Por REDACCION
El título, en esta columna, no tiene nada que ver con la actualidad política. Es bueno aclararlo, para quienes puedan suponer que el tema a desarrollar está relacionado con las elecciones presidenciales que se realizarán mañana.
Además, en tiempos de veda, no es prudente efectuar consideraciones que se puedan interpretar como tendenciosas.
El tema, concretamente, tiene que ver con lo ocurrido en los dos partidos que disputaron River Plate y Boca Juniors por una de las semifinales de la Copa Libertadores de América.
El desenlace es conocido por todos, habida cuenta de la tremenda expectativa generada por los enfrentamientos que protagonizaron las dos entidades más populares del fútbol argentino.
Por qué decimos que "cuando se quiere, se puede". Simplemente, o quizás no tanto, porque antes de estos compromisos trascendentales para "millonarios" y "xeneizes", las historias fueron demasiado preocupantes.
Al menos las más recientes, como la del gas pimienta del "Panadero", que había perjudicado claramente a Boca en la mismísima "Bombonera" o la del ataque perpetrado contra el micro que transportaba a la delegación del mismo club con destino al "Monumental" en la revancha de la anterior edición del tradicional certamen.
La primera, terminó en suspensión y el que terminó avanzando fue River, tras evaluarse todos los informes y descargos que se generaron a partir de aquella lamentable experiencia, que derivó en la suspensión del encuentro.
El segundo capítulo, ni siquiera pudo iniciarse, a raíz de la conducta de un grupo de inadaptados que apedrearon al vehículo que conducía a jugadores y dirigentes boquenses con destino al barrio de Núñez, aunque esa vez hubo reclamos de los afectados, que incluso recurrieron al TAS.
Luego de prolongadas y desgastantes negociaciones, con audiencias que se fueron sucediendo, hubo un pronunciamiento y el súper clásico argentino se trasladó de manera poco creíble al estadio "Santiago Bernabeu" de Madrid.
Fue un golpe durísimo, no solo para los actores de aquella final insólita en España, sino también para todos los amantes del deporte más popular en este rincón del planeta, que se vieron privados de un espectáculo maravilloso y quizás único en el mundo del fútbol.
El castigo fue severo desde cualquier ángulo que se lo pueda analizar, pero al mismo tiempo, se constituyó en un toque de atención para cada uno de los responsables de esa situación no deseada.
Felizmente, hoy lo podemos aseverar con los resultados a la vista, no en lo deportivo, vale la pena señalarlo, que la lección fue aprendida y que en esta oportunidad la sensatez le ganó por goleada a la intolerancia.
Tanto en el "Monumental" como en la "Bombonera", en cada estadio con los simpatizantes locales como exclusivos protagonistas, el comportamiento de la gente estuvo a la altura de las circunstancias.
No hubo incidentes de ninguna naturaleza pese a las masivas convocatorias y ambos juegos terminaron en paz. Tantas recomendaciones, en definitiva, se vieron reflejadas en la conducta de los hinchas, al margen de los resultados de esos compromisos.
Otro tema no menor y que merece una especial consideración es el referido a las medidas de seguridad que se aplicaron en las inmediaciones de los dos escenarios, que en definitiva brindaron no solamente protección, sino además una indispensable cuota de tranquilidad a los verdaderos actores, esos que ocuparon el centro de la escena en Núñez y en La Boca.
River-Boca o Boca-River, como se prefiera, de acuerdo con la simpatía de la enorme masa que se siente identificada con una u otra divisa, se entregaron generosamente y sin guardarse nada en los 180 minutos.
Las estadísticas, a la distancia, recordarán que el equipo de Marcelo Gallardo pudo ganarle la pulseada al dirigido por el rafaelino Gustavo Alfaro, pero al margen de ese hecho, al cabo de la serie el que ganó, ahora de manera clara y contundente, terminó siendo el fútbol.
Los éxitos y las frustraciones, muchas veces, están separadas por un hilo muy delgado, como ocurrió en este caso. Lo inaceptable es que se tilden como satisfacciones extremas los triunfos o como fracasos estrepitosos las derrotas.
Ese análisis, muchas veces fogoneado por los periodistas que solo piensan en vender a cualquier precio, sin respetar la parte humana, es un tema que no parece encontrar una erradicación, al menos cuando están en juego intereses espurios de parte de los formadores de opinión.
Hoy, sin embargo, queremos rescatar un hecho positivo. Que, seguramente, tendría que aceptarse como algo muy natural, aunque no se vea respaldado en los últimos tiempos por los antecedentes.
Los dos equipos más convocantes de un país bicampeón del mundo, esta vez mostraron un alto grado de madurez. Ese que no exhibieron en contiendas recientes y que nos llevaron a desterrar uno de los eventos que es reconocido mundialmente por la pasión que genera entre ambas parcialidades.
Todos deseamos, a esta altura de las circunstancias, que se haya producido un quiebre, definitivamente, luego de estos dos encuentros, para sostener ese concepto que aplicamos en el título del editorial: Cuando se quiere, se puede.
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