismo tiempo entrega un vehículo que puede ser un arma mortal. De hecho lo es a la luz de las estadísticas. Nos entregan un auto que puede superar los 200 km/h, pero nos dicen que como máximo se puede circular a 140 km/h. Aquí hay una discusión pendiente, definitivamente.
Repasemos estadísticas de la Asociación Luchemos por la Vida. En la última década perdieron la vida 72.213 personas a raíz de accidentes viales ocurridos en carreteras argentinas. ¿Qué dice la evolución a lo largo de los años? El año pasado murieron 7.213 personas; en 2016 hubo 7.268 víctimas fatales; en 2015, 7.472; en 2014, 7.613; en 2013, 7.896; en 2012, 7.485; en 2011, 7.517; en 2010, 7.659; en 2009, 7.885 y en 2008, 8.205. Un par de registros anteriores para contrastar si hubo o no modificaciones en el resultado final: en 1995 hubo 8.102 muertes a causa de la inseguridad vial, y en el año 2.000 alcanzaron las 7.545.
Detrás de estadísticas hay personas de carne y hueso que se transformaron en ausencias permanentes en sus familias con todo el dolor que conlleva.
La primera conclusión es que nunca se dieron pasos firmes. Quizás se advierte desde las estructuras de los gobiernos de los distintos niveles de estado mayor predisposición a desarrollar campañas y políticas planificadas en materia de tránsito y seguridad vial, pero no se ha logrado reducir la cantidad de muertes.
Respecto a las velocidades permitidas, aporta recordar lo que dice el Gobierno de la Provincia de Santa Fe en el capítulo dedicado a la seguridad vial. Sostiene que el exceso de la velocidad es una de las principales razones por las cuales se producen siniestros viales con consecuencias muy graves para los ocupantes del vehículo. Remarca que una velocidad elevada no permite maniobrar a tiempo ni evitar el impacto contra otros vehículos u objetos y que a la vez deja sin efecto otros sistemas de protección como por ejemplo el cinturón de seguridad o air bag.
Según la legislación vigente, en zona urbana la velocidad máxima en calles es de 40 km/h. y en avenidas 60 km/h . En rutas es de 110 km /h. para autos, camionetas y motos; de 90 km/h para microbús, ómnibus y casas rodantes motorizadas; de 80/h para camiones y automotores con casa rodante acoplada. En semiautopistas es de 120 km/h para motocicletas y automóviles; de 110 km/h para camionetas; de 90 km/h para microbús, ómnibus y casas rodantes motorizadas; de 80km/h para camiones y automotores con casa rodante acoplada.
Y en autopistas la máxima permitida es de 130 km/h para autos y motos; de 110 km/h para camionetas; de 100 km/h para microbús, ómnibus y casas rodantes motorizadas y 80 km/h para camiones y automotores con casa rodante acoplada.
¿Respetamos estas disposiciones? ¿O solo nos quejamos de lo mal que maneja el otro conductor? Porque no pocas veces solo advertimos los errores de los demás sin hacer una autocrítica de cómo somos al volante. Es cierto que falta infraestructura, pero la educación vial, la cultura por el respecto a la vida y el cumplimiento de las normas de tránsito resultan imprescindibles para reducir la cantidad de ausencias en las familias por causa de la inseguridad vial.
El Ministerio de Transporte de la Nación envió el pasado 10 de junio, a través de distintas plataformas, un mensaje bajo el concepto "Cuando nos movemos trazamos nuestro destino y el de los demás. Cuidémonos entre todos". Que así sea.
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