Por REDACCION
Hoy no es un día más para quienes tenemos la responsabilidad de elaborar el contenido de este medio de información, porque trabajamos con el mismo compromiso de siempre.
Desde el año 1938 se recuerda, cada 7 de junio, el Día del Periodista, como homenaje a uno de los hombres más preclaros en una época muy importante de nuestra historia.
Mariano Moreno, ese día, pero de 1810, poco después de la Revolución de Mayo, editó el primer diario argentino: "La Gazeta" de Buenos Aires.
La publicación fue creada por uno de los secretarios de la Primera Junta con el propósito de difundir las ideas de ese organismo y el propio Moreno, en sus editoriales, interpretaba en sus columnas el sentimiento de un pueblo que terminaba de hacer escuchar su primer grito de libertad.
Repasa la historia que transcurridos siete días de aquel memorable 25 de Mayo de 1810, el 1 de junio, la Primera Junta dio a conocer un decreto, mediante el cual disponía que "salga a la luz un nuevo periódico semanal con el nombre Gazeta de Buenos Aires". Así se hizo y el 7 de junio ya estaba en la calle.
"Rara felicidad la de los tiempos en que es lícito sentir lo que se quiere y decir lo que se siente", expresaba en su inicio la nueva publicación, utilizando las palabras de Cornelio Tácito, uno de los grandes historiadores del Imperio Romano.
El 21 de junio, Mariano Moreno publicó un artículo sobre la libertad de escribir, que encabeza con estos conceptos: "Si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia; y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento, harán la divisa de los pueblos, y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria".
Hoy, esas definiciones no pueden quedar archivadas en un rincón por ninguna persona que ejerza la profesión de comunicador, porque es definitiva, quien debe asumir su rol de vehículo conductor entre la noticia y la gente.
Los tiempos fueron cambiando. La libertad de expresión fue recibiendo duras muestras de autoridad en algunos casos, pero lo importante es que la opinión vertida por el periodista siempre llega al destino que se pretende.
Tómala o déjala, podrán decir quienes están del otro lado, porque al lector, al oyente o al televidente, le asiste esa misma libertad, más aún en estos tiempos donde tantos valores fueron a parar al tacho de la basura.
Se asegura que es cada día más difícil ejercer un periodismo independiente. Y en parte, es verdad, porque siempre existen intereses que pueden hacer cambiar los mensajes por una cuestión económica, más que de principios.
Cada uno sabe, cuando apoya la cabeza sobre la almohada, si está limpia su conciencia después de una crítica que seguramente ni él mismo comparte.
No es una tarea sencilla la del periodismo, al margen de las presiones y de los reproches, que superan claramente a los reconocimientos.
Quienes vivieron diferentes experiencias, no tiene dudas que es así, porque es muy común que se resalte un error por miles de aciertos en la elaboración de una nota, un comentario o una entrevista.
El mayor reconocimiento para el periodista es el respeto que pueda ganarse. Y quienes actúan con honestidad y despojados de intereses personales, tienen esa satisfacción.
No es habitual que eso ocurra, pero cuando se dan ese tipo de situaciones, el periodista lo disfruta y se siente reconfortado.
Para mantener una línea editorial hace falta tener convicciones y la capacidad suficiente como para no sentirse dueño de la verdad absoluta, que obviamente, no existe.
Si un profesional de la comunicación no se aparta de ese forma de proceder, seguramente el primero que habrá de advertirlo será el destinatario.
Lamentablemente, justo es reconocerlo, desde hace bastante tiempo, quienes deben pregonar con un ejemplo de conducta, empezaron a bastardear a una actividad que ya no es tan respetada.
Apelando a palabras rebuscadas y a comportamientos despreciables, parecen no tener conciencia de la responsabilidad que asumen frente a la sociedad, que consume esa manera irrespetuosa de hacer periodismo.
Se puede observar entre los opinólogos de política, deportes o espectáculos, donde la falta de respeto es moneda corriente.
La sensación que cualquiera puede opinar de cualquier tema con total liviandad se ha instalado con una naturalidad que genera críticas rechazos.
Finalmente, vaya nuestro respeto para quienes ya no están, pero que dejaron bien marcadas sus huellas en el periodismo local y que con su aporte a la cultura hicieron posible que hoy tengamos la íntima satisfacción de celebrar otro Día del Periodista.
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