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Editorial Jueves 28 de Mayo de 2020

El humor de la gente

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REDACCION

Por REDACCION

Si hay un tema que no admite discusiones, entre las diferentes estrategias que ha venido adoptando el Gobierno, es el de preservar la salud de la gente.

El tema, siempre fue considerado prioritario, tanto por el presidente Alberto Fernández, como otros dirigentes políticos, que en cada jurisdicción adhirieron sin ningún tipo de planteos a las disposiciones emanadas desde la nación.

En ese sentido, nadie puede reprochar, ni siquiera poner en tela de juicio, las decisiones que se fueron tomando desde que la pandemia del Covid-19, en el pasado mes de marzo, desembarcó en nuestro país.

La primera cuarentena, vale la pena recordarlo, no mereció ningún tipo de objeciones, a tal punto que hubo una coincidencia absoluta entre el oficialismo y la oposición, que cerraron la grieta, al menos provisoriamente, para luchar "contra el enemigo invisible", como lo definió en aquella oportunidad el jefe de Estado.

Después, aquellas buenas relaciones iniciales comenzaron a enfriarse, a partir de las ópticas distintas que fueron empleadas para analizar una misma situación.

Desde la Presidencia se insistió con la salud de la población, a tal punto que Fernández siempre dejó en claro que no era un tema negociable.

Las cuarentenas se fueron replicando y paralelamente se dictaron las primeras flexibilizaciones, que contemplaban la reactivación de algunos sectores.

Fue a partir de esas resoluciones que aparecieron los conflictos entre los distintos protagonistas de una obra que ya lleva escritos varios capítulos y que promete incorporar otros tantos en un futuro a corto y mediano plazo.

Cada extensión del aislamiento social, fue cambiando el humor de la gente, de manera especial de quienes se sienten económicamente afectados por la imposibilidad de generar ingresos.

La situación, en muchos casos, derivó en los inevitables cierres, porque al no tener recursos para hacer frente a los compromisos esenciales, hoy se ven definitivamente acorralados.

Este lamentable panorama, en lo económico, hoy preocupa, en buena medida, aunque no es pertinente realizar una comparación, como el mismísimo coronavirus.

Una gran mayoría de los analistas sugiere con una claridad incontestable, que no es lo mismo aplicar controles tan severos en la Capital Federal y en la provincia de Buenos Aires, que en otras regiones del país.

Todos los reportes diarios lo certifican, al margen de algunos casos específicos que preocupan, como el de Chaco, por ser el más emblemático.

En el otro extremo, hay provincias que no informaron de pacientes que hayan contraído la enfermedad que nos obliga a mantenernos en alerta.

En los últimos días, los contagios se quintuplicaron -o más- en los barrios más vulnerables de la Ciudad de Buenos Aires y del Conurbano, de acuerdo con todos los informes que se conocieron.

En esa cuestión puntual, sí hubo y seguirá habiendo reproches, por no actuar con celeridad en la prevención. ¿Quién pudo ser tan optimista de pensar que en algún momento no iban a crecer de manera exponencial los casos positivos?

Hoy, los reclamos se multiplican desde esos sectores carenciados, que tomaron conciencia de su indefensión para afrontar la pandemia.

Ese tema, obviamente, tiene que ver con la salud, que lamentablemente se complica en los lugares donde la ausencia de las necesidad básicas es un tema que ningún gobierno pudo resolver.

Por otro lado, volviendo a lo económico, las protestas se escuchan con más frecuencia en los últimos días. Los cacelorazos y los bocinazos reflejaron sin duda la necesidad de trabajar que sigue teniendo mucha gente.

Esa forma de manifestarse, podría decirse, es un clásico de los argentinos, que lo hacen de manera pacífica, aunque al mismo tiempo con la clara intención de hacer escuchar su desaprobación a determinadas medidas.

Lo más preocupante, es que desde algunos sectores del gobierno le resten identidad a una de las formas más naturales de expresión que tiene el pueblo.

Está claro que, por lo observado en los últimos días, el humor está cambiando. Pudo observarse en algunos reclamos masivos, especialmente en Córdoba, la provincia que en este tipo de circunstancias históricamente encabeza la bien llamada "rebelión de los mansos".

Ocurrió algo similar en San Juan y hasta en Tigre, el bastión de Sergio Massa, donde las caravanas se fueron engrosando a medida que avanzaban en sus recorridos.

Pero no hace falta ir demasiado lejos. En esta ciudad también se hicieron oír, primero los comerciantes. Recientemente fue el turno de los gastronómicos y de los propietarios de gimnasios, que necesitan retomar sus actividades, porque tienen obligaciones -las mismas de siempre- y no están en condiciones, en tanto la situación pueda modificarse, de encontrar una solución a un problema que sigue acuciándolos y poniéndolos contra la pared.


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