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Editorial Martes 19 de Enero de 2021

Deterioro del mercado laboral

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REDACCION

Por REDACCION

La Argentina parece hoy una tierra olvidada por la buena fortuna en la misma medida que se convierte en una especie de 'aguantadero' de todos los males. Parafraseando a un otrora encumbrado dirigente político nacional, el país parece estar condenado al fracaso -y no al éxito- y navegar en las turbias aguas de la corrupción, la pobreza, la indigencia, la desocupación o la existencia de trabajo mal pago, la inflación, la deuda eterna, tanto externa para un puñado de inversores corporativos como social para con millones de habitantes. 

La clase política, interesada en garantizarse impunidad y enriquecimiento por todos los medios, busca construir relatos épicos que maquillan una realidad por momentos insoportable, un poco por un contexto signado por la pauperización de más de la mitad de la población pero tanto más por la falta de esperanza. ¿Hay todavía optimistas que creen que el país encontrará alguna vez la salida a un laberinto sobrecargado de problemas que se parece más a un infierno que a un paraíso con calidad de vida para sus habitantes? Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, pero el desencanto y la desilusión generan hoy día una cosecha récord.  

En este contexto gris oscuro en el que deambula sin rumbo la Argentina, el mercado laboral devuelve una imagen pálida con notas de espeso pesimismo. En un análisis efectuado por el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), se concluye que durante el 2020 se afectó sustancialmente la calidad del empleo. Al respecto, el INDEC informó que la tasa de desocupación en el 3º trimestre del 2020 fue de 11,7% de la población laboralmente activa, lo que implica una reducción respecto a la del 2º trimestre cuando se ubicó en el 13,1%, momento en que el confinamiento fue más estricto. Si bien estos números parecerían indicar que la situación laboral estaría volviendo a la situación pre-pandemia, hay que tener en cuenta que la baja en la tasa de desempleo en el 3º trimestre se explica porque mucha gente que perdió el empleo con el confinamiento declara no estar buscando otro empleo. Por esto, no se considera desocupada. Si esta gente que pasó a la inactividad (no trabaja, ni busca trabajo) entrara al mercado laboral a buscar empleo, el desempleo en el 3º trimestre no sería 11,7% sino de 20% advierte la consultora. 

Al indagar sobre la calidad de los empleos, se llega a un panorama más desolador aún. Según el INDEC se observa que en el 1º trimestre el empleo asalariado registrado caía un -2% y el empleo informal crecía un 3% interanual; que en el 2º trimestre el empleo asalariado registrado cayó un -5% mientras que el empleo informal cayó un -36% y finalmente que en el 3º trimestre el empleo asalariado registrado mantiene una caída de -4% mientras que el empleo informal sigue -17% abajo. Estos datos muestran que antes de la pandemia el empleo asalariado formal ya venía contrayéndose y el informal expandiéndose. Con la llegada del Covid-19 y el confinamiento estricto, la prohibición al despido más los subsidios al salario (ATP) y los acuerdos de reducción de costos laborales permitieron moderar la destrucción de empleos en el sector formal. Pero entre los trabajadores informales el ajuste fue brutal. En el 3º trimestre cuando el confinamiento se fue relajando, el empleo comenzó a recuperarse, pero sólo entre los informales. La totalidad del crecimiento del empleo es en la informalidad subrayan los expertos de la consultora.

Pero lo peor es que esta tendencia a la contracción de los empleos formales y la expansión de los informales excede la pandemia. Desde el 2012 hasta el 2019, antes de la pandemia, el empleo asalariado registrado en empresas privadas permaneció estancado mientras que se crearon más de 1 millón de empleos informales (asalariados no registrados y cuentapropistas no profesionales). Si bien el confinamiento concentró la destrucción de empleos en el sector informal, apenas se comenzó a relajar el aislamiento volvieron a emerger los empleos informales de baja productividad, baja remuneración y muy precarios. Esto no debe sorprender en un país que desalienta las inversiones productivas, que es indiferente a los malos resultados del sistema educativo y que penaliza con altos impuestos y una arcaica legislación laboral la contratación asalariada en empresas.

En este complicado panorama cobran impulso las políticas públicas orientadas a promover la “Economía Social”. Esto explicita una enorme contradicción. Los emprendimientos más productivos, que son los que generan empleos de calidad, son desalentados con gravosos impuestos, prohibiciones y regulaciones altamente distorsivas. Los emprendimientos menos productivos, que generan empleos de baja calidad, son incentivados con exenciones, subsidios y la liberación de regulaciones. La “Economía Social”, en la que se mezclan buenas intenciones con intereses espurios, es un acto de resignación frente al estancamiento y la degradación productiva.







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