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Editorial Domingo 14 de Julio de 2013

El caso Snowden

Una vez más Estados Unidos pisoteó las normas internacionales en varios aspectos, como suele ser invariablemente su conducta.

REDACCION

Por REDACCION

El caso del ex-analista de los servicios secretos estadounidenses, Edward Snowden, quien reveló masivos expedientes relacionados con el espionaje realizado por ese país, concretamente correos electrónicos, llamadas telefónicas e informaciones satelitales, provocó verdadera convulsión en casi todo el mundo, en especial, en aquellos países en los que se ha comprobado fueron víctima de esta clase de espionaje, el cual excedió los alcances militares para extenderse sobre los comerciales.

Entre los países espiados estuvo incluida la Argentina, ya que de ese modo pudo comprobarse por los documentos de la Agencia Nacional de Seguridad que fueron entregados por "el topo" Snowden, habiendo sido blanco de la red de monitoreo, tal cual lo fueron y aún con mayor intensidad, otros países de la región.

El espionaje en Latinoamérica por parte de la Agencia de Seguridad estadounidense fue realizado a comienzos del presente año, para lo cual utilizó dos programas, uno de ellos el sistema Prism que permite acceder a mails, chats y redes sociales como Facebook y You Tube, además del Boundless Informant, el cual es capaz de monitorear llamadas telefónicas y accesos a internet.

Algunos de los datos que fueron obtenidos y de los cuales se tiene constancia por las revelaciones del agente infiel, se relacionan con datos sobre petróleo y adquisiciones militares por parte de Venezuela, energía, drogas y política interna de México, además de haber registrado los movimientos de las fuerzas revolucionarias de Colombia. Justamente, en el caso de este último país, el espionaje data desde 2008, pese al calificativo de aliado que hace Estados Unidos del mismo, casi como Brasil y México. Es decir, en materia de espionaje no existen diferenciaciones, pues la primera potencia militar del mundo controla y vigila no sólo a sus enemigos, sino también e incluso aún más que aquellos, a los considerados amigos.

Pero además de los mencionados, que fueron los países más espiados, lo hubo aunque con menor intensidad en Argentina, Ecuador, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Paraguay, El Salvador, Chile y Perú. Es decir, muy pocos quedaron al margen de esta vulneración de los derechos internacionales, siendo víctimas de una intromisión inadmisible.

Más allá de la situación en que se encuentra Snowden, refugiado y buscado por Estados Unidos como el enemigo número uno frente al temor de que continúe revelando secretos de estas características, y tal vez algunos otros aún más comprometedores, aquí lo que realmente importa es el comportamiento descomedido y totalmente fuera de lugar de los Estados Unidos, un país que nunca ha respetado a la comunidad internacional a lo largo de casi toda su historia. Aunque, convengamos, en este caso se trata sólo de espionaje, ya que cuenta con antecedentes de intervenciones armadas que pueden contarse en cantidad importante, algunas de ellas como la denominada guerra del Golfo que terminó con el arrasamiento de Irán y Afganistán.

Pero además, y por sus efectos colaterales, el caso Snowden alcanzó hace pocos días otra clase de repercusiones internacionales, cuando el avión con el cual regresaba desde Moscú a La Paz el presidente boliviano Evo Morales, experimentó la intervención de algunos países, como los casos de España, Francia y Portugal que le negaron la posibilidad de aterrizaje para reaprovisionamiento y escala técnica, en tanto que al descender en Austria fue retenido ilegalmente durante cerca de 14 horas. Todo, por la presión ejercida por los Estados Unidos, ya que su red de espionaje había establecido la posibilidad, fallida por cierto, que en el avión presidencial boliviano pudiese encontrarse el ex agente Snowden, para ser acogida en condición de refugiado político por parte de Bolivia. 

El mundo entero, también en esto, se pronunció contra los Estados Unidos, país que tal su característica ha mostrado muy poca reacción hasta ahora, tal como si las normas internacionales no contaran para ello, como parece ser que lo interpretan, lamentablemente para el mundo.

Los desenlaces, en cuestiones de esta clase y más cuando las apuntadas son las grandes potencias, suelen terminar sólo en declaraciones y condenas desde los organismos internacionales, y a veces, ni siquiera eso.


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