Por Redacción
En los últimos 50 años, la producción de alimentos en el mundo experimentó un crecimiento extraordinario, pasando de 3.000 millones de toneladas a 8.300 millones, casi triplicando la cantidad, con lo cual no sólo posibilitó asistir a la también creciente población sino que aumentar un 30% la disponibilidad de alimentos por habitante, pero también asistir con 25% más de proteínas y reduciendo considerablemente la cantidad de personas que pasan hambre.
Dentro de esta perspectiva, el aumento tuvo como motorizadores principales a las oleaginosas, las verduras y las carnes, aunque también fue importante la participación de otros alimentos, pues de lo contrario no hubiese sido posible alcanzar prácticamente el triple de producción en apenas medio siglo. El sector agropecuario tuvo una presencia determinante, y aunque el área sembrada subió sólo en 25%, la mejoría estuvo dada por los grandes adelantos tecnológicos, como el caso de las semillas, los fertilizantes y los pesticidas que permitieron rendimientos cada vez mayores de los cultivos.
Una situación, que corresponde decirlo antes de continuar avanzando en más detalles, tuvo a la Argentina como uno de los participantes realmente importante para contribuir a esta gran mejoría en la producción de alimentos, ya que en el citado lapso de 50 años se multiplicó 3 veces y media, pasando de 44 millones de toneladas a los 160 millones del presente. Que, de todos modos, de no encontrarse otras fuentes alimenticias, muy pronto ya puede transformarse en deficitario habida cuenta de la gran explosión demográfica en el planeta, dándose una verdadera carrera entre el crecimiento de la población y de los alimentos, que al menos por ahora viene ganando este último.
Esta positiva evolución de la producción en las últimas décadas, dio la posibilidad que el consumo medio de calorías por habitante, en forma diaria, pasara de 2.200 a 2.800 kilocalorías, en tanto que el consumo de proteínas se elevara de 61 a 77, y el de grasas de 48 a 80. Si tales cifras que surgen del promedio de personas y de consumo, estuviesen aplicadas proporcionalmente, bien podría decirse que el flagelo del hambre debería estar erradicado. Pero claro, eso no es así ya que la desigualdad sigue vigente, pues aún cuando la cantidad de personas alcanzadas por el hambre estuvo en baja, aún muere un niño cada 6 segundos debido a la desnutrición.
Además de este aumento de la producción de alimentos, el mundo debe perseguir el gran objetivo de ir buscando planos de igualdad en algunos aspectos elementales para el desarrollo humano, como lo son la alimentación, la salud y la educación, ya que todos ellos marchan al unísono en la búsqueda de un mundo mejor, especialmente más justo y equilibrado.
En estos últimos 50 años, analizados en un informe de la FAO -dependiente de las Naciones Unidas para este rubro- fue China el país que mayor desarrollo tuvo en la producción de alimentos, quintuplicando la misma y duplicando el consumo de calorías y proteínas de sus habitantes, siendo un dato a considerar que apenas el 2% de alimentos que consume su población son importados. Otro, y también trascendente, es que el consumo de los chinos en cuanto a cantidad y calidad de alimentos que consumen, están actualmente en el mismo nivel y promedio de los grandes países desarrollados, y por encima de lo considerado adecuado para mantener una vida saludable. Aunque de todas maneras. China todavía no alcanzó a erradicar el hambre, ya que por lo menos 130 millones de habitantes -el 10% de su población total- se mantiene dentro de la calificación de subalimentados, lo cual ubica a China en segundo lugar del "ranking mundial del hambre", detrás de la India.
En cuanto a Latinoamérica y el Caribe, los estándares alimenticios también mejoraron, aunque de todos modos también se mantiene una desigualdad importante, en Haití por ejemplo la población que pasa hambre es el 57% del total.
Volviendo a nuestro país, digamos que aún habiendo aumentado la producción de alimentos tres veces y medio en las últimas cinco décadas, el potencial por delante es enorme y seguramente continuará creciendo, incluso más allá de las circunstancias fortuitas como la dependencia del tiempo para levantar buenas cosechas, y que además la demanda mundial se mantendrá en plena expansión, aunque los especialistas estiman que irá más lentamente que la última década.
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