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Editorial Viernes 21 de Febrero de 2020

El castigado Planeta

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REDACCION

Por REDACCION

Hay acciones que el mundo debe emprender de forma conjunta para conseguir el impacto que se necesita.

En esa agenda global, entran los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el plan a 15 años con el que se busca tener un Planeta bien cuidado y una población con mejores condiciones de vida.

La hoja de ruta, en la que se comprometieron nada menos que 193 países, se trazó hace cinco años y se extenderá hasta el 2030.

En su contenido, se mencionan diecisiete objetivos por cumplir, todos ellos con el medio ambiente como eje transversal.

En este lustro se pudieron constatar avances importantes en determinados aspectos, pero al mismo tiempo se advirtió un evidente retroceso en ciertos asuntos, que en definitiva, son los que generan una lógica preocupación.

El balance preliminar es imprescindible, a pesar de los pocos años que han transcurrido desde la puesta en marcha de dicha agenda, porque es la manera adecuada para realizar los ajustes que permitan alcanzar en el futuro ya pactado las metas establecidas o al menos acercarse lo más que se pueda a ellas.

Con los ODS como bandera se pretende construir una sociedad más justa, más incluyente y más próspera, siempre en comunión y respeto con el entorno, un tema fundamental en el desafío que se emprendió en 2015.

Las metas que se plantearon no resultan de sencilla aplicación, pero en cambio son bien precisas y contundentes, de acuerdo con lo señalado al momento de rubricarse el acuerdo multinacional.

En primer término, se apunta a ponerle fin a un flagelo que no será tan fácil desterrar de la humanidad, como la pobreza y al hambre, que afecta, en mayor medida, a países africanos.

Obviamente, también se manifiesta, pero en menor escala, en otros continentes, siempre tomando como referencia los informes del organismo, que realiza un permanente seguimiento de un tema de crucial importancia.

Además, se intentará reducir las desigualdades, impedir las exclusiones y contar con instituciones sólidas de Justicia, tal como figura en el compromiso de los países que forman parte de la Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Garantizar el acceso pleno a la salud, a la educación de calidad, a los servicios públicos y al trabajo digno, son otras de las propuestas elaboradas y en las trabajarán puntualmente los integrantes del grupo.

El principio para conseguirlo es tener unas economías crecientes y productivas, ciudades amigables y comunidades que tengan una conciencia absoluta del importante papel que desempeñan.

Nada de ello será posible si esa gran casa en la que hoy viven 7.500 millones de personas se descuida, se destruye o se trata con indiferencia.

Por ello en los Objetivos de Desarrollo se habla de sostenibilidad, es decir de proteger el Planeta y hacer un uso racional de los recursos naturales que el mismo provee para bienestar de quienes lo habitan.

El deterioro de la Tierra y las consecuencias que ha traído son innegables, de manera especial en los últimos tiempos, como lo es la responsabilidad de la humanidad en ello.

Tal vez, eso no ocurrió porque se planificó hacerle daño, sino porque se adoptó en cada rincón del mundo un modelo de desarrollo enfocado, por sobre todas las cosas, en producir sin calcular los adversos efectos, tanto sociales como ambientales, que ese comportamiento traería.

Sin embargo, vale la pena señalar que aún no es tarde para enmendar cada uno de los errores cometidos, pero sí, debe reconocerse, será cada vez más difícil resolver los problemas si no se interviene con prontitud.

De los Objetivos de Desarrollo Sostenible, hay varios en los que se retrocedió, como los niveles de hambruna que llevan cuatro años creciendo o la cobertura y la calidad de la educación, que también registro un preocupante descenso.

En cambio, hay buenos pronósticos en la conversión hacia las energías limpias y renovables, hay más y mejor salud, así como un mayor bienestar para la población.

El saldo en rojo lo aporta el medio ambiente con un cambio climático que es sencillamente imparable, por no disponerse de los recursos naturales que en la actualidad provee la demanda de la población, los ecosistemas en decadencia y la pérdida invaluable y constante de especies.

Pese a ello hay esperanzas de lograr en los próximos diez años un mundo mejor, más equitativo y ambientalmente más sano.

Para ello se necesita de un mayor esfuerzo, compromiso y ambición de los gobernantes, de los Estados, de los líderes políticos, económicos y sociales. Pero, en primer lugar, de una sociedad que debe ser más consciente de los cambios que necesita hacer en su estilo de vida, en su forma de consumir y fundamentalmente de relacionarse con su entorno.

El año 2030 está a la vuelta de la esquina, pero el mundo sobrevivirá más allá y en cómo se quiere ese futuro es en lo que hoy se debe pensar.

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