Por REDACCION
Días atrás, el lunes 12 de junio más precisamente, murió Jorge Edgar Leal, un militar que había dejado estampado su nombre en la historia. Tenía 96 años pues había nacido en 1921 en la salteña Rosario de la Frontera, egresando como subteniente del Colegio Militar en 1943. Su nombre trascendió en 1965 al comandar la misión argentina que por primera vez izó la bandera argentina en el Polo Sur, luego de una travesía de 1.500 kilómetros que había partido desde la Base Belgrano, con marchas que en algunos casos se extendieron durante más de 30 horas y con temperaturas de 40 grados bajo cero.
En medio de tal adversidad, el general Leal y los ocho restantes integrantes de la expedición del Ejército Argentino, concretaron una verdadera hazaña, recibiendo a su retorno el reconocimiento de héroes.
Leal fue un ejemplo en muchos sentidos, como corresponde a una persona íntegra, cabal y de fuertes convicciones, siendo para destacar que durante toda su trayectoria militar jamás se involucró en las cuestiones golpistas que llevaron adelante sectores militares de las tres fuerzas en diversas ocasiones. Y fue más lejos aún, pues se manifestó públicamente contrario al golpe militar de 1976 que se transformaría luego en el más sangriento y cruel de la historia. Tal posicionamiento, que entre otros puntos significó un severo cuestionamiento a la política económica llevada adelante por Martínez de Hoz, como así también el reclamo de responsabilidades a quienes condujeron la guerra de Malvinas en el último tramo de ese nefasto proceso, le valieron sanciones y arrestos.
Se recuerda además, que una vez terminada la dictadura militar el general Leal fue uno de los integrantes del grupo promotor que promovió el acercamiento a las instituciones democráticas, fijando distancia con aquellos que participaron del proceso anterior.
Desde jovencito los temas antárticos se convirtieron en una pasión para Leal, quien llegó por primera vez a ese continente en 1952 cuando tenía 31 años de edad, afianzando aún más sus convicciones. Una década después, tras pacientes estudios y preparativos, el militar presentó ante sus superiores en el Ejército su primer plan de expedición al Polo Sur. Ocasión en que sostuvo en un reportaje "a los antárticos ya nos tenían como local. Así que plantear nomás la necesidad de llegar al Polo Sur era algo que se entendía poco en ese momento". El objetivo, en realidad, era promover la conciencia nacional sobre el sector antártico.
Algunos de los objetivos para llegar a esa expedición concretada finalmente en 1965 se fueron cumpliendo despaciosamente, muchos de ellos con el propio general Leal al frente de la Dirección Nacional del Antártico. La expedición se hizo con seis vehículos oruga, participando también trineos tirados por perros, siendo un avance sacrificado y con enorme esfuerzo ya que no se podía avanzar en línea recta debido a las grietas en el hielo, recordando algunos de sus protagonistas que como el día y la noche no significaban nada, se sostenía el avance mientras podía soportarse el cansancio. Y otro tanto de difícil y llena de dificultades fue la marcha de regreso, aunque más llevadera pues se tenía la misión cumplida.
El general Leal, junto a Ricardo Cepicc, Julio Ortiz, Guido Bilacio, Jorge Rodríguez, Roberto Carrioni, AdolfoMoreno, Domingo Zacarías y Ramón Alfonso -quienes conformaron la misión argentina que izó nuestro pabellón por primera vez en la Antártida- fueron recibidos como lo que eran, verdaderos héroes, de profundo sentir nacional y patriótico.
Este argentino notable recientemente desaparecido fue además, a lo largo de su vida, un pacifista de profunda convicción, quien alguna vez dijo "la Antártida obliga al hombre a ser tolerante, a ser amigo en serio. Obliga a convivir. Saber convivir es tan difícil en este mundo supuestamente civilizado. La Antártida es mucho más civilizada, en el término exacto, que cualquier otro lugar del planeta".
Admirador de San Martín y Favaloro, teniendo en ellos dos fuentes de inspiración para cumplir sus objetivos de vida y sus metas personales, como esta de haber llegado por primera vez a la Antártida y elevar allí el pabellón celeste y blanco.
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