Por REDACCION
En las tradicionales fiestas de finales de diciembre, que incluyen las reuniones de familiares y amigos en torno a la mesa para celebrar la Navidad y una semana después el inicio de un nuevo año, se suele acordar el lugar del encuentro, luego se establecen quienes irán para finalmente resolver el menú. Si los anfitriones se hacen cargo de las compras en el supermercado o bien todos cooperan para llevar la entrada, el plato principal, las ensaladas y la ensalada de frutas y el postre. Así estamos preparados desde chicos en materia de la organización de las fiestas de fin de año. Y generalmente los alimentos sobran, más allá de que solemos comer en exceso.
Pero no llegamos a comprender, a ponernos en los pies de otros a través de ese proceso llamado empatía, cuando no hay dinero para comprar alimentos. En este marco se inscriben los recientes datos del último informe del Barómetro de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA), que revelan que más de 1,5 millones de niños y adolescentes de hasta 17 años sufren hambre, cifra que implica un crecimiento superior a 456.000 en el último año. Un número que asusta, inconcebible para un país que alguna vez fue llamado el "granero del mundo" y que se jacta de producir, a partir de sus ventajas competitividad y el empeño de los productores agropecuarios, alimentos para 400 millones de personas.
De acuerdo con el relevamiento de 2018 del Observatorio de la Deuda Social de la Infancia, la inseguridad alimentaria severa pasó de 9,6% al 13%. Los datos del relevamiento indican que entre finales de 2017 e igual período de 2018, la cantidad de jóvenes de hasta 17 años que sufrió hambre saltó de 1.116.160 a 1.573.000. Además, la proporción de niños y adolescentes en hogares que experimentan inseguridad alimentaria registró un aumento de 21,7% a 29,3%. "Se calcula que la mitad de la infancia en el país es pobre en términos de los ingresos, es decir que vive en hogares que no logran reunir los ingresos necesarios para alimentarse, vestirse, transportarse”, dijo una de las autoras del informe, Ianina Tuñón.
Este año, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) eligió el lema "Nuestras acciones son nuestro futuro" para del Día Mundial de la Alimentación, que se celebró en todo el mundo el 16 de octubre. Esta jornada de reflexión busca concientizar sobre este gravísimo problema que afecta a la humanidad: el mundo produce alimentos suficientes para alimentar a todos, sin embargo alrededor de 815 millones de personas padecen hambre (según el último informe de la FAO). Esto es una cada nueve personas no cubren sus necesidades básicas de alimentación.
Cabe recordar que el índice de pobreza afecta al 33,6% de la población argentina, la cifra más alta en la última década y equivalente a 13.600.000 personas, 2,2 millones más que un año atrás, según el informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA correspondiente al tercer trimestre -el último divulgado-. De acuerdo con el relevamiento, uno de cada cuatro hogares argentinos es pobre mientras los indigentes suman 2.470.000, lo que equivale a 161.500 argentinos más que hace un año dentro de ese crítico conglomerado social en el que apenas obtienen recursos para la alimentación.
A modo comparativo, en Brasil el número de personas en situación de pobreza subió de 52,8 millones en 2016 a 54,8 millones en 2017, según datos revelados por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE), basados en
parámetros del Banco Mundial."La proporción de las personas pobres en Brasil era del 25,7% de la población en 2016 y subió a 26,5% en 2017. En números absolutos, este contingente pasó de 52,8 millones para 54,8 millones de personas, en ese período", informó el IBGE en un comunicado. Esa cifra de pobres en Brasil supera a la población total de países como Colombia, Argentina o España. Brasil, un país de 208 millones de habitantes, vivió en los últimos años una de las peores recesiones de su historia, con una gran destrucción de puestos de trabajo, tras una década de vertiginoso crecimiento gracias, en gran parte, al auge del precio de las materias primas.
De este modo, cuando la pobreza y la indigencia va en aumento, como ha sucedido en Argentina y Brasil -más allá de consignas electorales del estilo "pobreza cero" planteadas por candidatos en campaña que luego lejos están de poder cumplir-, aumentan las posibilidades de que también haya personas que sufran hambre. Tal como advierte el informe de la ODSA-UCA, que admite una realidad de la que nadie está orgulloso y genera vergüenza: un millón y medio de chicos de hasta 17 años sufrieron inseguridad alimentaria en el último año. Inconcebible.
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