Por Redacción
Los efectos del paro general de la CGT fueron ciertamente módicos en Rafaela, sintiéndose por causa del sector público -justamente el que tiene estabilidad laboral asegurada y salarios sostenidos con recursos que provienen de las cargas impositivas del sector privado-, y no en forma absoluta ya que hubo algunos organismos nacionales que desarrollaron casi normalmente su actividad, con la sola ausencia de sus delegados. En cambio los privados, representados mayoritariamente por el comercio y la industria, es decir, aquellos que deben continuar con muchísimo esfuerzo sosteniendo la altísima carga tributaria, desarrollaron casi normalmente sus actividades laborales, ni siquiera con horarios o atención restringida.
Un tercer participante dentro de todo este conglomerado que son los paros generales, como es la gente común, la que se interesa cada vez más por lo que viene ocurriendo en el país, y en defensa de la cual se sostiene desde las organizaciones obreras como argumentación para realizar esta clase de medidas de fuerza, el paro le pasó prácticamente desapercibido, haciendo lo de todos los días. Salvo, claro está, la realización de alguna clase de gestión en reparticiones públicas o bancarias, que estuvieron cerradas, pero el resto todo fue normal, pudiéndose comprobar con sólo observar el movimiento en las calles del centro, y también de los barrios, donde el ajetreo constante y las dificultades habituales del tránsito, fueron las de siempre.
Lo expresado, de ninguna manera va en contra de la legitimidad y el pleno derecho constitucional que existe para esta clase de acciones, como así también debe admitirse que la situación social se mantiene convulsionada desde hace tiempo, aunque con ciertas perspectivas de irse encaminando hacia algunas soluciones, las que por ahora son insinuadas aunque sin todavía lograr el necesario impacto que deben tener en aquellos sectores de mayores urgencias, que bien podrían estar incluidos dentro de "los que no llegan a fin de mes".
Formuladas estas salvedades, es también una realidad que esta clase de medidas absolutas en cuanto al paro de actividades -al menos en su enunciamiento, aunque después no alcancen la característica y volumen pretendido- han ido resignando respaldo masivo, y de tal manera quedó expuesto con esta reciente muestra, aún con el esfuerzo por mostrar algunos porcentajes de adhesión que no resultan del todo claros ni contundentes como sucedía en el pasado frente a este mismo tipo de episodios, y que además, por sobre todo, la realidad se encargaba de poner en su lugar.
Este fue el panorama existente en nuestra ciudad, similar al de la mayor parte del interior del país, donde la medida de fuerza no encontró la adhesión pretendida, aunque en muchos casos, en especial en los grandes centros urbanos, las repercusiones y alcances hayan sido mucho mayores, tanto por el impacto de los piquetes, la carencia de transporte, o incluso las amenazas hechas correr por algunas organizaciones gremiales determinadas hacia aquellos que se aprestaban a trabajar y desoír el paro. Incluso, con algunas muestras que fueron determinantes en cuanto a mostrar la actitud de la "gente pesada" que buscó imponer la fuerza para el acatamiento a la medida.
Queda visto que el sindicalismo quedó bajo la lupa de la opinión pública, y en especial de sus propios afiliados, apareciendo como objetivo inmediato una renovación que se hace imprescindible, más que nada después de ser divulgada, seguramente intencionadamente en una oportunidad como esta, la permanencia que llevan algunos de los más conspicuos dirigentes gremiales, casi todos de 30 o más años, con el verdadero récord del titular de empleados del Correo, Ramón Baldassini, de 86 años de edad y 54 al frente del sindicato. Pero también, fueron hechos públicos los sueldos que tienen estos dirigentes -superiores a los ministros y aún al presidente de la República-, como así también los patrimonios consistentes en asombrosas fortunas, algunos viviendo como si fueran reyes o jeques árabes.
Además de lo expuesto, esta medida colectiva fue también el "paro de la grieta", la que se muestra absolutamente en todo.
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