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Editorial Viernes 1 de Abril de 2011

Desigualdad extendida

En nuestro país en 1999 el 10% de los más ricos recibían el 36,7% del ingreso y los más pobres el 15,9%, mientras que en 2009 los más ricos bajaron a 32,1% pero los más pobres en lugar de subir también bajaron a 16,5%.

Redacción

Por Redacción

Como nunca antes Latinoamérica atraviesa por un período de crecimiento económico de características excelentes, incluso por sobre los países de alto nivel de desarrollo. Todos los países de la región se encuentran en expansión, logrando índices que llaman la atención en el mundo, focalizándose ese despegue por la alta demanda que a nivel mundial tienen los productos primarios, es decir, los destinados a la elaboración de alimentos. Una situación que promete prolongarse por bastante tiempo, con un nivel de precios muy elevado que favorece las exportaciones desde esta región del mundo.

Pero aún dadas estas condiciones, y con varios años de crecimiento sostenido, en la región latinoamericana no se observa que ese beneficio se traslade hacia las clases más desprotegidas, ya que la desigualdad social es una de las características que identifica a toda esta amplia región, y tal como ocurre con una demanda que continuará en el tiempo, también en este aspecto no se visualiza que la situación pueda modificarse.

Es cierto que se han logrado algunos avances, pero se está muy lejos de lo que debería ser luego de tantos años de crecimiento económico sostenido, pues todo resulta muy provisorio sin alcanzarse objetivos realmente sostenidos y con proyección en el tiempo. Justamente, la desigualdad se traduce en trabajos poco productivos, carencias de educación, vivienda y salubridad, todo lo cual se traduce en menos oportunidades para las clases con mayores carencias.

El índice Gini que se utiliza para medir la desigualdad tuvo una modesta mejoría de 7% desde 1995 a 2009, no teniendo relación con el promedio de 4 puntos que la región creció anualmente en los últimos 5 años.

Durante mucho tiempo se creyó que con solamente crecimiento económico alcanzaría para reducir la pobreza y alcanzar un mayor grado de igualdad, pero por cierto la realidad se encargó de desvirtuar esa estimación.

En toda Latinoamérica los contrastes de la población son muy evidentes, confrontando automóviles muy lujosos de las mejores y más costosas marcas del mundo con chicos descalzos en la vereda, que esperan recibir una moneda de quienes descienden de esos vehículos. Es cierto que la pobreza se redujo, pues en 1999 afectaba a un 44% de la población latinoamericana, y hoy alcanza al 33%, pero en comparación con la situación económica del presente sigue siendo muy elevada, ya que se avanza muy lentamente en la mejoría de las condiciones estructurales, basándose más en el asistencialismo, lo cual hace revertir los logros alcanzados ni bien se produce algún remezón en la economía.

Existen en Latinoamérica unos 50 supermillonarios que integran la lista de la revista Forbes de las personas más ricas del mundo, apareciendo en los primeros lugares el mexicano Carlos Slim con 74.000 millones de dólares, habiendo acrecentado su fortuna 20.000 millones de dólares solamente en el último año, mientras que entre todos ellos redondean la posesión de 334.300 millones de dólares, lo cual es más que el PBI de muchos de los países de la región.

Pero claro, las que mencionamos son las excepciones que constituyen los más ricos, aunque es una pequeña parte de toda esta problemática, algo así como la punta del iceberg, ya que más abajo viene toda otra importante franja de la pirámide social de personas que sin tener esas superfortunas posee índices de ingresos muy superior al resto de la mayor parte de la población, la cual está incluida en los espacios inferiores de la aludida pirámide.

La desigualdad está claramente expuesta en la inequitativa distribución de la riqueza, quedando expuesto con claridad en algunos datos difundidos por la CEPAL, dando cuenta que diez años atrás el 36% del ingreso iba a manos del 10% más rico de la población, y apenas el 15% se destinaba al 40% más pobre. Hoy, después de todos estos años de sostenido crecimiento, la situación no se modificó demasiado: los más pudientes se quedan con el 34% del ingreso, en tanto que el 40% más humilde recibe el 16% del total de los ingresos. Dos puntos menos para los ricos y un punto más para los pobres, es un cambio que si bien significa cientos de millones, es insignificante en cuanto a la dimensión que tiene la desigualdad en toda la región latinoamericana.

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