Por REDACCION
Es probable que muchos de los lectores de LA OPINION se puedan haber sorprendido por la nota publicada en la edición del miércoles, exponiendo con claridad la situación existente en la ciudad respecto a los chicos que se drogan, una realidad que más que sorprender llega a la conmoción, pues no puede ser de otra manera el comprobar la penetración que está teniendo este flagelo.
Fue esa una nota informativa, y muy descriptiva, del encuentro sostenido por iniciativa de la titular vecinal del barrio Virgen del Rosario, Ramona Ramallo, para abordar la problemática de la inseguridad en ese sector urbano del noroeste de la ciudad. Es cierto que hay balaceras, delitos de toda clase y se vive con temor -características que son comunes a casi toda la ciudad y que exceden nuestros límites para extenderse hacia todo el país-, pero lo relativo a las drogas sobrepasó toda clase de consideraciones. "Hay chicos de 10 años con armas y drogados", fue una sentencia y contundente, que exime de otras estimaciones, para exponer una realidad que abruma, que sobrepasa la razonabilidad y que ubica este problema al tope de las prioridades que deben ser encaradas en la búsqueda de soluciones.
Sin embargo, tal como decimos, aunque pueda haber sido sorpresa para muchos el enterarse con tanta crudeza que en Rafaela hay chicos de 10 años que se drogan, ya este Diario hace varios años viene dando cuenta de una perspectiva de esta naturaleza, antes incipiente y ahora agravada por la ampliación de la cantidad de chicos afectados por el flagelo.
Recordamos en tal sentido que hubo numerosas descripciones de esta naturaleza, de niños de diez y menos años, drogándose en espacios públicos con la aspiración de pegamentos y combustibles, reiterándose además en descripciones formuladas por trabajadores sociales y de organizaciones no oficiales que trabajan en barrios de la periferia, que es donde con mayor asiduidad suelen darse esta clase de situaciones.
Nada es nuevo entonces, viene con arrastre, sólo que ahora se ha acrecentado el problema y por lo tanto, será más complicado resolverlo. Es cierto que todo es muy difícil, que no se trata de aplicar medidas aisladas, sino de conjunto, donde tienen que ver la organización familiar, el sustento digno, la educación, la asistencia con mucha contención, y por supuesto una organización pública que actúe de manera coordinada, con sentido común frente a cada una de las situaciones que se generan en este sentido.
Se expresaron durante el aludido encuentro algunas puntualizaciones interesantes en cuanto a las acciones que deben desplegarse, y también, el nivel de responsabilidades que le asiste a cada uno de los actores de este turbio entramado, que afecta las bases y sostenes de la comunidad organizada. "Hay chicos que no tienen futuro", unas pocas palabras que definen con certeza el momento actual, pero mucho más todavía lo que nos espera en el tiempo por venir.
"Se está fallando como sociedad", fue otra de las expresiones duras pero muy contundente como definición del panorama que se tiene por delante, expresándose que "se deben atacar las causas". Un objetivo loable sin dudas, pero que deja sin embargo sin cobertura el presente de esos chicos que hoy son víctimas del abandono, del olvido y de la distracción de muchos que miran hacia otro lado, cuando en verdad tienen frente a sus ojos el problema, que como sociedad debe sonarnos como un grito, como un profundo llamado para la reacción que corresponde.
Primero es la droga en sus versiones más burdas, pero también accesibles, para niños que en muchos casos no han tenido otra posibilidad que ver eso como el camino que le están marcando a veces sus propios padres, sus hermanos, quedando sólo un muy breve umbral por cruzar para incorporarse a la delincuencia. Muchos de estos niños iniciados en tan terrible andar, que no sólo no tienen presente, sino mucho menos futuro, ya hoy andan armados, convertidos en potenciales criminales. ¿Qué puede suceder con un chico de diez años drogados y con un arma en la mano? No se necesita demasiada imaginación.
Otras veces lo hemos dicho desde esta sección editorial y es propio reiterarlo cuantas veces sean necesarias: la tarea es ardua, requiere de esfuerzo, dedicación y muchísimo trabajo, pero absolutamente necesaria, teniendo presente que resolviendo este problema, también estaremos involucrando a nuestros propios hijos. Nadie queda exceptuado.
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