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Editorial Jueves 22 de Septiembre de 2016

Deuda con la niñez

Entre 2010-2015, aunque hubo leve mejora, la deuda con los chicos siguió gigante.

Redacción

Por Redacción

Los derechos de los niños siguen postergados, bien podría ser la síntesis más apretada del reciente informe del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, elaborado por la Universidad Católica Argentina, que analiza el período comprendido entre 2010 y 2015, constatando algunos avances, pero muchos retrocesos e inequidades. Lo concreto es que  se refiere a un lapso completo bajo el gobierno kirchnerista, por lo cual el estudio viene a descalificar una vez más el relato que se hizo durante esa gestión, vistiendo de logros muchas de las iniciativas que culminaron en rotundos fracasos. Este es uno de ellos, contundente.

El relevamiento se hizo sobre 5.000 casos promedio anual, representativa de la población de 20 conglomerados urbanos de 80.000 habitantes más la ciudad de Buenos Aires y 24 partidos del Conurbano Bonaerense, Gran Córdoba, Gran Rosario, Mendoza, Salta, Tucumán y San Juan, entre otros puntos del país.

La infancia de necesidades básicas insatisfechas representó el 33% en 2010 y el 27% en 2015 con una baja apreciable adjudicada en gran parte a la asignación universal por hijo, avanzándose además en cuanto a la incorporación al sistema de seguridad social y mayor inclusión educativa secundaria, lo cual fue considerado como un alivio pero dentro de un marco complicado que persiste en cuanto a la desigualdad, siendo absolutamente insuficiente para un país de las características de la Argentina. A tal punto que la situación se encuentra amesetada en el estancamiento, y además, se agrava el abandono de los asistentes a la educación secundaria, el cual se encuentra hoy en el 50 por ciento.

El informe dispone de 150 páginas con indicadores de alimentación, salud, hábitat, crianza, socialización, acceso a la información, educación y trabajo infantil. Uno de los datos da cuenta que en 2015 el 12% de los agrupados entre 5 a 17 años trabajaba en actividades domésticas intensivas, o bien en ayuda a algún familiar. Se destaca que "aún cuando la prohibición al trabajo infantil es necesaria, no es suficiente cuando más del 40% de la infancia y adolescencia se halla en estado de vulnerabilidad en términos de garantizar la subsistencia", según advierte el Barómetro.

Las condiciones de privaciones severas de 2010 eran del 62% en la población joven, decayendo al 58% en 2015, mostrando un leve progreso en esos 5 años analizados, aunque se está lejos del objetivo de mejora concreta, recordándose que las restricciones severas son aquellas que incluyen privaciones como no tener agua potable, ni inodoros con descarga, o vivir en un lugar donde se utiliza la violencia física para separar el mal del bien.

Estos datos revelados, no hacen otra cosa que ofrecer índices y muy claros y precisos de "las brechas persistentes y duraderas en la sociedad argentina", donde se entremezclan necesidades básicas insatisfechas, ingresos monetarios de los hogares y un cálculo multidimensional de la pobreza que incluye indicadores de socialización en la crianza, como ser lectura de cuentos, celebración de cumpleaños y otra clase de estímulos de estas características.

Lo trascendente, sin dudas, es que se mantiene la deuda con al menos el 20% de los niños, quienes sufren severas privaciones. En otras palabras, 2 de cada 10 de los chicos argentinos se encuentra en condiciones de máxima precariedad, casi sin posibilidades de alcanzar alguna clase de desarrollo dentro del ámbito social. Una tarea que merece, y por sobre todo exige. el esfuerzo y la participación de todos los sectores que conforman la sociedad en su conjunto, pero que además, es claramente representativo del relato ficticio que se desarrolló durante el gobierno kirchnerista, que fue quien tuvo la responsabilidad tal durante el lapso analizado entre 2010 y 2015. Es que durante ese entonces, se utilizaba la inclusión social como bandera, difundiendo estadísticas sumamente favorables en aspectos centrales como pobreza e inflación, que eran absolutamente falseadas, quedando claramente comprobadas en todos los rubros. En este caso, en el desamparo de los niños.

Es que hablar de pobreza en ese tiempo, era estigmatizar a quienes se encontraban en esa condición, por lo cual la opción elegido fue esconderlos. Hoy, todo aparece en la superficie.

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