Por REDACCION
Con una gestión de vuelo bajo que excluye la creatividad, la capacidad de diálogo, la posibilidad de alcanzar acuerdos y sin ningún éxito que mostrar en un año y medio de ejercicio del poder, el Gobierno nacional parece estar dispuesto a hacer todo mal. Desde el Presidente que dice y se desdice en cuestión de horas hasta ministros que siguen en sus cargos a pesar de haber sido desautorizados, todo encuadra con un modelo donde lo único que parece ser importante es lograr la impunidad de referentes políticos asediados por causas judiciales y permanecer en el poder cueste lo que cueste.
El sostenido aumento del precio de la carne que se ha registrado en la Argentina en el último año, que incluso se ubicó bastante por encima de la inflación general, hizo que el Gobierno cerrara las exportaciones de un producto que conquistó mercados internacionales lo que a su vez le permitió comenzar a consolidar la cadena, desde los productores hasta los frigoríficos. Pero este abrupto cambio en las reglas de juego amenaza los avances del sector y otra vez lo coloca de frente a su pasado más oscuro.
El nuevo kirchnerismo en el poder, que no es mejor que las anteriores versiones más allá del relato sintetizado en esa sentencia de que "volvimos mejores", condena nuevamente a la ganadería argentina a una situación de crisis. Pocas horas después del anuncio que frenó los envíos cárnicos al exterior, un frigorífico cuya sede central se encuentra en Rafaela bajó la persiana temporalmente de su establecimiento en Casilda. Dos problemas explican la decisión con total simpleza: a la imposibilidad de exportar se le sumó el daño colateral de la reacción de los ganaderos, esto es el cese de la comercialización de hacienda (lo que deja sin el principal insumo a los frigoríficos).
El economista jefe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), David Miazzo, consideró que el freno a las exportaciones de carne vacuna no bajará la inflación. Porque la inflación no se origina en el precio de la carne sino en la emisión monetaria. Es decir, que por inundar el mercado con pesos no sólo sube el precio de la carne sino que aumentan todos los productos y servicios de la economía. Para el especialista, no tenemos un problema de precios, tenemos un problema de moneda, cada vez se necesitan más pesos para comprar la misma cantidad de carne, nafta o tomates. La conclusión es de manual, como afirma Miazzo, y se basa en que la medida de frenar las exportaciones de la carne terminan en un efecto contrario, es decir subirán los precios por la inflación y una menor producción.
La Mesa de Enlace, que agrupa a las cuatro entidades más representativas del quehacer rural, no solo rechazó la prohibición a exportar sino también convocó a una medida de fuerza que se extenderá hasta este miércoles. Por su parte, el Consorcio Regional de Experimentación Agrícola (Crea), que reúne a los productores líderes del país, también se pronunció en contra de la medida del Gobierno y planteó que no derivará en la baja del precio de la carne. En su documento, recuerda que desde 2005 comenzó a aplicarse una batería de intervenciones en el negocio de la carne que incluyó suba de derechos de exportación, eliminación de reintegros, modificaciones en el peso medio de faena, permisos de exportación e incluso el cierre de las ventas al exterior. En este marco, se pasó exportar 771.000 toneladas de res con hueso en 2006 a un mínimo de 183.000 toneladas en 2011. Al eliminarse las restricciones, entre 2015 y 2020, las exportaciones crecieron 354% en cantidades y 1.997 millones medidas en dólares, volviendo en 2019 los valores de 2006.
Entre las consecuencias negativas que se observaron en el período que va de 2006 al 2011, se destaca que el stock bovino se redujo en 12 millones de cabezas y consecuentemente, la producción de carne en un 28%. De acuerdo al documento de Crea, entre 2005 y 2008, los precios de la carne al consumidor registraron una caída de cerca 12% en términos reales que perduró algo menos de un año. Sin embargo, desde 2010, se constató un incremento cercano al 40% en términos reales, que aún hoy persiste. Otro dato interesante del análisis de esta entidad es que el problema mayor es la caída del poder adquisitivo del salario, que desde el 2018 perdió 15 por ciento en la capacidad de compra. Es fácil, el Gobierno debería trabajar en mejorar la economía, estabilizarla y en recuperar el salario real para garantizar el plato de comida de los argentinos y no recurrir a medidas extremas que provoca un daño difícil de reparar.
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