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Editorial Viernes 18 de Febrero de 2011

Alimentos y el clima

En el mes de enero el precio de los alimentos registró subas enormes, en especial por el impacto del trigo, maíz, azúcar y aceites. El mayor perjuicio lo tienen los países pobres, que destinan la mayor parte de sus ingresos para alimentarse.

Redacción

Por Redacción

En apenas los tres últimos años el mundo ha tenido que sorportar dos crisis derivadas por los precios de los alimentos, encontrándonos ahora inmersos en una de ellas, la cual pega muy fuerte debido a los precios con niveles récords que están registrando los alimentos, empujados especialmente por el aumento del trigo, aceites, azúcar y maíz. El mayor impacto, como siempre, lo están sufriendo los países más pobres del mundo, los cuales deben destinar la mayor parte de sus ingresos para alimentar a su población, por lo cual ven disminuidos sus recursos para otras áreas trascendentes como salud y educación.
Incluso, las consecuencias de estas crisis alimentarias, se extienden bastante más allá de lo que es concretamente la actividad económica, pues no hay que descartar la conexión con lo que viene ocurriendo en Oriente Medio, donde acaba de caer por ejemplo el régimen dictatorial de Hosni Mubarak luego de 30 años de sostenerse en el poder, y aún otros de países árabes vecinos que están tambaleantes. ¿Por qué ahora? Pues la falta de alimentos es una de las causas, que terminó por plantear la rebeldía popular, pues la gente en su mayoría sobrevive en esos países con ingresos mínimos y una alimentación restringida solamente a algunos productos básicos, entre ellos el pan.
Como los precios de los alimentos se han disparado, fuera del alcance de la población de la mayoría de los países pobres -aunque sus dictadores, sus familiares, amigos y útiles al régimen viven en la opulencia-, se convirtió en una situación casi insostenible en cuanto a la generación de la ira popular. Vista en muchos países, pero alcanzando su máxima expresión en Egipto con las consecuencias conocidas, aunque también en otros vecinos, caso de Argelia por ejemplo, hubo revueltas muy importantes, sofocadas finalmente por una extrema represión, pero dejando en forma latente la posibilidad de nuevos choques de estas características.
Existen diversas teorías respecto a este desmadre experimentado por los precios de los alimentos, y tal vez todas ellas tengan una parte de razón, mencionándose desde el punto de vista de los analistas económicos, una postura demasiado blanda de la Reserva Federal de los Estados Unidos -país al cual la afectación por la suba de precios no le pega tan fuerte, tanto por el porcentaje mucho menor que destina en relación con países pobres, como así también por ser exportador-, mientras que desde otras fuentes de opinión se trata de responsabilizar a empresarios, comercializadores y exportadores, por una actitud a la cual rozan con la extorsión.
Sin embargo, aparece otra alternativa que, parece estar mucho más asida a la realidad: la influencia que tiene el cambio climático en la producción, y consecuentemente en la elevación de precios. Es que las severas modificaciones del clima impactan negativamente en las cosechas, con lo cual la producción no alcanza a satisfacer las necesidades, subiendo por lo tanto los precios. Pero lo todavía mucho más preocupante, es que según sostienen entendidos en el tema, estamos apenas en el comienzo de una de las más graves consecuencias de la alteración del clima, ya que a medida se avance, serán todavía peores las situaciones que se deberán enfrentar.
Recordemos, ante esta clase de fuertes impactos, que el cambio climático se viene dando debido a la acumulación de gases con efecto invernadero, los cuales destruyen la capa de ozono y por lo tanto no se evita la filtración de los rayos ultravioletas del sol, incrementándose paulatinamente la temperatura del planeta. Una de sus efectos más visibles es el derretimiento de los casquetes polares, la cual hará subir el nivel de los mares costeros y por lo tanto modificar los sistemas de las ciudades ubicadas en esos lugares, muchas de las cuales quedando al borde de la desaparición.
Sin embargo, aún con tanto peligro por delante, las grandes potencias -caso preciso de Estados Unidos y China- ponen constantes trabas a los intentos de eliminación de la emanación de esos perjudiciales gases, ya que prefieren proteger a sus industrias antes que el hábitat de la raza humana. La cual, ya para 2050 se anuncia que estará en los 9.000 millones de habitantes. Problemas que se aceleran sin duda, pero a los cuales los líderes mundiales no saben darle soluciones, ni siquiera encaminarlas.

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