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Editorial Domingo 17 de Junio de 2012

El Día del Padre

Que este domingo, todos los papás, tengan el más sincero de los reconocimientos a su labor en el seno familiar.

Redacción

Por Redacción

El difícil oficio de ser padre, tal vez podría ser una síntesis de la fecha que hoy se celebra en la intimidad de la familia. Es que el padre, más allá de cuestiones biológicas, de esa herencia que se transmite a través de la sangre, tiene sobre sus hijos otras responsabilidades muy importantes, realmente trascendentes para su formación, donde se entremezclan cuestiones materiales pero donde adquieren un valor superlativo las demás, las que anidan en el espíritu, y que son transmitidas con la palabra, pero muchísimo más fuertes las que vienen merced al ejemplo.

No deben importar algunas contingencias que a veces suelen provocar un quiebre en la comunicación entre un padre y su hijo, por desinteligencias y desencuentros que deben ser superados, ya que ambos están necesitados uno del otro en forma indistinta. Y es precisamente en estas fechas clave, como el Día del Padre, cuando deben darse con mayor fuerza y sinceridad los reencuentros que superen momentáneos distanciamientos, o bien, consolidar sus espíritus aquellos que han mantenido una relación llana, sin ninguna clase de alteraciones. Es entonces, el Día del gran abrazo, del momento en que se debe alcanzar la mayor conjunción del espíritu.

Y quienes no tengan esa posibilidad, por la desaparición física de alguno de ellos, tienen hoy la oportunidad del recuerdo, del homenaje, que aunque siempre vigente, tenga en este Día especial una más profunda penetración, que anide en las fibras más íntimas del pensamiento y del corazón.

Una fecha la de hoy, para reunir a todo el grupo familiar en torno a una mesa, más presidida que nunca por el Padre, centro de toda atención y reconocimiento, que sirva para el afianzamiento de los afectos, del respeto, de la armonía y de toda esa suma de valores que son los que en definitiva hacen de la familia una de las células más importantes sobre la cual está asentada la sociedad en todo su conjunto.

Hoy más que nunca, el rol del padre deberá ser rescatado, como máximo responsable de la unidad que debe imperar dentro del núcleo familiar. Es que desde su comportamiento, que se transmite a través del ejemplo, están pendientes el alma y el espíritu de sus descendientes, nutriéndose y aprendiendo a imitar las buenas conductas, responsables y generosas, aún enmarcadas dentro de la rectitud que debe imponer la figura paterna.

No vivimos tiempos sencillos, aún cuando cada uno haya sido así reconocido en su época. Es que se reclaman esfuerzos importantes, especialmente para el sostenimiento material de la familia, objetivo cada vez más compartido con la madre, que además de su decisiva participación en algunos otros roles -por demás conocidos e irreemplazables- debe también participar con el aporte laboral, ante las exigencias del momento, aunque en realidad, sea una situación que viene dándose desde hace algunas décadas, cada vez con mayor presencia y participación.

Roles muy diferenciados, tocándole al Padre, la mayoría de las veces, el rol del ceño adusto y la marcación de límites a los a veces pequeños excesos y deslices de los hijos. Sin embargo, actitudes que luego, con el transcurrir del tiempo, son reconocidas y valoradas por los hijos que, gracias a aquellas amonestaciones -recibidas no del mejor modo al momento de ser aplicadas- tuvieron la posibilidad de formarse dentro de una escala de valores y condiciones que permiten transitar un horizonte ancho y venturoso en la vida misma.

Muchas veces, justamente por ese trajín cotidiano en un tiempo de turbulencias, que por lo tanto imponen exigencias cada vez mayores y de más esfuerzo, la figura paterna puede llegar a resignar una parte de su consideración, aunque por sobre todas las cosas, nunca sea mancillado el valor que tiene dentro de la estructura familiar, tanto por el rol que le toca cumplir, como por el simbolismo que irradia su figura.

Puestas las cosas en ese lugar, corresponde entonces comprender, para obrar en consecuencia, para que la imagen del Padre, así dispuesta por Dios y así consagrada para llenar la función trascendente dentro de la institución familiar, tenga el amplísimo reconocimiento que merece. Especialmente en un tiempo en que se encuentran muy sacudida la institución matrimonial.

Vaya entonces hoy, para todos los papás, nuestros sinceros deseos de un ¡feliz día!

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