Por REDACCION
Los países más poderosos del planeta por su incidencia en la economía mundial salieron de la zona de confort el último fin de semana durante la Cumbre del Grupo de los 7 (G7) que se realizó en Canadá, con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, minando una vez más las bases del sistema de comercio internacional con declaraciones que suenan tan auténticas como descuidadas. A tal punto las expresiones del jefe de la Casa Blanca son ofensivas que amenazan con transformar un problema arancelario a un conflicto de carácter diplomático.
Esta última imagen de la cumbre en la que participaron los líderes de las naciones más desarrolladas y ricas - Canadá, Estados Unidos, Francia, Alemania, Reino Unido, Italia y Japón- opacó la presencia, casi excepcional, de un presidente argentino en este encuentro. Mauricio Macri participó de las deliberaciones en la ciudad canadiense de La Malbaie, en la provincia francófona de Québec.
La decisión de Estados Unidos de elevar los aranceles a la importación de acero afectó a numerosos países tradicionalmente aliados, como Francia, Alemania o Canadá, lo que generó un clima espeso antes de la cumbre que obligó a los representantes comerciales y diplomáticos a esforzarse en la redacción de una declaración final por consenso.
La fotografía con Trump sentado manteniendo un duelo de miradas con la recia canciller alemana, Angela Merkel, sintetiza las tensiones que hacen crujir los acuerdos comerciales entre estos países, sobre los que se asientan en buena medida, el resto de la actividad comercial en el plano internacional.
Más allá de estas diferencias, que aún persisten y hasta quizás se ampliaron, los participantes del encuentro lograron a duras penas consensuar una declaración conjunta que si bien no resolvía el conflicto en curso, fue visto por todos como un paso para aliviar la tensión y avanzar en un diálogo. El texto era un intento por llamar a la calma mientras se postergaba la búsqueda de una solución. Sin embargo, poco después Trump retiró el apoyo de Estados Unidos a la declaración final de la Cumbre del G7 en el marco de una pelea comercial en la que acusó de deshonesto a Justin Trudeau, el líder canadiense que presidió la reunión.
Sin cavilar, el jefe de la Casa Blanca fue por todo al reiterar la amenaza de imponer aranceles "a los autos que inundan el mercado estadounidense", en una decisión que apunta inicialmente hacia Alemania, otro prominente miembro del G7. Esta contienda diplomática se inscribe en un creciente contexto donde se restringen las libertades comerciales y crecen las medidas proteccionistas con Estados Unidos como abanderado, a contramano de su historia.
La línea de tiempo de este conflicto que se venía expandiendo silenciosamente entre las autoridades que regulan el comercio y la aplicación de aranceles entre ambos países del norte estalló el sábado cuando Trump se expresó en duros términos contra Trudeau, quien como anfitrión de la Cumbre asumió la conducción de las deliberaciones y divulgó sus resultados. Trump dijo que Trudeau fue "sumiso y dócil" durante las negociaciones para luego decir en la conferencia de prensa final que no había sido presionado. Y también calificó al canadiense de "muy deshonesto y débil" y agregó que los recientes aranceles de Estados Unidos al acero y al aluminio de Canadá fueron una respuesta a los que Canadá le impuso a productos lácteos de Estados Unidos.
Trump alegó que Estados Unidos se sintió obligado a imponer aranceles al acero y al aluminio al afirmar que se sentía harto de ser la "alcancía" del mundo. Pero sus contrapartes estaban igualmente decididas a aferrarse a las normas del comercio internacional. En este escenario, la declaración conjunta, fruto de dos días de negociaciones, establecía que el G7 buscaría reformar la supervisión del comercio internacional a través de la Organización Mundial del Comercio (OMC) e intentaría reducir tarifas.
Por ahora las caras largas de los líderes de los países ricos marcan el estado de las relaciones bilateriales. Trump no tiene interés en seguir las normas tradicionales de la diplomacia y está dispuesto a tomar decisiones sin medir consecuencias. Paralelamente, Rusia y China se pusieron de acuerdo en aumentar el papel del rublo y el yuan en los pagos comerciales, inversiones y financiación bilaterales. Los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping dieron luz verde, el viernes pasado, a un mayor "crecimiento de la cooperación ruso-china en el sector financiero, promoción de un aumento en la participación de las monedas nacionales en pagos comerciales, inversiones y financiación" y también tienen previsto "ampliar la colaboración en áreas como sistemas de pago y seguros".
Actualmente, China es el mayor socio comercial de Rusia, que representó el 15% del comercio exterior ruso el año pasado. El comercio bilateral aumentó un 31,5% en el año 2017, llegando a 87.000 millones de dólares. Ambos países están promoviendo en los últimos años acuerdos en sus monedas nacionales, restando protagonismo al dólar estadounidense.
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