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Editorial Viernes 16 de Noviembre de 2018

Incoherencias en seguridad

¿Por qué un gobierno que no puede garantizar la seguridad de los argentinos puede estar tan convencido de que no habrá riesgos durante la Cumbre del G20?

REDACCION

Por REDACCION

La organización de la Cumbre de Líderes del G20 que se llevará a cabo a finales de este mes de noviembre presenta un enorme desafío para el Gobierno principalmente en materia de seguridad de los presidentes de los países más importantes del mundo, desde el estadounidense Donald Trump hasta el ruso Vladimir Putin, sin olvidar al chino Xi Jinping y la alemana Angela Merkel. 

Con absoluta firmeza los principales funcionarios nacionales, como el presidente Mauricio Macri, consideran que el encuentro de los poderosos en Buenos Aires se desarrollará sin problemas de seguridad en medio de un enorme despliegue de policías o gendarmes argentinos y miembros de fuerzas de elite que se encargan de la custodia de Trump o Putin entre otros. De todos modos, nadie puede garantizar nada excepto hacer el máximo esfuerzo para que las cosas salgan bien. Menos aún considerando la violencia de todos los días en la Capital Federal y el Conurbano donde por robos o por situaciones ligadas al narcotráfico la inseguridad es evidente al punto de ser una de las principales preocupaciones de los argentinos. Así, ¿por qué un gobierno que no puede garantizar la seguridad de los argentinos puede estar tan convencido de que no habrá riesgos durante la Cumbre del G20?

Por caso, esta semana entregó dos ejemplos que no estaban en los radares de nadie, ni siquiera de la inteligencia que se supone tiene mayores recursos para ver lo que pasa en la superficie de la sociedad argentina y escudriñar lo que sucede debajo de la misma. 

Un piloto de 58 años fue detenido en su casa del partido bonaerense de Lomas de Zamora, acusado de ser quien provocó interferencias en vuelos del Aeroparque Jorge Newbery el pasado domingo. El hecho ocurrió el pasado domingo a las 11:15 cuando se suspendió la operación aérea de Aeroparque metropolitano debido a interferencias causadas en las comunicaciones de la torre de control por un radioaficionado con el uso de un simple handy.

El piloto dijo delante los investigadores que "quiso hacer un chiste", y además contó que ese domingo fue a Aeroparque a acompañar a su hija que se iba de viaje. "Ahora ya no tiene permiso para entrar al aeropuerto ni para volar. El handy que tenía es de alta tecnología y se usa en el ambiente aeroportuario. Se puede meter en cualquier frecuencia de cualquier aeropuerto del mundo, pero nadie lo hace porque se respeta el trabajo y la seguridad", comentó un especialista. En cierta forma, más allá del chiste, el radioaficionado de Lomas de Zamora le hizo un favor al Gobierno al revelar las inconsistencias de la seguridad aérea.

El otro caso está relacionado a lo que sucedió el miércoles cuando estalló una bomba de fabricación casera en el Cementerio de Recoleta y le arrojaron un paquete explosivo a la casa del juez federal, Claudio Bonadio. Según el Gobierno, los responsables son personas del mismo tipo de orientación anarquista" y "todos vivían en el mismo aguantadero" donde, tras un allanamiento, se logró la detención de una decena de personas y se secuestró material para la elaboración de explosivos.

Estos dos episodios se registraron poco después de que el gobierno británico advierta a los ciudadanos de ese país que "los terroristas posiblemente traten de ocasionar ataques en Argentina" durante la realización de la Cumbre del G20, lo que había generado malestar en la ministra de Seguridad de nuestro país, Patricia Bullrich, quien había descartado la posibilidad de que se produzcan atentados en la Ciudad de Buenos Aires y le había pedido al gobierno británico que "de marcha atrás con su aviso". Los casos del Aeroparque y de los explosivos dejaron a la funcionaria argentina en una posición incómoda. 

Así de oscilante es la política argentina. Basta remitirse al presidente Macri cuando a principios de octubre cuando la final entre Boca y River por la Copa Libertadores era todavía una hipótesis, había blanqueado a su equipo de trabajo el temor porque hubiera "muertos" ante el nerviosismo que generaría ese partido, una postura que cambió rotundamente hace dos semanas cuando impulsó el levantamiento del veto a la presencia de público visitante en los estadios porteños para esos encuentros. 

Por un lado se observa a un Gobierno que en el plano de los discursos busca mostrarse con capacidad para mantener el orden y garantizar la seguridad de una Cumbre en la que estarán los máximos líderes del mundo y por otro se asiste a una realidad que deje en ridículo ese optimismo de los funcionarios. 






 

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