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Editorial Viernes 17 de Agosto de 2012

El libertador

Hoy a las tres de la tarde se cumplirán 162 años de la muerte del general José de San Martín, cuyo ejemplo de integridad y austeridad, no logró trascender con la fuerza necesaria.

Redacción

Por Redacción

A 162 años de la muerte de José de San Martín, que lo sorprendió en Francia, más precisamente en Boulogne Sur Mer, donde se había retirado tras renunciar a todos sus cargos y honores, desencantado con tantas rivalidades y aspiraciones personales, sus lecciones y especialmente su conducta, continúan sin ser aprendidas. Por lo tanto, mucho menos imitadas.

No podemos menos entonces en este nuevo 17 de agosto, que recordarlo y homenajearlo en la memoria, buscando saldar una cuota inmensa de gratitud que debemos tener con quienes hicieron la Patria. Y San Martín no sólo fue uno de ellos, sino que con justicia podría decirse, fue la misma Patria.

Con una hermosa inspiración, alguien dijo alguna vez "Padre nuestro que estás en el bronce", lo cual hizo justicia al volcar en esas pocas palabras todo el reconocimiento y la admiración que el Libertador de América tuvo con legitimidad absoluta en el recorrido de la historia, en la revisión e investigación de aquellos trascendentes episodios que lo tuvieron como protagonista, aunque tal vez no lo fue tanto aún en vida. Debió aguardar la muerte, para entonces tener todo el reconocimiento, que hoy lo ubican como el máximo exponente de aquellos albores de la Patria.

Hablar de San Martín, de sus éxitos, podría simplificarse con el relato de sus acciones con una sucesión de fechas que se encuentran en los textos de historia, pero en cambio hacerlo sobre su integridad, su hombría de bien y su absoluta identificación con el bien común, es muchísimo más difícil, y más aún cuando sus enseñanzas y su ejemplo, que deberían haber marcado un rumbo sin dobleces, no encontró la amplitud del eco que nos hubiese llevado por otros rumbos, los de una mayor grandeza.

Es justamente cuando se habla de momentos difíciles, de tiempos de confrontaciones estériles, de encrucijadas históricas y de futuro incierto, cuando tendrían que prevalecer el espíritu y el ejemplo sanmartinianos, pues sería la forma más conducente para orientarnos hacia la mejor salida, esa misma que suele mostrarse esquiva.

"Serás lo que debes ser y si no, no serás nada", una reflexión que el prócer dijo alguna vez, y que dada su profundidad e invitación para la reflexión, se convirtió en una máxima que debe ser la meta a seguir por los argentinos, para actuar a imagen y semejanza del Libertador nacido en la correntina Yapeyú. Logrando tal objetivo actuando en concordancia con los más elevados sentimientos, procurando que se inspiren en el legendario legado de quien hoy recordamos en el momento de su tránsito hacia la inmortalidad. Al menos la histórica, que bien y merecidamente ganada la tiene. Es que su altruismo y la fraternidad demostrada sobradamente hacia los pueblos, es algo que trasciende y que debe constituir el señero objetivo común.

Que cada actitud del prócer sea el punto señalado por la brújula de nuestro comportamiento, y así habremos honrado de la mejor manera su memoria y a la Patria, pero por sobre todo a nosotros mismos, ya que nos hará mucho mejores personas. Es que la Patria no sólo se hace recordando a nuestros prohombres, sino imitándolos en sus conductas y haciendo nuestros sus pensamientos.

Entonces, que este 17 de agosto no sea simplemente uno más, que sirva para la reflexión serena, meditada, conciente de los valores que dejó San Martín, llevándolos a la práctica. El momento de confrontación y disenso que vivimos los argentinos hoy, así lo exige.

Su figura ocupa el primer lugar dentro de la versión de la historia, a través de la cual se ha ido afianzando la personalidad de muchos ciudadanos que tuvieron en él un prístino ejemplo, tanto aquí en la Argentina como en Latinoamérica. A San Martín se lo ha considerado Padre de la Patria, fundamentalmente a través de la ingente obra de Bartolomé Mitre, Historia de San Martín y de la emancipación americana y de la de Ricardo Rojas, El santo de la espada. Ciertos historiadores como Luis Alberto Romero sostienen que tenía un ideal americanista.

Hoy a las 15, cuando suene el clarín, que el recuerdo del gran emancipador americano y héroe máximo de nuestra Patria, nos gane a todos, pero más que eso que nos ilumine para continuar sus enseñanzas.


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