Por Redacción
No hicieron falta explicaciones, mucho menos interpretaciones de esas grandilocuentes o de aspiraciones magistrales que siempre suelen aparecer ante esta clase de acontecimientos, pues las imágenes observadas al concluir el encuentro futbolístico del domingo en Nueva Jersey, con el saldo de una nueva frustración para los argentinos, fueron por demás terminantes. Rostros compungidos, surcados por las lágrimas, desazón a la enésima potencia, graficando con inigualable elocuencia el momento que estaban viviendo los integrantes de todo el seleccionado blanquiceleste, y también, al menos en gran mayoría, los argentinos que nos unimos en ese mar de adversidad. Que, debe decirse, no es otra cosa que un resultado deportivo, importante es cierto, pero no concluyente pues siempre existe la ocasión de la revancha, de poder revertir algo que, no es más que lo expresado, un resultado. Que es verdad pudo habernos hechos más felices, pero que tampoco significa más de lo que realmente vale, y que en pocos días, tal vez ya mismo haya comenzado, se estará diluyendo sólo como un mal recuerdo.
Lionel Messi fue el estandarte de esta selección, que lleva enhebrada una serie de frustraciones en el instante cúlmine de varias de las últimas competencias, debe decirse como punto de partida. Justo él, ocupante del trono de mejor jugador del mundo desde hace varias temporadas, ganador de cuanto evento haya participado, receptor indiscutido de las más altas distinciones, aclamado y reconocido en los cinco continentes, fue al cabo de esta nueva final resignada, la imagen más elocuente de la desazón. Lo visto no necesitaba de ningún agregado, su rostro y sus lágrimas lo decían absolutamente todo, y como tal lo comprendimos, siendo seguramente el más lastimado por esta nueva posibilidad negada.
No caben ni corresponden las comparaciones, cada cual ocupó su momento y así se fueron incorporando en la historia, como lo está haciendo Messi, quien además, siendo algo que exalta aún más la dimensión de su figura, es un verdadero compendio de humildad, sencillez, definitivamente lejano de la grandilocuencia, aún teniendo todo servido para serlo. Un ídolo en serio, catapultado por sus virtudes deportivas, pero sostenido por otros valores que son indispensables para afianzarse en la vida. Ese es Lionel Messi, el pibe rosarino que muy jovencito se fue a España recalando en el Barcelona, siendo hoy una de las máximas figuras del deporte mundial, muy probablemente el más conocido y reconocido.
Confiemos en que su decisión de "no jugar más en la selección", haya sido producto de la reacción inmediata a la derrota, pues al fin y al cabo es también un ser humano con todo el derecho a expresar sus emociones, sus alegrías, o como en este caso sus broncas. Tras la tormenta, siempre viene el tiempo de calma, esperemos que sirva para ir serenando los ánimos y que exista una reconsideración de parte del crack. Seguramente la habrá, pues todos los argentinos se lo estamos pidiendo, convencidos que debe ser el ejemplo que tanto se necesita en este tiempo.
Una docente entrerriana le dirigió a Lionel una carta en la cual le pide, le ruega, que revea su decisión, pues los chicos argentinos así lo necesitan, casi con urgencia. Es el ejemplo que debe transmitir el espíritu de lucha, más que nunca frente a la adversidad, como vivimos en estos tiempos. "Por más amor y dedicación que ponga en mi trabajo, jamás tendré de mis alumnos esa maravillosa fascinación que sienten por alguien como vos. Y hoy verán a su más grande ídolo rendirse. Te ruego que no les des el gusto a los mediocres, a esos que frustrados por sus miles de metas no alcanzadas vuelcan sus rencores en un jugador de fútbol, a esos que opinan de todos los demás porque hacerlo es fácil y gratuito. Por favor no renuncies, no les hagas creer que en este país sólo importa ganar y ser primero", es parte del contenido de la carta.
Hubo señalamientos muy duros, injustos, desde no sentir el amor por la camiseta, hasta carecer de temperamento y no poseer vocación ni condiciones de líder, olvidando lo mucho que nos dio hasta ahora y siempre, a cambio de lo poco que a veces ofrecimos, desde una AFA que se cae a pedazos, con una dirigencia venal y desarticulada de la realidad, que ha llevado a nuestro fútbol al peor de los escenarios, jugando con las ilusiones de la gente, y también, como en este caso, con las de los propios futbolistas.
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