Por REDACCION
El ICASFE (Indicador compuesto de la Actividad Económica de Santa Fe), cerró el pasado mes de diciembre con 164,2 puntos, registrando un casi imperceptible 0,1% de mejora mensual respecto a su predecesor noviembre, mientras que en cambio la medición interanual, es decir desde diciembre de 2016, fue de 1,5% positiva.
De tal modo, con ese porcentual de expansión anual, se lograron seis trimestres consecutivos de crecimiento de la actividad económica de la provincia de Santa Fe, resultado que plantea un escenario alentador, más que nada porque finalmente se logró afianzar una tendencia positiva y además, terminar con la etapa de estancamiento económico que venía desde 2011, cuando comenzó el segundo mandato de la ex presidenta Cristina Kirchner, en que la actividad productiva ingresó en una zona oscura y de pérdida constante. Debe recordarse que desde ese 2011 y hasta el mes de julio de 2017 -en el último tramo ya con el gobierno nacional a cargo de Macri- nuestra provincia debió soportar tres períodos de recesión, sin poder conseguir afianzar un camino de crecimiento como está ocurriendo ahora, mejor dicho, desde hace seis trimestres. Un año y medio que abona la perspectiva de consolidación en el sentido indicado.
Respecto al presente 2018, del cual se ha transcurrido ya el primer bimestre, existen problemas muy claros que aún aguardan solución, pero igualmente las posibilidades que se analizan en toda la extensión del ejercicio son favorables. Si bien la inflación, uno de los factores centrales de esta problemática, se encuentra todavía sin un control adecuado como era la fijación inicial del 15% -en el primer bimestre se lleva un preocupante acumulado de 4,4%-, y aún cuando ya desde todos los ámbitos se especula que rondará entre 20 y 22 puntos como mínimo -existen otras estimaciones que van por sobre esa cifra, incluso mostrándola por encima del 24,8% de 2017-, hay confianza en que una vez dejado atrás el nuevo ajuste tarifario, en el segundo semestre se logrará ceñir los números inflacionarios.
En cambio la situación fiscal continúa acumulando presiones, quedando acoplada a un creciente déficit de la balanza comercial exterior. Tanto en una como otra situación, la idea del gobierno es seguir moderando todo el avance de manera gradual, financiando los fuertes desbalances por medio del endeudamiento, esquivando la posibilidad del ajuste de una sola vez que desembocaría en un desmadre de la contención social..
Quedan además por resolver, desde lo político, aspectos realmente importantes como las reformas laboral e impositiva, que demandarán un trabajoso esfuerzo de parte del gobierno en el plano legislativo si es que pretende seguir adelante, pues deberá llegar a acuerdos que por ahora no aparecen accesibles, aunque bien sabido es que en materia política siempre todo es posible. Pruebas de ello, sobran.
Volviendo al comportamiento de la economía santafesina en 2017, en 10 de los 14 rubros que conforman el índice Icasfé, hubo variantes acumuladas positivas, en tanto que los cuatro restantes indicadores moderaron sus caídas con respecto a 2016, o bien revirtieron una situación negativa, siendo las excepciones molienda y gas industrial, que acentuaron bajas. Un dato esperanzador es que se ha ido de menor a mayor, pues en el último trimestre del año pasado hubo una suba de 0,6%, siendo la más alta medida en períodos trimestrales.
La recaudación experimentó un cambio muy fuerte respecto a 2016, concluyendo el período con una suba de 6,4%, en tanto en una misma línea con esta variante, el comercio minorista logró contener la fuerte contracción que tuvo durante 2016, aunque finalmente la mejora haya sido sólo de 0,3%.
Aunque los números hayan sido positivo y proyectando buenas expectativas, no lo son en cambio de esa manera los hechos público por parte de la Federación Industrial de Santa Fe, la que vaticina un escenario complejo para los próximos meses, en especial afectando a los efectos negativos que tendrá la gran sequía que afecta a la zona núcleo, los nuevos aumentos de la energía eléctrica y los altos costos financieros que debilitan la competitividad, junto a la merma del consumo. Un cambo ajustado a la realidad, que va más allá de las estadísticas y que sin dudas se hará sentir con fuerza.
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